29 de abril de 2020
Un peso había desaparecido de su pecho al entregar el examen a su profesora. No tardó mucho en coger la mochila y salir fuera para respirar hondo. Quería gritar de rabia, olvidarse de las preguntas del examen, de las respuestas inconclusas, del espacio que había dejado porque no se le ocurría que más poner. Quería ignorar la sensación de culpabilidad al no haber estudiado el día anterior, dar puñetazos a la voz que le decía que tenía que haber aprovechado el tiempo. Porque ya no había nada que hacer. El examen estaba hecho, y no tenía más clases, así que solo debía esperar a que Raoul llegara y entonces escuchar su voz tranquilizadora que le dijera que no pasaba nada.
Se sentó en uno de los bancos del campus y encendió el móvil para ponerle sonido. Se entretuvo un poco mirando historias de Instagram, pero al final volvió a bloquearlo y guardarlo en el bolsillo. Se acomodó en el banco, con la nuca pegada al respaldo del banco, y cerró los ojos. En el fondo, no quería esperar ahí, ni ver como sus compañeros pasaban por delante y le miraban de reojo. No le apetecía ir a comer, ni siquiera tenía hambre, y menos aún esforzarse por mostrar una sonrisa cuando lo que deseaba era tumbarse en su cama a escuchar música y maldecir su vida. Un plan triste, pero al menos lo haría él solo, sin dar explicaciones, y sin intentar que la gente lo entienda.
Raoul le iba a preguntar. Y aunque sabía que no le obligaba a contarle nada que no quisiera, se sentía igualmente con la presión de decirle todo, solo para que comprendiera al menos un diez por ciento de todo lo que pasaba por su cabeza y no le odiara del todo.
No se veía con más fuerzas para estar con el rubio, no para una conversación y no para parecer una persona feliz. Si tan solo pudiera decirle que no viniera, que mejor se iba a casa a descansar. Y vale, echaría a perder todos los avances y tal vez haría sentir mal a Raoul, pero necesitaba despejarse, echarse a llorar sobre su almohada y estar solo.
En momentos así no creía haber cambiado nada. Seguía sintiendo que todo iba mal y que no sería capaz de ser como los demás. Pensaba demasiado y, aun siendo consciente, no podía evitarlo. Siempre tenía que pensar en las reacciones de los demás, en sus miradas, interpretar lo que le decían e intentar que sus palabras no les hicieran sentir mal, ni hicieran que alguien pudiera odiarle. Y eso era bastante cansado.
Una notificación le hizo abrir de nuevo los ojos y el mensaje de Raoul levantarse e ir hacía donde le decía.
Había un coche blanco aparcado, un cuatro por cuatro que hizo sonar su bocina justo cuando él paso por al lado. La ventanilla del asiento del copiloto bajó, y la cabeza de Raoul apareció como un resorte.
- ¡Agoney! Sube, mi hermano nos lleva. – Con un poco de nervios, y sin decir una palabra, se subió a la parte trasera, dejando la mochila en el asiento del medio y poniéndose rápidamente el cinturón. – Él es mi hermano Jonathan, el mayor.
Jonathan no se parecía en nada a Raoul. A pesar de ser moreno, como le dijo el rubio, también estaba rapado, parecía también mucho más alto y musculado que su hermano. Tenía un gran tatuaje en su cuello, y por lo que pudo ver cuando se giró, unas cejas pobladas y unos ojos igual de marrones que los de Raoul.
- Hola. – Su voz sonó clara, levantó una mano y la otra la mantuvo en el volante.
- Hola. – Consiguió decir Agoney, después de aclararse la voz.
Jonathan empezó a conducir y Agoney jugó con sus manos sintiendo sus ojos picar. No iba a echarse a llorar delante de ellos, pero sentía los nervios en la base de la garganta y una incomodidad que le causaba ahogo en el pecho. Y vale, el examen ya daba igual y se había olvidado de él, pero ahora tenía otros problemas.
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Seis meses (Ragoney)
FanfictionCada seis meses era como despertar de nuevo Pasó seis meses en coma Después seis meses conociendo al amor de su vida Y seis meses donde estuvieron separados "No quiero más tiempo sintiéndome perdido, quiero una eternidad perdiéndome contigo." Un año...