09. Cálido

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09

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Cálido


Harry Edward se encontraba tomando su mano, sonriéndole. Los cálidos rayos del sol llegaban a ellos, abrazándolos con suavidad. Louis estaba totalmente cómodo.

Estaban sentados frente a un acantilado, las vistas, al mar de Gormwolf, eran hermosas. El atardecer estaba comenzando a hacerse y sintió que su día no podía mejorar.

Realmente, no podía mejorar.

A la par de que el cielo se tornaba anaranjado, el sol comenzó a irradiar más calor del esperado. Comenzó a quemarle. Louis se sintió sofocado.

—Edward, ¿no sientes que no puedes respirar por el calor? —preguntó, sintiendo pequeñas gotas caer por su frente.

—Por supuesto que hace calor, William, estás en el infierno.

La respiración se le entrecortó, y, en un abrir y cerrar de ojos, ya no se encontraba sosteniendo la mano de Edward, y estaba al borde del acantilado.

—Me das asco, William, ¿Cómo puede ser que sientas tal atrocidad por mí? Eres asqueroso.

Harry se acercó, dispuesto a empujarlo. Abajo ya no había mar, sino una lava burbujeante que amenazaba con escocer cada centímetro de piel que le tocase.

Sin embargo, el ojiverde no alcanzó a tocar a Louis, porque éste abrió los ojos por un portazo que se produjo en su cuarto.

Se despertó exaltado, sentándose en su cama por el ruido. Le costó enfocar a la persona que acababa de entrar.

—Señor, Louis —le dijo Geoff, agitadamente— tiene que acompañar, ya, levántese.

—Geoff, ¿Qué hora es? —se quejó Louis, viendo que aún no amanecía— ¿Qué diablos ha ocurrido?

—Louis, ha habido un altercado en el camino, en el carruaje de sus padres. He dejado a hombres custodiando y vine en un caballo, pero necesito que venga rápido, y que encargue ya un carruaje hacia allá.

Louis frunció el ceño, levantándose y, sin importar que el hombre se encontrara aún ahí, se quitó el pijama de ceda, colocándose una camisa blanca y unos pantalones negros. Se estaba poniendo la segunda bota cuando un sollozo se escapó del sujeto que lo acompañaba. Louis se preocupó.

—¿Te han lastimado?

—No, no, pero príncipe, debo advertirle —susurró, lastimosamente— Lo lamento mucho por molestarlo, Louis, pero lo que va a ver no es agradable... si lo desea yo los traeré solo, con los hombres los cuidaremos.

—Geoff —Louis enserió— Debo pedirte que me digas ya qué ha ocurrido.

—No... cielo santo...

No necesitó oír más.

—Envía a Zacharias a cuidar a mis hermanas, y despierta ya a Dorothea, que ella esté atenta también. Yo mismo prepararé mi caballo, ¿el carruaje para qué es?

—Para traer a los heridos.

Louis asintió.

Bajó las escaleras con sus piernas temblando, y despertó al personal para que le preparasen el carruaje, para luego colocar él mismo la montura en su Shire. Se montó porque no creyó que sus extremidades soportasen su cuerpo mucho más, y aguardó los pocos minutos que Geoff tardó en salir. Desamarró su caballo y se alineó con él.

El príncipe del reino Azul [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora