Capítulo XII: Algo no sale bien

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Narra Dylan

Eran las 4:32 de la tarde según mi reloj de muñeca, Jacquelyn me había citado para vernos en cualquier restaurante, yo elegí uno que sirve los más deliciosos cangrejos de la zona; acababa de salir del trabajo y estaba hambriento e impaciente, ella siempre llegaba tarde.

Para distraerme saqué mi celular y revisé unos bosquejos que tenía de unos escritorios, estaba considerando volver a diseñar muebles, había pasado un proyecto final más varios años después de la universidad y no retomé lo que me planteaba en ese entonces: diseñar muebles, no venderlos como lo estaba haciendo. Quería explotar mi creatividad. Tal vez luego haría una agencia de diseño de interiores.

Por casualidad volteé mi cabeza hacia otro lado, Pablo el camarero que siempre me atiende, estaba hablando con una chica de cabello azabache y muy abundante, piel morena era muy caribeña, tenía una sonrisa muy hermosa y cálida que acompañaba a sus ojos cafés claros, era una carita dulce y risueña... tipo de persona que no iba conmigo, volteé nuevamente a ver mis bosquejos pero me distraje nuevamente, de pronto se rió escandalosamente y Pablo la calló, no podía hacer escándalos así, ella se disculpó y mis ojos fueron cayendo por su cuerpo, tenía pechos medianos, ni tan pequeños, ni tan grandes, perfectos. Era delgada con curvas bien formadas y muslos grandes, estaba viendo una perfección rara para mí, era raro lo que sentía porque no me gustaban morenas, prefería pelirrojas pálidas, y normalmente eran casi plástico, tal vez esa se había hecho el trasero, yo qué sé.

—Dylan. —Jacquelyn me sacó de mis pensamientos lujuriosos.

—Hola, Jacquelyn. Disculpa. —me levanté y le di un beso en la mejilla y al mismo tiempo le aparté la silla para que se sentara.

—Eres todo un caballero, ¿No te lo habían dicho? —preguntó con un tono meloso.

Jacquelyn era una pelirroja pálida exquisita, era profesora de filosofía y cuatro años mayor que yo, me gustan maduritas, para estar con chicas menores que yo que se quejan de todo prefería mejor me clavaba un cuchillo, prefería no relacionarme con esas yo no era muy paciente y las mujeres mayores que yo tenían mejores temas de conversación, no perdían el tiempo y se movían mejor en la cama. Jacquelyn y yo llevábamos saliendo de manera informal desde hace unas semanas, normalmente no repito citas con la misma persona más de tres veces pero me dijo que era algo importante para ella encontrarnos nuevamente.

—Me lo han dicho, sí. —sonreí y al sentarme llamé a Pablo para que nos viniera a atender.

—Tu esposa es muy afortunada... —suspiró.

—Claro... —sonreí de lado tocando mi anillo de bodas.

—Señor Willis, es muy grato tenerlo aquí, ¿Qué desea? —finalmente Pablo llegó a atendernos.

Me dieron ganas de reír, Pablo y yo somos amigos desde hace un par de meses y debía dirigirse a mí por mi apellido porque si no, lo amonestaban.

—Voy a querer lo mismo de siempre cuando estoy con la señorita Clarke. —dije ahogando la risa.

—Bien... —Pablo tampoco aguantó la risa y se le escapó un poco. —Dígame señor Willis, ¿Quiere el champagne que siempre pide?

—Sí.

—Yo solo voy a tomar jugo de manzana, gracias. —comentó Jacquelyn.

-—Jacque... Jacky ¿No quieres champagne? Te gusta mucho.

—Tengo que decirte algo...

Oh oh, esto no pinta bien...

—Señor Willis, usted está como se le diría folklóricamente en mi país: "Metío en sendo peo". —me susurró Pablo en español y luego se fue.

Dilo otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora