32. Final 2/2

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A Raoul le encantaban los bufés libres. Siempre que iba de vacaciones con su familia, y en el hotel ofrecían bufé libre, él arrasaba con todo. Se ponía un poco de cada alimento, un surtido que llenaba su plato, y su padre le avisaba que debía comérselo todo. Él lo hacía. Pero es que le encantaba probar todo, no quedarse con la intriga de conocer todos los sabores, sobre todo si estaban en un país diferente. En Londres, Raoul había visitado muchos restaurantes orientales con uno de sus compañeros, y además de mejorar su inglés, también había aprendido algunas recetas y mucho sobre gastronomía. Sabía que si no se ganaba la vida con la música, tal vez podía probar con la cocina.

El banquete de la boda de Harry y Louis le dio una alegría. Había dos largas barras, vestidas con mantel blanco y cubiertas de bandejas con diferentes comidas. Agoney y él fueron hacia la pila de platos y cogieron uno cada uno.

Después del emotivo momento en el banco, habían vuelto a besarse de nuevo hasta que escucharon el flash de una cámara. Harry estaba de pie delante de ellos, con una sonrisa demasiado grande, Louis fue quien hizo la foto, bajó la cámara y Harry se asomó para ver la fotografía. Raoul y Agoney acabaron sonrojados, y los recién casados fardaron de haber sido la celestina de aquella relación. Raoul no lo contradijo, pues no habría vuelto a ver a Agoney si Louis, su profesor de canto, no hubiera sido pareja de Harry, que casualmente se llevaba bien con Agoney. Y Louis había sido un poco su guía y el de Agoney, siempre dándoles consejos indirectamente.

- Espero que haya algo como espaguetis, la mayoría de cosas no sé qué son. – Comentó Agoney, pegado a él mientras paseaban por las comidas.

Raoul aun seguía bastante agitado, nervioso al tenerle a su lado por fin, de poder volver a oler su maravillosa colonia y ver esa sonrisa tierna. Todo el viaje había planeado lo que haría cuando lo viera, pensó en distintas situaciones por si se veían antes de la ceremonia, o después, o si al final Agoney no aparecía y él quedaba como un tonto. Incluso pensó en ir a su casa si eso pasaba. Pero al final,de nada habían servido, ni el discurso preparado, porque cuando lo tuvo en frente las palabras salieron solas, descontroladas pero sinceras. Y no se sintió mal al ser como era, porque de eso se había enamorado Agoney.

- Eso son rollitos de primavera, muy buenos. – Cogió uno y se lo puso en el plato. – Oh, y eso es un wok de verduras, son fideos así que seguro que te gustan, muy parecidos a los espaguetis pero sano porque lleva verduras.

Agoney confió en su criterio y se sirvió un plato único. Aun así, acompañó a Raoul hasta que se quedó satisfecho con su plato y fueron a sentarse a su mesa. Harry y Louis los habían colocado junto a unos primos, y ellos no los conocían. El salón era grande y espacioso, las mesas redondas estaban colocadas alrededor de una pista donde ahora estaban las barras del bufé, pero que después quedaría libre para poder bailar.

- ¿Sois pareja? – Pregunto uno de los chicos, de pelo rubio teñido. Raoul se sonrojó, metiéndose una cucharada de arroz en la boca para no tener que responder.

- Bueno... digamos que estamos en ello. – Contestó Agoney, y miró al rubio sonriendo. Raoul aun no se acostumbraba a lo mucho que había crecido, en todos los sentidos pero sobre todo en seguridad. – Aún no hemos aclarado nada.

- Pues hacéis buena pareja. Soy Noah, por cierto, primo de Louis. – Noah sonrió brillante, tenía rasgos infantiles, una barbilla sin barba, mofletes gordos y el pelo peinado hacia arriba en puntas. – Tenemos los mismos ojos. – Pestañeó de forma exagerada, haciendo reír a ambos.

- Os parecéis, sí. – Raoul asintió, limpiándose la comisura de los labios. Le gustaban mucho los ojos azules, como los suyos, pero dejaron de ser sus favoritos cuando conoció los oscuros de Agoney y pensó que prefería perderse en un espacio infinito que ahogarse en agua cristalina.

Seis meses (Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora