Capítulo II: Todo va a salir muy bien

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—¡Hola Dylan! —saludó Fabio cuando vio los rulos dorados de mi amor.

—¡Hola chamo! ¡Hola familia! ¿Cómo están? —dijo Dylan en su tierno español fluido pero acentuado.

Todos lo saludaron como si no pasara nada y nos pusimos a conversar de cosas triviales en el camino a su casa donde iba a hacer una cena, Dylan cocina de infarto... pero del buen infarto. Tiene una casa muy bonita y espaciosa con tres habitaciones, dos baños, un estudio, una cocina moderna y hermosa, y una sala con una vista estupenda a su patio, además tenía tres gatos: Jamala, Vampire y Sunset. Nos llevamos fatal, no me gustan los gatos y menos los suyos que son muy antipáticos y agresivos... sobre todo Vampire.

—¿...En cuanto tiempo llega la caja de medicinas? —preguntó mi hermano menor Gilberto.

—Debería llegar... en unas semanas, me dijeron que se retrasaría porque primero debe llegar a Colombia y luego pasar la frontera cosa que tarda un poco. Pero como para la semana del 8 de agosto, mi papi tendrá su medicina.

—Muchas gracias, mi campeona. —dijo mi papá agradecido, es lo mínimo que puedo hacer por él.

—Tranquilo, papi. —dije y mi voz flaqueó, los extrañaba mucho y no quería que siguieran viviendo en un país lleno de mediocridad, en el que no podían vivir ni un cuarto de lo que yo estaba viviendo siendo una familia de clase media.

Me aparté del encuadre para que no me vieran llorar y vi que Dylan volteó el celular hacia él, su mirada hacia mí era de solidaridad, tomó mi mano y la besó, haciendo que mi familia expulsara un pegajoso y sonoro: "Aawww".

—Todo va a salir muy bien familia, pronto estarán juntos y no se van a extrañar más. —dijo Dylan en su inocencia.

—Amén. —dijimos los Rodríguez en unísono y acomodé el celular en el adaptador para que nos viéramos los dos.

—Bueno, fue una grata sorpresa lo de la publicación de tu libro loca, espero que te compren muchos libros y seas millonaria. Chao. —se despidió Moisés, sacándonos sonrisas y luego se desconectó.

—Sí, creo que también vamos a colgar, tenemos que ir preparando las maletas, aún no lo hemos hecho...—dijo Ramira y se calló rápidamente cuando le puse los ojos como paraparas.

—¿Van a viajar? —preguntó Dylan confundido.

—Ahora sí la echaste a perder, Ramira. —siseó Fabio.

—¿Qué pasó? —preguntó Dylan inmiscuyéndose en el asunto.

—Bueno... los dejamos solos para que hablen, felicidades por tu publicación, tesoro. —se despidió mi papá y se desconectaron todos dejándome sola en este embrollo.

—¿Por qué se pusieron tan raros? —preguntó divertido.

—Es que... se vienen el domingo. —lo dije como si hubiera disparado una bala, ni yo lo veía venir de mí.

Su diversión se esfumó, juntó el entrecejo, cerró sus labios apretándolos, miró hacia el frente todo el camino, por mi suerte, yo no quería discutir en el auto y él tiene una regla de no discutir dentro del vehículo en movimiento, lo cual me parecía algo extraño pero prudente.

—Hablaremos en casa. —aclaró con un tono gélido que jamás había oído. Yo asentí nerviosa por la tensión que se creó en solo segundos entre los dos.

Al entrar a su casa dejó las llaves sobre una mesita que tenía al lado de la puerta, caminó hacia su habitación y lo seguí para ver qué haría, a veces Dylan era tan raro...

—¿Me lo ibas a decir en el aeropuerto o qué? —espetó en inglés sentándose sobre su cama y quitándose los zapatos con brutalidad.

—Dylan, sé que debí decírtelo antes y de verdad no quiero discutir contigo sobre mi familia, ¿Okey? —dije en inglés con desgana sentándome a su lado.

Dilo otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora