Cuando llegó la hora de que vinieran los invitados, el ambiente olía riquísimo, Dylan estaba dándolo todo en esa cena y yo al terminar de cambiarme por un conjunto decente de pantalón beige, zapatillas marrones y blusa blanca, además de haberme maquillado con mucho glitter y levantar mi cabello en una coleta alta; comencé a poner la mesa, la música y recibir a los invitados. Primero llegó Nina con su novio, a Nina la conocí por medio de Pablo, trabajaba con él en el restaurante como mesera, ella es mexicana y su novio Ernest es francés y estudia odontología, es el primer novio de Nina, así que como yo con Dylan, lo mima mucho; luego llegó Eugenia, la conocí por Nina en una discoteca, inmediatamente congeniamos, es venezolana y botánica o sea que te puede nombrar el nombre científico de cada planta que le señales, es una explosión maracucha y muy rumbera como yo y no se le escapa una oportunidad para perrear con su novio Sylvestre, un francés muy simpático y caballeroso como Dylan. Lo sé, no sé de dónde sale tanto francés en Baltimore.
—¡Perra! ¡Felicidades! —exclamó y me abrazó al entrar, estaba muy elegante con un vestido negro ajustado, y Sylvestre también tenía una pinta muy elegante.
—¡Gracias, amiga! —exclamé abrazándola. —¿Me perdí una gala o qué? ¡Una vueltica, amiga!
—Estábamos en casa de mis padres. —explicó Sylvestre dándome dos besos en las mejillas como saludo mientras Eugenia daba una vuelta contenta moviendo las caderas.
Los padres de Sylvestre tenían como cinco hoteles de renombre en Francia, yo hice una mueca, por lo que sé, los padres no soportaban a Eugenia por su efusiva y entusiasta personalidad, que es todo lo contrario a los franceses.
—¡Dios! ¡Esta casa huele rico! ¿Qué estáis haciendo vos que huele delicioso? —dijo con emoción después de saludar a Nina y su novio, y fue corriendo a la cocina para saludar a Dylan.
Dylan sonrió orgulloso, saludó a ambos y siguió con sus maromas en la cocina, ya nadie le preguntaba si quería ayuda, le gustaba cocinar solo, mejor para mí porque no me gusta cocinar. Nina y su novio Ernest se incorporaron a la cocina con nosotros y escuchamos atentamente lo que había pasado con los padres de Sylvestre maltratando verbalmente a Eugenia.
—...Y la señora me dijo "¡Vuelves a entrar a esta casa y besas a mi hijito en la boca al frente de nosotros, te vamos a hacer la vida imposible!" Y yo tipo "¡Miarma señora, pero si supiera todo lo que hago con él cuando ustedes no están!" —dijo todo dramatizado exageradamente y todos no morimos de la risa, excepto por Dylan él solo se rió, no se murió de la risa. Raro.
—¿Y qué te dijo? —pregunté ya metida en el cuento.
—Me soltó una caravana de groserías, pero Sylvestre me defendió, nos fuimos y aquí estamos. —alzó los hombros restándole importancia a los insultos que le cantó su suegra. En eso sonó el timbre.
—Uy, Eugenia, yo en tu lugar me hubiese puesto a llorar como bebé, no lo soportaría, si mi suegra me odiara por ser auténtica me decepcionaría muchísimo. —dije con un tono muy triste y fui a abrir la puerta.
Realmente no conocía nada de la familia de Dylan, me di cuenta por esa conversación, tiene algunas fotos de su juventud en su habitación pero no tiene ni una foto familiar, sí tiene con alguno que otro miembro de su familia, pero de su núcleo, no.
Abrí la puerta y eran Pablo y Agapy, los abracé a los dos, Pablo había traído cervezas y Agapy refrescos; Agapy es ruso y es el mejor amigo de Dylan, no tengo mucho que comentar de Agapy, es introvertido y muy tímido, cada vez que nos reunimos solo nos escucha hablar, no tengo nada en contra de él, más bien lo invito a participar en las conversaciones pero escasas veces lo hace.
—Pasen, ya estamos casi todos, falta Erika. —dije parandome detrás de la puerta para darles espacio para pasar.
—No joda, aquí huele es rico. —dijo Pablo cautivado por el olor de la comida, entrando conmigo y Agapy a la cocina.
—Es que Dylan está cocinando, si fuera Ernest, correríamos. —bromeó Nina.
—Si yo cocinara, la casa explotaría. —bromeé.
En eso me llegó un mensaje, era Erika, tenía que estudiar para un examen muy importante y recién se había puesto a investigar, me entristeció que no pudiese venir pero entiendo la vida universitaria.
—Chicos, Erika no viene. Tiene examen el lunes y no ha estudiado nada. —les informé a todos.
Todos entendieron pero se quejaron, no había nada que hacer.
—Es una lástima que no venga a probar las delicias de Dylan.—dijo Pablo y yo hice una cara que él descifró de inmediato. —¡Omitido el chinazo! —me señaló provocando una risa escandalosa de mi parte y Dylan volteó los ojos con gracia. —Traje cervezas. —Pablo alzó la caja buscando aprobación de Dylan.
—Pero te dije que champagne para brindar. —Se quejó.
—No seas marico, servimos las cervezas en las copas y nadie se dará cuenta en las fotos, bórralo.
—No, nada de fotos. —dijo serio.
—¿Por qué? —pregunté curioseando, siempre le preguntaba eso, tiene un tema con tomarse fotos.
—Porque no me gusta, linda. —dijo en voz baja para mí y luego sonrió a todos. —Ya está listo todo, ¡Al comedor!
Dylan había hecho un pastel de cangrejo que se veía divino, ensalada césar y una salsa especial que estaba exquisita, y de postre strudel de manzana con helado de ron con pasas. El primer bocado que saboreamos fue una delicia que solo Dios merecía probar, el sonido que todos emitimos fue orgásmico al sentir el cangrejo con esa salsa tan rica que solo Dylan sabe preparar.
—¡Dylan, esto está muy rico! —exclamó Pablo con la boca llena.
—Sí, y esa salsa es fantástica. ¿Cómo la hiciste? —preguntó Sylvestre.
—Es una receta familiar. —alzó los hombros orgulloso. —Secreta. —añadió.
—Pero dinos aunque sea un ingrediente. —suplicó Eugenia.
El muy descarado nos dejó a todos en suspenso mientras miraba a Eugenia con los ojos chinitos, se llevó un trozo del pastel a la boca y lo masticó lentamente, no planeaba decir nada.
—Dylan, no te hagas de rogar. Tu secreto estará a salvo con nosotros. —dijo Pablo otra vez con la boca llena.
—Prefiero que se quede en secreto conmigo, es una receta sagrada, ni siquiera mi mamá se lo ha dicho a mi papá.
Por primera vez, mencionó a sus padres, yo sabía que los tenía pero no me quería soltar información ni de cómo se llamaban, había buscado a Dylan hasta en Facebook y me tenía bloqueada, no podía acceder a su perfil y me molesté con él, por una semana le dejé de hablar hasta que me dijo que era mejor no saber nada de ellos.
—Cuéntanos de tus padres Dylan. —esa fue mi voz decidida y Dylan casi se atraganta con el pastel, se limpió con una servilleta y me miró con su seriedad lapidaria.
—¿Por qué no nos hablas de los tuyos, linda? —siseó disimuladamente.
—Pues todos lo saben aquí, mi mamá vende frutas y mi papá es diabético, ahora cuentanos de los tuyos. —hice el cuento corto e insistí.
—Bueno, no es necesario... —dijo Ernest captando la tensión que había.
—¿Ves? No es necesario. —las fosas nasales de Dylan se agrandaban de lo enojado que estaba.
—Amigos, es increíble, ni siquiera sé los nombres de mis suegros, ni de qué trabajan...
—Basta... —dijo entre dientes.
—Ni dónde viven...
Dylan se levantó de repente, se excusó con nuestros invitados y se llevó su plato a la cocina. Yo lo miré atónita y cuando volteé a ver a todos se hicieron los locos y volvieron a la comida, se había enojado de verdad y me dejó hablando sola frente a nuestros invitados.
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Dilo otra vez
RomantizmGraciela está muy enamorada de Dylan, y Dylan de ella, pero convivir con alguien muy diferente puede sacarlos de quicio en algunos instantes, por lo que habrán muchos obstáculos en su relación. Graciela siendo venezolana es muy familiar y apegada a...