Capítulo XVIII: Perdonando a Eliza

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Narra Dylan

Me puse unos lentes oscuros y conduje hacia la casa de la dueña de Vampire con todas sus cosas. Me estacioné justo al frente de un conjunto de casas y me bajé del auto sosteniendo a Vampire. Toqué el timbre de la roja tipo ladrillo y pasé unos segundos recostado al auto y acariciando a Vampire, el cual extrañamente estaba tranquilo, tal vez sabía qué era lo que pasaría. Y en un momento vi la figura de Eliza por la ventana, me quité los lentes.

—Dylan, ¿Qué haces aquí? —dijo abriendo la ventana con cara de confusión. —te ves horrible.

—Gracias.

—¿Ese es Vampire? —se emocionó y el gato ronroneó.

A los tres gatos los habíamos adoptado juntos, juramos que no tendríamos favoritos pero Eliza desarrolló un amor desmedido por Vampire y Vampire era recíproco, después del divorcio yo me quedé con los gatos, pues era más responsable que Eliza, ella estaba sumida en una depresión y no pudo cuidar de ellos.

—Tienes la custodia completa de Vampire. —me acerqué a la casa.

—¿Es en serio? —preguntó incrédula.

—Es tu hijo favorito después de todo. Jamala y Sunset lo entenderán.

Eliza se alejó de la ventana, esperé y luego escuché varios ruidos que provenían de la puerta, estaba quitando los seguros; abrió la puerta con una gran sonrisa y tomó a Vampire en brazos con todo el cariño, fue la primera vez en años que veía a Vampire tan pacífico y sin ser poseído por algún demonio, estaba en buenas manos.

—Gracias, Dylan. Tienes un buen corazón.

Asentí y bajé algunas cosas de Vampire del auto, unos juguetes, sus croquetas favoritas, su manta y un bolso pequeño lleno de vitaminas.

—Vampire ahora tiene un nuevo veterinario, en el bolso está la tarjeta.

—Está bien... ¿Estás bien? —preguntó de repente.

—No. —dije con voz ronca y luego aspiré el aire. —No lo estoy. —alcé los hombros. —No le puedo dar un beso de despedida porque temo por mi cara. —acaricié el lomo del gato y me fui alejando.

—¿Quieres pasar? Hay fresas.

Lo dudé y bastante, pero con las fresas me convenció, es mi fruta favorita y necesitaba hablar con alguien. Asentí y entré a su pequeña pero acogedora casa, me senté en un sillón y Eliza dejó las cosas de Vampire en la mesa y con Vampire en los brazos pasó a la cocina para buscar las fresas. La sala estaba desordenada habían vasos de colores por todos lados, libros acumulados en el suelo, en el sofá, en el escritorio, en la mesa y el estante de libros se estaba cayendo por la cantidad de libros, su maquillaje estaba en la mesa y varias chaquetas colgaban en una silla, de algo estaba seguro, no extrañaba su desorden.

—Aquí están. —volvió de la cocina y me ofreció las fresas en un plato de cerámica. —Ahora dime tu problema con Graciela. —se sentó con Vampire en el sofá.

—Es increíble como después de tantos años aún lees mi mente. —dije saboreando una fresa, estaba ácida.

—¡Dylan, tu mano! —abrió sus ojos como platos tocando las marcas y cicatrices.

-Tu hijo... -señalé a Vampire.

—Ay bebé, eso está mal, no hay que morder a papi. —le hizo un puchero a Vampire y este le maulló con ternura arrimándose mucho más a ella. —Muy bien. —le sonrió respondiendo a su maullido. —Dime Dylan.

—Graciela me odia por mi supuesta infidelidad, hoy fue a mi tienda, entró a mi oficina con mi celular todo aplastado y comenzó a gritarme que yo era un infiel... yo jamás haría eso, sé cómo se siente y es horrible.

Dilo otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora