Capítulo IX: Encuentro casual

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Llegamos a ese submarino, pero Dylan no pudo llegar, estaba muy ocupado y nos cansamos de esperar así que regresamos a casa en metro. Cuando llegamos toqué el timbre, Dylan aún no había mandado a hacer las copias de las llaves... Abrió la puerta mi amado novio que se veía fatal, se notaba que se había quemado el cerebro trabajando, me abrazó y saludó a los demás.

—Dylan, ¿Estás bien? —le pregunté acariciando su mejilla.

—Sí, solo cansado. Debo mandar a hacer las copias, siempre se me olvida, por favor, recuérdamelo. —susurró a mi oído y me besó. —Ya no es domingo. —sonrió y luego se dirigió a mi familia. —¿Qué tal les pareció Baltimore?

—No pudimos recorrer toda la ciudad. —dijo Fabio sentado en el sofá aquamarina.

—No me sorprende. —alzó sus cejas.

—¿Fuimos al lago Ashburt...? —mencionó Ramira pero se fue convirtiendo en una pregunta.

—Ashburton, Ramira. —la corrigió Fabio.

—Luego fuimos al zoológico, me gustaron mucho los pingüinitos, pero hasta ahí, porque luego fuimos a la zona de los animales mucho más salvajes. —comentó mi mamá.

—African journey. —corrigió Ramira.

—Sí, y eran animales lindos pero me aterraban.

—¿Después fueron al submarino? —preguntó Dylan.

—No, estábamos muriendo de hambre así que los llevé al Subway más cercano para almorzar unos sandwiches...

—Y nos están llenando mucho de chatarra, nos señaló mi mamá y mis hermanos se quejaron.

—Por ser estas veces que no habíamos comido tres veces al día, no hace daño. —dijo Ramira y yo me palidecí, no sabía eso.

—¿Y cuantas veces comían al día? —pregunté con lentitud.

—Habían días en los que comíamos dos veces. —dijo Ramira con total naturalidad.

Yo me puse muy mal y los llamé a los tres para que me abrazaran, no sabía que estaban pasando por eso, saber eso a estas alturas me partía el corazón.

—No van a pasar hambre aquí. —les dije con un hilo de voz. —Se los prometo.

Salí un momento con Dylan a despejarme y también al supermercado porque me di cuenta que hacía falta harina de maíz, mantequilla y queso para hacerles el desayuno a mi familia, aunque no me gustaba cocinar, lo haría por ellos.

—Eso ha sido muy revelador. —dijo Dylan.

—Sí, si lo hubiera sabido hubiese trabajado más y hubiese podido darles más... —negué con la cabeza cubriendo mi rostro con mis manos.

—Linda, si hacías más te ibas a hacer trizas, tu familia no merece esa vida pero tú tampoco mereces agotarte de esa manera. Todo estará muy bien, te lo prometo. —Dylan atrajo mi mano a él y la besó.

No merezco a este hombre, todo lo que hago es llorar o discutir con él y él se sigue aferrando a lo que sea que ama de mí. Entramos al supermercado, agarré una cesta y Dylan y yo recorrimos los pasillos buscando lo que veníamos a comprar.

—¿Dylan? —escuché la voz de una chica. Era una muchacha muy atractiva, tenía el cabello negro muy largo, sus ojos eran achinados por ello saqué la conclusión de que era de Taiwán, o Tailandia, o Japón, o China, o Corea. Tenía una naricita y una sonrisa hermosa, y un atuendo envidiable. Yo no sabía para dónde mirar. —Wow, sigues estando divino. —lo miró con una sonrisa, yo estaba de acuerdo con ella, pero me molesté un poco por aquel comentario.

Dylan cuando se dio cuenta de quién la llamaba se le cayeron los yogures, los volvió a recoger y los puso en la cesta.

—Eliza. —su voz de repente se volvió áspera, jamás le había visto esa cara que puso, era casi igual a la que me hacía cuando estaba molesto, pero esta era otro nivel.

—Soy Graciela... —la saludé incómoda desde mi puesto.

La japonesa ladeó su cabeza y alzó su ceja como una desgraciada, ya no me caía bien.

—Soy Eliza, su...

—...Amiga que no debía cruzarse en nuestro camino. —Dylan completó su frase con una rabiosidad que intentaba disminuir porque yo estaba ahí, seguramente.

—¿En serio, Dylan? Han pasado siete años y aún no lo superas... —esta coreana hablaba muy sofisticadamente para ser china, su acento era británico. Volteó los ojos al ver que Dylan no cambiaba su gesto. —Pensé que ya lo habías superado, saluda a tu hermanito de mi parte. Un gusto conocerte, Graciela. —se sonrió malvadamente y se fue.

Parecía que Dylan acababa de salir de un océano después de haberse topado con esa inglesa taiwanesa, porque volvió a respirar.

—¿Ahora sí me vas a explicar qué fue todo eso? —le pregunté cuando vi a la coreana salir del supermercado.

—Eliza era mi ex... —me explicó después de una pausa, creo que dudó en decírmelo.

—Bebo, con esa carita linda no me extraña que hayas tenido una ex, pensé que tendrías más. —me mofé.

—...esposa. —recalcó.

——¡Mierda! —exclamé.

—¡Mieya! —exclamó una niña que seguro tenía unos dos años que estaba en el carrito de compras cerca de nosotros, su padre me miró reprochandome.

—Disculpe señor. —me dispensé mientras se iba con la niña. —¿Cómo que tu ex-esposa? ¿Cuando te casaste? ¿Cuando pensabas decirme que te casaste con una Kpop-ánime-Sailor moon-princesa Diana? —le pregunté casi echando humo por los oídos y el muy hijo de su "Mother" se rió. —¿Me ves cara de payaso? Respóndeme.

—Es que... es que solo uniste palabras sin sentido... y luego... — se echó a reír más fuerte. —luego pusiste a la princesa Diana... que no tiene nada que ver con las otras palabras. —intentó calmarse un poco y luego volvía a la risa y se calmaba, y volvía a reírse, lo esperé pacientemente con ganas de jalarle las orejas hasta que se calmó por completo. —Linda..., Eliza y yo nos conocimos en la secundaria, fue mi novia durante todo ese tiempo, me casé muy joven con ella porque estaba seguro de que ella era con la que quería estar, pero al ser muy joven no sabía escoger bien... todo fue perfecto en nuestro matrimonio, hasta que comencé a sospechar de que me era infiel, y quise no tener razón pero la tuve... —alzó los hombros e hizo una pausa, después de tantos años le seguía doliendo y lo comprendía, aunque no me hubiese pasado—me engañó con mi hermano menor.

—¡Mierda! —lo miré asombrada.

Seguramente era por eso que no quería presentarme a su familia, tal vez se separaron por eso, tal vez su madre es una loca que defiende al bebé de la casa, tal vez tiene miedo de que yo lo engañe también.

—Bebo, yo nunca te engañaría con otro. —acaricié su brazo. —te lo prometo, tú me completas.

—Lo sé, tú eres diferente... —sonrió de lado. —Después de eso no volví a confiar en él ni en nadie. Claro que me desquité sexualmente con algunas pelirrojas sin ser nada serio, pero luego conocí a una morena que arruinó mis planes...

Parpadeé varias veces, este era el pasado amoroso que no sabía de Dylan, pero es que Dylan nunca me cuenta nada.

—¿Pelirrojas? —pregunté con mala cara y él supo que la embarró. —No quiero enojarme contigo Dylan, pero la comunicación debe ser bilateral no unilateral, yo soy la que te ha contado hasta cuando me aparece otro lunar en el cuerpo pero no veo que me estés dando algo de tu historia como ser humano y sé que eres generoso, caballeroso, respetuoso, amable, considerado y honesto, porque eres honesto pues nunca me has mentido que yo sepa... pero las verdades son muy pocas. ¿Me vas a decir algo de ti y tu familia que no sepa?

Dilo otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora