26. Enamorarse

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28 de noviembre de 2020

Llevaban media hora estudiando cuando se dio cuenta de que Charlie tenía la mano sobre el muslo de Alex, debajo de la mesa. Pensó que sería para que no rebotara la pierna, como hacia siempre, así que Agoney decidió ignorarlo. Estaban en la biblioteca, como habían estado haciendo algunas tardes desde que acabó las prácticas. Alex solía concentrarse en tramos de unos 20 o 25 minutos, según si veía algo que le llamaba la atención fuera de los apuntes o si se le ocurría alguna tonta idea que compartir con ellos.

Charlie estaba inusualmente tenso, con los labios apretados y un libro sobre historia antigua sobre la mesa, que aguantaba con la mano libre. Cuando el pelinegro notó su mirada levantó la cabeza. Sus cejas estaban fruncidas, pero Agoney se había acostumbrado a ello y ya no pensaba que estaba enfadado.

- ¿No tienes exámenes? – Le preguntó, porque tenía que disimular que simplemente los estaba observando como un cotilla.

- No. Un proyecto simplemente, pero lo llevo bien y es para enero. – Volvió a mirar el libro.

Agoney suspiró volviendo a sus apuntes. Debía resolver un caso práctico, como los que había trabajado en clase, pero esta vez individualmente. Estaba leyendo sobre los diferentes grados de TEA cuando Alex se levantó de la mesa.

- ¡Es que no entiendo porque estás aquí! – Alex gritó, mirando furioso a Charlie.

- Baja la voz. – Le pidió, sin siquiera levantar la vista del libro. – Nos van a echar.

- Que me echen, me da igual. Tampoco he podido concentrarme. Puedes leer en tu casa Charlie. ¿Qué haces aquí?

Agoney tragó saliva, no entendía a que venía todo eso. Charlie al final cerró su libro y miró a Alex. Era la primera vez que le veía con los puños apretados, conteniendo sus emociones, tan fuerte, que la vena de su cuello parecía a punto de explotar.

- Mira Alex, entiendes siempre lo que quieres y escuchas lo que te interesa, así que no voy a discutir contigo. Dijimos que vendríamos a estudiar juntos para ayudarte y aquí estamos. No te quejes tampoco.

- Hombre me quejo si sé que estás perdiendo tu tiempo aquí solo por mí.

Agoney pensó que tal vez esta pelea venía de antes, de alguna conversación que hubieran tenido y de la que él no sabía nada. Charlie y Alex parecían tener su mundo aparte.

- ¿Y por quien más iba a hacerlo? ¿A dónde me voy? ¿A casa de mi madre? Porque sí, me apetece un montón escuchar al imbécil de mi padrastro hablar de lo mucho que odia a la gente como yo sabiendo lo que jodidamente soy.

La respiración de Charlie era pesada, la de Alex se ahogó cuando exhaló un gemido tembloroso.

- Tú... ¿se lo has contado?

La bibliotecaria se les acercó con una sonrisa tensa para decirles que si necesitaban hablar que se marcharan a fuera. Agoney asintió y empezó a recoger sus cosas. Alex y Charlie hicieron lo mismo, sin dirigirse ni una mirada.

Una vez fuera, Agoney temió que se pusieran a chillar de nuevo, así que intentó calmar el ambiente.

- Chicos... qué tal si vamos a tomar un chocolate...

- Después. Primero necesito aclarar algo. – Alex se acercó a Charlie despacio, le cogió de la mano y habló a centímetros de su cara. – ¿Se lo has contado porque te dije que eras un cobarde?

- No. – Charlie resopló cuando Alex le miró alzando una ceja. – No solo por eso. Quería decírselo, ya llevaba mucho tiempo escuchando esos comentarios y pensé que si se lo decía él... No sé. Prefiero al gilipollas de mi padre, que me acepta, a este que aunque no ponga los cuernos es un cavernícola.

Seis meses (Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora