11. Querido

245 46 68
                                    

23 de mayo de 2020

El caos había vuelto a su casa. Había sido una semana caótica en general, y Agoney fue sintiéndose cada día peor que el anterior, acumulando ansiedad en su pecho e ignorándolo como bien sabía hacerlo. Pero el sábado se sintió superado. Se despertó sintiendo los ojos cansados y seguramente rojos por haber llorado la noche anterior, y con un dolor de cabeza que le impedía levantarse de la cama. Aun así, antes de las once ya estaba desayunando solo en la mesa, con una taza de Mickey mouse y sus dos hermanas menores mirándole con enfado.

No es que él las hubiera hecho algo directamente, más bien fue accidental y de verdad no quería ponerlas en su contra. Isabelle siempre había confiado en él y no le gustaba ver como parecía traicionada. Con Emma tampoco quería tensar más las cosas. Ahora que las cosas con su madre estaban arregladas, surgía otro conflicto, y Agoney empezaba a cansarse de verdad.

- ¿No me vais a hablar? Porque creo que anoche también os pasasteis. En realidad lleváis toda la semana. – Dijo Agoney con la voz ronca, rompiendo una galleta y metiéndola en su café.

- No conseguirás hacernos sentir culpables. – Isabelle habló por las dos, siempre se le dio bien hablar, defenderse y argumentar sus peticiones para convencer a sus padres y conseguir lo que quería. Pero nunca la había visto tan unida a Emma, y aunque era algo sorprendentemente bueno, que esa alianza fuera hecha solo para luchar contra Agoney no le terminaba de gustar. En realidad le dolía. – ¡Tú la cagaste! Podías haberte callado.

- No iba a quedar en mi consciencia haber engañado a mamá solo para que vosotras pudierais ir a un concierto en la ciudad de al lado, con dos chavales que ni siquiera conocéis. Lo siento por ser vuestro hermano mayor. Papá habría hecho lo mismo.

- Papá nos habría llevado.

La conversación paró de golpe con un silencio seco. Agoney sintió su labio temblar, y bajó sus manos hechas puños debajo de la mesa. Emma había bajado la cabeza después de su comentario, pero Isabelle se la aguantaba, con ojos oscuros y feroces.

- Que tengas miedo no significa que puedas prohibirnos cosas. Somos mayorcitas. – Isabelle hablaba con dureza, pero sin alzar la voz. Estaba cruzada de brazos, y su largo pelo negro trenzado caía por su hombro derecho. No sabía cómo, pero Agoney siempre la veía preparada para un ataque, tranquila pero alerta. Era difícil pillarla por sorpresa. – Y si lo que querías eras ponernos en contra de mamá, lo has conseguido.

- No quería poneros en contra de nadie.

A Agoney no le quedaban fuerzas para discutir. La noche anterior acabaron a gritos, su madre teniendo que interrumpir la pelea y preguntar qué pasaba. Agoney se chivó y las chicas le echaron en cara que todo había sido su culpa, diciéndole que si no se hubiera metido, no habría habido discusión en primer lugar. Maryse las castigó y Agoney se encerró en su cuarto y ahogó las lágrimas en la almohada.

- Pues lo has hecho. – Emma se levantó de la mesa e Izzy la imitó. Ambas arrastraron la silla. – Metete en tu vida. Un buen hermano mayor nos habría ayudado, incluso podríamos haber ido juntos. Esta familia es un asco.

Emma salió de la cocina mientras refunfuñaba e Isabelle negó con la cabeza mirándole.

- No sé Ago... de verdad que queríamos ir. Y tú... nunca te habías puesto de lado de mamá.

- Ella no os dejó ir en primer lugar Izzy, y la entiendo. – Se encogió de hombros. – Da igual. Lo siento.

Apartó la mirada cuando ella se giró y se fue por el mismo camino que su hermana. Bajo la vista a su desayuno y encontró la galleta deshecha en la leche. Se le aguaron los ojos y con la cuchara recogió los pedazos, metiéndoselos en la boca a pesar de que no tenía hambre. Se olvidó de la otra mitad de la galleta y se acabó el café en dos grandes sorbos antes de levantarse e irse también a su habitación.

Seis meses (Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora