3. Conexión

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15 de marzo de 2020

Los descansos entre clase y clase eran los peores. Agoney veía a los demás juntarse en grupos, quejarse de los profesores, de los exámenes y reírse de los memes que compartían en su cuenta de Twitter. Agoney ni siquiera tenía Twitter. Ni siquiera tenía amigos. Sí que le hablaba gente, y seguramente si se acercara a algún grupo le integrarían en la conversación, pero él no se sentiría cómodo, no como alguien a quien de verdad querían ahí y donde sus intervenciones valdrían algo. Por lo que Agoney se quedaba en su asiento, se ponía los cascos y escuchaba música mientras miraba Instagram u observaba a los demás de reojo y se castigaba por dentro, viéndose morir poco a poco.

Pensó en Raoul, llevaba pensando en Raoul todo el fin de semana, buscándolo en redes sociales para ver si lo encontraba. Lo encontró en Instagram, con una foto de él mismo, casi irreconocible porque solo se veían sus ojos y su nariz, pero inconfundible porque Agoney tenía grabados esos ojos a fuego en su mente. Marrones uniforme, con un brillo infantil. Eso, y que en su biografía ponía guitarra is love, guitarra is life. Así que no tuvo que descifrar mucho. Aun así, no lo siguió, su cuenta era privada y podía aguantar la curiosidad si así evitaba la ansiedad de esperar a que le aceptara la solicitud. Tal vez esperaba que fuera Raoul quien le encontrara a él y que sí se atreviera a mandarle solicitud e incluso abrirle por mensajes. Pero sabía que tampoco se lo merecería, que debía ser él quien tomara la iniciativa en algún momento, aunque era consciente de que ese momento tardaría en llegar.

La profesora llegó y con ella todos volvieron a sus puestos, Agoney se quitó los auriculares y puso lo que le quedaba de energía en la última clase.




A la salida tenía algo claro, y es que no había podido concentrarse por estar dándole vueltas a lo mismo: Raoul. Tal vez él si merecía que se esforzara un poco, más bien porque necesitaba volver a verle y sentir de nuevo ese chute de vitalidad que le había dado el viernes. Puede que fuera mejor que las drogas, que no había vuelto a probar desde los relajantes musculares y los antidepresivos de después de salir del coma. Dos meses llenos de pastillas parecían ser suficientes y él no llevó la contraria. Pero si recordaba la sensación y estar con Raoul era incluso mejor, porque podía pensar y ser consciente de ello.

Así que como un drogadicto necesitaba contactar con el camello que le diera su dosis, Agoney debía buscar a la única persona que podría saber dónde encontrar a Raoul.



Comió con prisa, sin importarle que los mellizos estuvieran enfadados entre ellos y hubieran hecho una pequeña guerra de comida que tuvo que recoger él. Tampoco importó que Emma hiciera llorar a James y su madre gritara que estaba harta de todo. Él también lo estaba, sin embargo, pero se quedó callado y consiguió que James estuviera contento dándole uno de sus viejos cómics de Batman. No se despidió de su madre al marchar, aunque la oyó decir que esa noche tendría que hacer inventario en la tienda y que volviera pronto.

Llegó rápido a HOME y se plantó frente al mostrador donde Harry estaba revisando unos papeles con el ceño fruncido. Respiró hondo poniendo sus manos sobre la mesa, haciendo que el de rizos levantara la mirada y relajara la expresión de su cara.

- Oh, Agoney. ¿Querías algo en especial? No ha llegado nada nuevo, creo que las novedades del mes aun tardaran...

- No. Nada de eso. – Aprovechó que tenía cierta confianza con Harry, y se atrevió a soltar todo de una vez. – ¿Tú conoces a Raoul fuera de aquí?

Harry abrió los ojos sorprendido, dejando escapar una media sonrisa que marcaba su hoyuelo derecho. Agoney se sintió un poco intimidado, notando que perdía la seguridad poco a poco.

Seis meses (Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora