El príncipe del reino Azul [L.S]

18. Misterioso

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Misterioso

El momento en el que llegó al castillo del norte y los dos días que le continuaron a él quizás se podían describir algo tensos. Los padres de Albert llegarían al cuarto día después del arribo de ellos, por lo que ya se había enviado a arreglar una habitación para ambos. Sin embargo, quería duplicar la seguridad en el lugar, pero la mitad de los guardias se habían quedado en el camino al norte, verificando que las regiones estuviesen bien protegidas por los encargados de ello. Louis sabía que éstos llegarían el segundo día de instancia de los reyes, pero no podía dejar de pensar que deseaba tener más gente a su alrededor. Quizás era el terror que había quedado recorriendo por sus venas ante lo sucedido con sus padres.

—¿Estás seguro de que estás bien? —le preguntó Gemma, que se encontraba sentada junto a él en la sala de té.

—Estoy bien, Gemma —repitió— sólo agotado por el viaje y por todo lo que ha sucedido, en general, pero pronto lo superaré, no te preocupes.

—Louis, ya ha pasado un tiempo...

—Lo sé.

—¿Cuándo podrás superarlo? —cuestionó, y Louis luchó por no enfadarse.

—Gemma —exhaló, cerrando los ojos— viví veinticuatro años junto a mis padres, no puedes pedirme que los supere en meses. No es normal, no en mí. No puedo olvidarme de ellos ni siquiera cuando cierro los ojos para dormir, así que, por favor, no me preguntes cuándo lo superaré, porque probablemente nunca lo haga, quizás, algún día, aprenda a vivir con la pérdida, pero no mucho más que eso... no cuando eran mi razón de ser. Cuando lo son —tras decir aquello, enterró su rostro en sus manos. Al hacerlo, descubrió sus mejillas húmedas.

—Louis, perdóname —pidió la chica, aproximándose a él y encerrándolo en un abrazo —no fue mi intención, ni siquiera sé lo que se debe sentir perder a tus padres, discúlpame, no te quise hacer sentir mal.

Se sentía estúpido. No quería llorar, pero no podía evitarlo, siempre que pensaba en ellos acababa de la misma manera.

Siempre que los pensaba, rogaba entregar su alma si acaso de esa manera le devolviesen a sus padres de vuelta.

—¿Has vuelto a hablar con Harry? —le preguntó Liam.

—No realmente. Desde el viaje lo he estado evitando —confesó.

—¿Por qué? —cuestionó. Para hacerlo, giró el torso y lo miró con el ceño fruncido, dejando de doblar sus pantalones por un instante, para luego volver a su trabajo.

—Simplemente no quiero —espetó.

—Escúchame, rey enano de Gormwolf, puedes decirte eso en tu cabeza alborotada, pero a mí no me lo digas, porque te conozco perfectamente, incluso mejor que tú, así que te voy a pedir que por favor me digas por qué no le has hablado al chico que te atrae.

Louis cerró los ojos fuertemente. "El chico que te atrae" ¿Cómo es que Liam soltaba aquellas palabras con tanta ligereza? ¿No notaba, acaso, la gravedad del asunto? suspiró.

—Lo que siento por él es tan grande que se me escapa del cuerpo, Liam, temo estar a su lado y confesarle que me vuelve loco... y no de una manera correcta.