27. Triunfar

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4 de diciembre de 2020

Era la recta final del primer semestre, que acababa sobre el 15 de diciembre. A Raoul le faltaban por entregar los últimos trabajos, ya que exámenes solo tendría a final de curso. Le estaba costando concentrarse en las lecturas que le obligaban a leer, y sobre todo interpretarlas. Tampoco quería pedir ayuda, pensaba que si lo hacía significaba que él no era capaz e iba a suspender, o no valdría para eso. Y no podía permitírselo, estaba en Londres por el amor de dios, y en lo único que pensaba era que estaba desperdiciando la experiencia.

Por otro lado, estaba Agoney. Le notaba inestable, y eso le creaba ansiedad. Le creaba malestar e impotencia porque estaban lejos y la preocupación no se desvanecía de su pecho al ver sus ojos cansados. Quería perderse en las afueras de Londres y fumarse un cigarrillo con él al lado, distraerse escuchando su voz, sintiendo sus manos acariciarle el pelo. Le echaba de menos y no era consciente del apoyo que representaba hasta que se ha visto en la situación. ¿Así se sentiría Agoney antes de conocerlo? Le dijo que se sentía solo aunque estuviera rodeado de gente, que no sabía explicar lo que sentía porque ni él lo entendía.

Raoul empezaba a entenderlo mucho mejor. Jonathan ya había intentado animarlo un par de veces y solo había conseguido malas contestaciones. No quería estar a la defensiva, siempre volvía a disculparse, pero odiaba sentir que no tenía control de sus emociones.

En su cabeza solo daban vueltas tres temas: sus sentimientos por Agoney, que reprimía entre la culpa y el miedo; la audición que hizo para el conservatorio de Londres, que le creaba un nudo en la garganta; y por último la carrera, el sentir que estaba defraudando a todos, sentir que estaba tomando malas decisiones, sentirse él mismo como un autómata que no estaba realmente viviendo la vida, sino pasando por encima.

Había intentado hablar con Peter, quien era la persona con la que más confianza había cogido, pero no se le ocurría ni cómo sacar el tema, ni realmente qué era lo que necesitaba sacarse de dentro para sentirse mejor. Sabía que guardárselo le estaba haciendo daño, y que Agoney era el único con quien deseaba hablar en realidad. Desde aquella noche en el parque, cuando se tropezaron, supo que podría entregarle su alma sin peligro.

Le llamó esa noche, esperando que no se molestara por las horas y por no haberle avisado. Habían decidido no llamarse todos los días obligatoriamente, en cambio hablaban por mensaje cuando les apetecía y por ahí determinaban si querían hacer vídeollamada. Su relación –amistosa– a distancia había mejorado porque no estaban pendientes del otro a cada rato y no se sentían culpables si un día no hablaban.

Agoney le colgó la llamada al tercer tono, haciendo que el ceño de Raoul se frunciera. Pero antes de que pudiera ponerse a maquinar posibles teorías por las que Agoney no quisiera hablar con él, el moreno ya le estaba llamando, esta vez por vídeo.

- ¡Hola!

La sonrisa de Agoney destensó todo su cuerpo, y se echó hacia atrás en la cama, apoyando la espalda en la pared.

- Pajarito. – Dijo, sonriendo también. - ¿Te pillo bien? ¿O te ibas a dormir?

- Siempre me pillas bien. – Las mejillas de Agoney se sonrojaron, parecía muy contento. – Duermo mejor si hablo contigo antes. No te preocupes, estaba mirando tik toks.

Raoul se mordió el labio. Agoney también estaba en su cama, había encendido la luz así que le podía ver perfectamente, vestido con su pijama habitual de Star wars, las mejillas rosas y los ojos brillantes.

- Te veo muy bien, cuéntame anda.

- Hoy era mi último día de prácticas, los niños me hicieron unos dibujos.

Seis meses (Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora