19. Adrenalina

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30 de agosto de 2020

Durante tres días a finales de agosto, la ciudad montaba una pequeña feria a las afueras para celebrar la fiesta local y el final del verano. Había puestos de dardos, de patitos, de comida y atracciones gigantes que te hacían dar la vuelta completa en el aire.

Agoney recordaba el olor del algodón de azúcar mientras montaba en la noria para niños con sus hermanas cuando eran muy pequeñas. Cuando estaban arriba de todo, bajaban la cabeza y saludaban con sus manitas a sus padres, y Agoney se sentía el mayor protector, con sus diez años, porque sujetaba a Isabelle y a Emma – de 5 y 3 años respectivamente – envolviéndolas con sus brazos. Su padre le sonreía desde abajo, con Maryse a su lado comiendo una manzana caramelizada, y a él se le iluminaban los ojos con emoción.

Podía empezar a sentir esa sensación nada más entraron en la calle de los primeros puestos de la feria, con Raoul pegado a su hombro y Alex, Charlie, Nerea y Aitana delante. Era como electricidad corriendo por sus venas, excitándole y llevándole a un estado de nervios que, en vez de paralizarle, le daba ganas de saltar y probar todos los juegos que veía.

- Ay, yo era muy bueno cogiendo patitos. – Dijo Agoney señalando el pequeño puesto rodeado de juguetes y peluches.

- Todos éramos buenos en eso. – Bromeó Nerea. – Te daban mucho tiempo y siempre había premio.

Agoney fingió un puchero viendo como Nerea se reía. Raoul besó su mejilla y entonces ya no puedo evitar sonreír él también.

- A Agoney le dejas eh. – Le defendió el rubio, pasando el brazo por encima de sus hombros.

- Por eso me caen mejor las mujeres, mira Emma, ella es la mejor Hernández. – Dijo con una sonrisa Nerea.

Gracias a Raoul, Nerea y Aitana habían accedido a una charla con Emma. Agoney estuvo tranquilo hasta que le pidieron que se marchara para hablar cosas íntimas entre chicas. No sabía si estar preocupado o no, porque Nerea podía ser muy madura y a la vez muy niña. Aun así, su hermana parecía mucho más segura de sí misma, sin tanta vergüenza por ser como era, y eso había influido en su humor, que era mucho más alegre, sin perder su rebeldía, por supuesto.

Era aliviador ver como su familia se iba arreglando poco a poco, su madre estaba bien con la sexualidad de sus hijos, tampoco es que Agoney tuviera mucho miedo sobre eso, y además el nombre de su padre se hacía escuchar más por las paredes de casa. Entendieron que podían mantenerlo vivo si lo recordaban, y aunque doliera, como el dolor era compartido no hacia tanto daño.

- ¿Pero de nosotros quien es mejor? Yo, seguro. – Dijo Alex.

Agoney no se había dado cuenta de que ya estaban peleando por otra cosa. Nerea negó con la cabeza y sonrió.

- No puedo elegir a ninguno de vosotros.

- Soy yo chicos, lo siento. – Dijo Raoul, sobrado. – Tenemos una relación especial Nerea y yo.

- Tú y yo nos vamos a retar en algo – Nerea lo señaló con el dedo, luego se señaló a sí misma. – te lo digo, y quien pierda paga la cena.

- Me gusta, apruebo el reto. – Charlie, que había estado ausente en la conversación, interrumpió. – Jugad a lo de las escopetas.

Nerea y Raoul se dieron la mano sellando el trato. Agoney frunció el ceño, no sabiendo a que juego se referían. Dudó un poco en preguntar, pero como empezaron a caminar en silencio, decidió hablar.

- Yo no sé qué juego es. – Pensó que lo había dicho muy bajito, pero Charlie se giró con una pequeña sonrisa.

- Hay unas canicas en la pared y con una escopeta disparas para tirarlas de su sitio. Hay que saber apuntar.

Seis meses (Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora