Hace tres años llegué a Estados Unidos, sola, aventurándome en un lugar muy distinto al que nací y crecí; muy temprano me di cuenta que todo lo foráneo que tanto anhelaba no era suficiente para mí, extrañaba mi hogar, a mis amigos, a mi familia, extrañaba todo lo que amaba y tristemente lo que amaba no podía estar conmigo, solo en pensamiento y corazón, en mis lágrimas de cada noche se resumía mi añoranza a mi pequeña ciudad; hasta que un día me encontré con Pablo, mi mejor amigo de la universidad y aunque no estudiamos las mismas carreras, nuestras edades tuvieran una diferencia de cinco años, y no hubiésemos hablado en dos años desde que se fue de Venezuela, la sorpresa que nos dio el destino de volvernos a encontrar, en otra ciudad y en otro país casi inaccesible para nosotros, fue definida como una bendición.
Pablo trabajaba de mesero en un restaurante elegante especializado en cangrejos donde concurría mucha gente y al visitarlo siempre estaba ocupado atendiendo clientes y limpiando mesas, él me consiguió empleo en la librería que quedaba a cuatro locales del restaurante donde conocí a Erika una húngara de cabello azul muy divertida y amable.
Pasaron dos años y todo iba bien, aunque seguía extrañando todo de mi tierra y estaba exhausta por trabajar horas extras, casi no tenía tiempo de hacer lo que más me gustaba en la vida: escribir.
Un día Pablo me llamó, estaba muy enojado, había perdido su trabajo por culpa de una clienta caprichosa y adinerada; traté de calmar su molestia, pero yo conozco a mi ganado y sabía que Pablo no iba a estar tranquilo por ello si no se desahogaba con alguna fiesta. Yo estaba muy cansada para salir a bailar toda una noche, en ese momento recordé que Erika tenía una piscina en su casa, entonces organicé una piscinada con Erika al otro día aprovechando de que era sábado, para aplacar el enfado a Pablo y que se divirtiera un poco, que olvidara que estaba desempleado por un rato.
Pablo trajo a unos amigos suyos para hacer una parrilla y pasarla chévere, yo estaba en la cocina buscando unos condimentos para la carne, cuando uno de los amigos de Pablo entró a la cocina para buscar la cava con los refrescos y cervezas.
—Hola ¿Dónde está la cava? —preguntó amablemente a mis espaldas en un español que para mí era tierno.
Tenía un poco de español en su acento.
Yo me volteé y se la señalé, era un hombre bastante atractivo, un típico estadounidense alto de buen físico, piel clara, ojazos azules y cabello rubio, parecía un sifrino, precisamente el tipo de amigo que Pablo no tendría.
El hombre tomó la cava, me agradeció y se fue. Me picó la curiosidad al verlo, ¿Qué hacía ese gringo en una reunión donde habían puros latinos y una húngara? tomé los condimentos y volví al patio donde estaban todos, en una esquina estaba Pablo con unos amigos venezolanos prendiendo la parrilla y el gringo andaba por ahí repartiendo las cervezas a la gente, dejé los condimentos en la mesa, agarré a Pablo del brazo y lo halé.
—Coño ¿Qué pasó? —preguntó desencajado.
—¿Quién es el gringo? No me lo habías presentado. —susurré cruzando mis brazos y lo único que obtuve fue una sonrisa picarona. —Ay, Pablo no me vengas con tus cosas, solo quiero saber quién es. —rodé los ojos, sabía lo que pensaba, pero mi intención era saber el origen de su amistad, Pablo solo tiene amigos latinos que yo sepa.
—Se llama Dylan y ha sido muy bueno conmigo, era un cliente del restaurante, y ayer me defendió de mi jefe. Lo quise invitar para agradecerle el gesto. —alzó los hombros mirando a Dylan el cual era el único sin traje de baño, estaba vestido con una camisa negra, unas bermudas estampadas de palmeras y vans negras.
—Oh. —lo miré, se veía agradable pero delicado. —¿Es fresa?
—Es gringo, blanco y muy privilegiado, Graciela. Claro que sí. Ahora si me disculpas, voy a hacer la parrilla.
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Dilo otra vez
RomansaGraciela está muy enamorada de Dylan, y Dylan de ella, pero convivir con alguien muy diferente puede sacarlos de quicio en algunos instantes, por lo que habrán muchos obstáculos en su relación. Graciela siendo venezolana es muy familiar y apegada a...