1. Precipitación

781 49 101
                                    

3 de marzo de 2020

Agoney inspiró hondo, dejando ir el aire lentamente, su pecho hinchándose bajo la gran sudadera negra que llevaba. Una ráfaga de viento movió su flequillo haciendo que su vista se tapara durante unos segundos por mechones oscuros y húmedos que olían a champú. Escondió más sus puños bajo las mangas, y dio otra inspiración, cerrando los ojos con un escalofrío.

Los pensamientos daban vueltas por su cabeza, consiguiendo marearle, dándose golpes contra los costados haciendo que doliera y sus párpados se apretaran con rabia. Solo quería quedarse en blanco, que todo desapareciera y él solo se dejara llevar por la marea de personas que lo rodeaban, siempre tan seguras y acompañadas, recordándole sin palabras que estaba perdido.

Si tan solo todo parara unos segundos.

Si tan solo pudiera dejar de sentirse como un turista en una gran ciudad, que se detiene angustiado por tanta novedad que lo hace girar sobre sí mismo para saber hacia dónde tiene que ir, que es empujado por los demás, que le gritan que no puede pararse, que tiene que seguir, caminar, aunque no tenga un objetivo, aunque solo sea para no molestar.

Quería paz y tranquilidad, pero aunque había encontrado un lugar perfecto para alejarse de todo, al menos por un rato, su cabeza parecía seguir yendo a mil por hora, reclamándole por cosas que no estaba haciendo, que nunca se vería capaz de hacer.

Debajo de su cuerpo la hierba estaba áspera, podía notarla en su nuca, metiéndose por la capucha de su sudadera, también fría, y en las pantorrillas porque su pantalón tejano era demasiado fino. Faltaba poco para que empezara a temblar; la ducha caliente que había tomado antes de salir no había cumplido el objetivo de calmarle, ni de mantenerle cálido.

Trataba de aferrarse a cualquier otro detalle que no implicara la universidad, su familia o sus amigos (si es que podía considerar que tenía), porque esos eran puntos de conflicto a los que no tenía más fuerza para enfrentarse. Todo parecía haberse acelerado desde que tuvo el accidente, y se sentía como una persona diferente, una que había sido puesta en el lugar incorrecto, que había perdido demasiado tiempo y que no sabía cómo recuperarlo. Una pieza de puzle que no encajaba en ningún lado, la pusieras como la pusieras.

Y todos parecían saber hacerlo mejor que él, todos parecían conocer la solución y decían cosas como "solo inténtalo un poco más", "la vida no puede esperar más por ti" o "nada ha cambiado no te agobies". Solo que estaba cansado de intentarlo, quería ser egoísta, y sí, había cambiado algo: él mismo había cambiado, y el mundo se había vuelto en su contra, dándole la espalda cuando más necesitaba una ayuda del universo, o de Dios, o de quien estuviera a cargo de la humanidad.

De pequeño, Agoney creía que tal vez era un pequeño bicho verde, como el viejo Yoda de Star Wars, y en ese momento pensó que era mucho más malvado que el de la película y que tenía muchas ganas de joder.

- Porque vamos a ver, Yoda oscuro, me dejas seis meses en coma, alejado de mis amigos, de mi familia, de mi vida, ¿y me despiertas para que me dé cuenta de que mi ausencia no ha supuesto nada, que soy insignificante y que mi vida no vale para nada? Pues no es justo, para eso me dejas durmiendo. – Resopló, llevándose las manos a la cara y apretándose los ojos para no llorar de nuevo.

- ¡Oh, mierda!

Un dolor en su costado le hizo abrir los ojos y usó sus brazos para incorporarse apoyándose en sus codos. Enfocó la vista en el chico que se había tropezado con su cuerpo, que casi voló por encima suyo hasta que se quedó tumbado, jadeando, al otro lado.

- Dios, perdona. Joder, ni sabía que eras una persona y yo estaba yendo súper rápido porque es tardísimo y mis padres me dicen siempre que no llegue tarde porque es peligroso y aunque les diga que yo tengo mucho cuidado pues se preocupan. Y... estoy hablando demasiado.

Seis meses (Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora