Capítulo V: Noche y llanto

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Terminó la reunión, y cumplí con mi parte de fregar los platos aunque me llevó mucho tiempo y no pegué los ojos en casi toda la noche.

La emoción y el anhelo de volver a tener en mis propios brazos, de sentir el calor en mi piel a mi mamá y a mis hermanos, me absorbió en un halo de recuerdos de las navidades cuando todo estaba bien, la melodía de una gaita al fondo de mi mente se expandió por mi alma, el olor a guiso, las risas de mis hermanos, mis tíos, mis primos, mis padres y mis abuelos, recordaba cada una de sus risas y ninguna era igual a la otra, esa sintonía desordenada cuando todos estábamos en una casa, la felicidad que se sentía en el centro del pecho y el amor que nunca nos profesamos seriamente se quedaron en una cajita forrada con ilusión, dentro de otra caja, que se metió dentro de otra caja, y esa caja fue puesta en una maleta donde no cabía más nada que esperanza, ropa y papeles, la maleta se cubrió con plástico y se guardó en un baúl que fue enterrado en el lugar más profundo y difícil de hallar en el mapa complicado de mi memoria, y solo se sacaba para emergencias cuando ya no podía seguir adelante, cuando la tristeza se interponía entonces se reanudaban esos recuerdos y era la energía que se necesitaba para caminar, porque la horrible y cruel verdad es que nunca obtendré eso nuevamente, nunca volveré a ver a mis abuelos o a los primos que sembraron sus semillas por el mundo, jamás los volveré a ver juntos en una sola casa, pero sí puedo avanzar por ellos, para que no se preocupen por mí, que celebren de todo sin sentirse culpables, porque demasiada culpa hay y no vale la pena sentirla.

Traté de llorar en silencio para que Dylan no se despertara, algo que realmente no me gustaba era que me vieran llorar de tristeza y me reconfortaran, prefería zamparme mi lloradera yo solita y así desligarme del sentimiento en vez de aferrarme a él.

De tanto llorar me sentí deshidratada así que me levanté con cuidado sin mover a Dylan y caminé hacia la cocina para tomar agua, miré el reloj del microondas, eran las 3:33am y no había dormido más de cinco minutos, era impresionante la capacidad que tenía para llorar y no para dormir. Abrí el grifo del fregadero y me eché un poco de agua en la cara para refrescarme, estaba ardiendo.

Volví a la cama donde Dylan aún seguía rendido, era extraño cómo maquinaba su mente, yo podía llorar por mi familia todo un día y él que no ha visto a nadie de la suya en el tiempo que lo conozco, ha actuado muy normal, tal vez se haya comunicado con ellos... miré su celular lo estaba cargando en la mesita de noche de su lado... Bueno, Dylan parece tener el sueño pesado... nunca había dormido con él, y durante toda la noche no se había movido de posición desde que se acostó, parecía muerto pero sus pulmones seguían trabajando cosa que me tranquilizaba. Iba a hacer una locura, agarrar su celular con mucho cuidado y ver si había un grupo de la familia o si había alguna llamada o mensaje, ya estaba apunto de hacerlo pero me detuve, eso es de personas desconfiadas, tóxicas y maleducadas, así que volví a mi puesto en la cama, hasta que hubo un resplandor de parte del celular de Dylan, se había prendido porque ya se había cargado completamente y en eso vi que en la pantalla de bloqueo una tal "Mother" que le envió una foto, sonreí tiernamente, solo decia "Foto" pero me tranquilizó un poco de que Dylan se comunicara con su mamá y con ese pensamiento me dormí observando su cara preciosa sin expresiones, sin enojos, sin sonrisas, él en su natural neutralidad, en el país de los sueños.

Me volví a despertar, tenía un fuerte dolor de cabeza, seguro fue por tanto llorar y dormir muy tarde llorando, Dylan aún estaba dormido y el sol ya había salido, me puse ansiosa nuevamente hasta me asusté ¿Y si nos paramos muy tarde y mi mamá, mi hermana y mi hermano ya habían llegado? ¿Y si los enviaron al cuarto? ¿Y si perdieron el vuelo? ¿Y si se perdieron? ¿Y si el inglés de mi hermana no fue de ayuda? mi respiración se acrecentó y miré la hora en mi celular, eran las 3:22 de la tarde, con eso me calmé un poco. Sin embargo, los mensajes acumulados que tenía sin ver me volvieron a traer a la realidad.

Estoy en Estados Unidos, un país duro para poder entrar, donde un titubeo te lo analizan en cualquier entrevista y no se andan con rodeos en migración, además mi mamá es una señora de echar cuento parejo.

De pronto comencé a temblar, los nervios no eran normales, vi los mensajes y los nervios se me bajaron, eran mis padres y mis hermanos diciéndome que todo había salido bien, que no se quedó nadie, y que dónde estaba. Les respondí a todos y aparté mi celular, miré a Dylan quien todavía estaba dormido y creando una cascada con su baba, me arrodillé en la cama y comencé a brincar de la emoción, mi bello catire se despertó desconcertado, no sabía qué había pasado, ni donde estaba, ni qué día era, ni la hora.

—¡Ya vienen en camino! —grité con todo lo que mis pulmones me podían dar y salté de la cama pero caí al suelo, no calculé bien.

—¡Dios! ¿Estás bien? —Dylan se levantó alarmado y corrió a socorrerme.

—Sí, bebo. Estoy bien. ¿Podrías traerme algo para el dolor de cabeza?—reí y salí corriendo al baño para cepillarme los dientes y prepararme para salir. —¡Ya vienen!

—¿De qué hablas? ¿Estás segura que no te hiciste daño? —entró un Dylan preocupado y algo borracho de sueño al baño.

—Estoy bien, amor. —afirmé cepillandome los dientes.

—A ver, mira mi dedo. —me hizo mirarlo y luego seguir su dedo con la mirada. Paranoico. —Ten más cuidado, Graciela. Por favor. —me dijo casi suplicando y buscando en el neceser lo que le había pedido. Me tendió el blíster y lo tomé.

Escupí en el lavabo, saqué una pastilla y la tomé enseguida, mientras lo hacía, Dylan se iba acercando peligrosamente a mí, quería lo prohibido: un beso. Me aparté rápidamente y le recordé su castigo a lo que él respondió: "Conchale" desilusionado, lo cual me hizo reír. Volviendo a mi modo festivo, salí del baño directo a buscar mi maleta con mi ropa para elegir cualquier cosa para ponerme e ir al aeropuerto.

—¡Ya vienen mi mamá y mis hermanos! —dije aplaudiendo para mí.

—¡Es cierto! —exclamó Dylan cepillándose, hizo gárgaras y luego escupió. —¡Al fin los conoceré!

—Y todo saldrá bien. —suspiré.

—Así será, linda. —se acercó a mí y me abrazó por detrás. 

Dilo otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora