2. Destellos

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12 de marzo de 2020

Fue un viernes por la tarde, una semana después de haber conocido a Raoul, cuando volvió a verlo.

Agoney había dejado pasar una semana caótica llena de trabajos en grupo con compañeros de carrera que le ponían nervioso y no le escuchaban, mezclada con advertencias de profesores que le recordaban que se acercaban los exámenes y tendría que estudiar cien temas de cien formas distintas. Todo eso, añadido a tener las tardes ocupadas con sus hermanos porque a su madre le tocaba hacer jornada completa.

Y mientras esperaba a que otra semana igual viniera, él se había escapado para darse un respiro. Llevaba unos días pensando en comprarse un nuevo disco, uno más para continuar la pequeña colección que tenía en la estantería, sobre el escritorio. Nueva música para poder perderse en ella en vez de perderse en su propia vida y sentirse miserable.

Entró en HOME, un local medio escondido en una de las calles estrechas de su cuidad, al lado de una tienda de zapatos y bajo un bloque de edificios que se caía a trozos. No era muy glamuroso, pero era la única tienda de música que aún no había quebrado por culpa de los centros comerciales y la música digital, así que Agoney intentaba ir a menudo y gastar dinero para contribuir a que no cerrara.

- Hola Harry. – Saludó al chico tras el mostrador, que le dedicó una de sus maravillosas sonrisas, con hoyuelos incluidos.

- ¡Agoney! Me alegra que vuelvas a venir. – Harry era de los pocos que le había echado de menos, por lo menos bajo la impresión de Agoney. Incluso fue al hospital cuando despertó y le regaló una edición especial de un disco de Queen, alegando que necesitaba incentivar a su mejor cliente a que volviera y asegurando que no ocasionaba ningún problema financiero.

- Aquí me tienes. Me quedaría a vivir si pudiera.

Harry rodó los ojos, que llevaba perfilados en negro haciendo más transparente el verde de sus iris. No tardó en volver su vista al móvil, seguramente para seguir hablando con su pareja. Sus rizos marrones cayeron, creando una cortina que ocultó la tierna sonrisa que esbozó al leer un mensaje.

Siempre era así, y Agoney sentía que había más familiaridad y que le conocían mejor en esas cuatro paredes que en su propia casa.

Se introdujo entre los pasillos, ojeando todos los discos organizados según los géneros. Escuchó que entraba otra persona, pero el murmullo de la voz de Harry se perdió cuando empezó a leer los títulos, dejándose llevar por las portadas de los álbumes que más le llamaban la atención. No buscaba nada en concreto, tan solo algo nuevo que pudiera descubrir y que le hiciera pensar en otra cosa. Y también sentir la emoción de tener algo nuevo entre sus manos, de leer las letras del libreto y buscar información del cantante sobre su inspiración al escribir las canciones.

- Vas a tener que comprarte una nueva, compañero. – Oyó que decía Harry, con voz consternada.

- ¿Puedo echar un vistazo a las que tienes aquí? – No reconoció la voz al principio, pero si le hizo prestar más atención a la conversación.

- Puedes, solo tengo tres expuestas, y un par más en el almacén, no creo que traiga más hasta vender esas.

- Pues hoy te vas a deshacer de una, porque no puedo esperar a tener a otro bebé en mis manos. No puedo pasar un día sin tocar, si algún día me ves triste, solo dame la guitarra y volveré a sonreír como un niño.

Aquello le hizo sonreír y esperó, mirando por encima las estanterías, hasta que fue Raoul el que lo vio.

- ¿Agoney? – Preguntó, con extraña sorpresa y una emoción que Agoney no sabía reconocer si era algo bueno o malo. ¿Tal vez era que estaba fingiendo? ¿O de verdad se había alegrado de encontrarle? Él si se alegraba, aunque los nervios le impidieran sonreír con normalidad. – Esto tiene que ser el destino, eh. ¿Vas a comprar un disco? Yo necesito una guitarra, Harry dice que la mía no tiene arreglo. Supongo que lo entiendo porque lleva conmigo unos cuatro años.

Seis meses (Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora