07. Bellaco

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07
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Bellaco


Año 1898

Ese día había comenzado de una forma más tranquila a la que se imaginaba. Se había levantado sin que Dorothea lo despertase, imaginó que se debía a que era demasiado temprano, pero, luego de tomar un baño y vestirse, se dio cuenta de que nadie se acercaría a levantarlo esa vez. Se sorprendió un poco, pero lo dejó pasar, porque no todos los días tenía la fortuna de que no lo incomodasen durante la mañana.

Al bajar había notado que sus padres no se encontraban ahí, y que sus hermanas seguían durmiendo, así que desayunó en las cocinas junto a Dorothea y a cualquiera que desease comida.

Fue cuando sus padres llegaron que el caos comenzó. Lo enviaron a ducharse, y, por más que él exclamase que ya lo había hecho, no hubo caso.

Después de la segunda ducha del día, Dorothea le alcanzó el traje que se le había preparado anteriormente y se lo puso solo, respirando la atmósfera de tranquilidad que había en su habitación. Miró el papel que estaba arriba de su escritorio y lo envolvieron las ganas de seguir escribiendo aquello, pero el correr de unos zapatos por el pasillo lo envió de nuevo a la realidad. Seguramente era un empleado con las preparaciones.

Tuvo que seguir a sus padres por todo el palacio, asegurándose de que todo estuviese en su lugar y, antes de lo acordado, llegaron al palacio visitas.

Fue así que, entonces, se encontraba sentado junto a la chica en la sala, frente a la chimenea. Ese invierno era terrible, y no podría haber salido a los jardines ni aunque lo desease, se congelaría al dar el primer paso.

—Mi padre está como loco buscando a algún candidato para que sea mi marido —suspiró Eleanor— Tengo la esperanza de que no se apresure demasiado, disfruto de mi soltería.

—¿Por qué no se lo comentas? —le preguntó— El hecho de que no quieres casarte..

—Estás poco cuerdo si consideras que es una buena idea eso... enloquecerá un poco más... parece ser que los veintidós años te han sentado mal.

Louis rio ante ello.

—Los veintidós no me han golpeado para nada mal, sólo propuse una solución, si usted lo ve complicado, entonces no lo ponga en práctica —obvió.

—Sí, como digas —rodó los ojos— ¿Qué más podría hacer para que mi padre se tranquilice?

—Quizás aprobar algún candidato que él le proponga.

—Ninguno termina de convencerme —se lamentó— Ninguno de ellos realmente llama mi atención.

—Ya encontrarás a alguien —la tranquilizó, levantándose— si me disculpas, debo asegurarme que todo esté en camino para esta noche —le hizo saber, saliendo de la sala.

Ese día era veinticuatro de diciembre, su cumpleaños. Sus padres habían aprovechado para festejar navidad de paso, por lo que habían organizado una fiesta más grande de lo usual. Eran dos salones los que se pondrían a disposición de la fiesta. En esa ocasión no comerían en ninguna mesa porque sería demasiado rebuscado, por lo que habría bocadillos en distintas mesas para que la gente se hiciese con ellos, era toda una novedad hacer aquello, y a sus padres no les gustaba quedarse atrás.

Al ir a los salones dispuestos, Louis sólo comprobó lo que ya sabía: todo estaba más que listo para que la gente comenzara a llegar... pero eso no tardaría mucho, faltaba poco más de media hora para que la hora estimada se cumpliese.

El príncipe del reino Azul [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora