11. Deslumbrante

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Deslumbrante


Luego de hablar en los jardines, Louis no volvió a ver a Harry hasta la tarde. Había pedido a Dorothea que le llevase el almuerzo a la habitación porque deseaba pensar.

No quería perdonar a Edward tan fácilmente luego de haber vuelto después de años de lo prometido, pero, ¿Qué debía perdonar exactamente? ¿Por qué Edward le debía explicaciones? Además, su mente y alma rogaban porque olvidase aquel asunto de una vez por todas, deseaban poder acercarse al príncipe y tener la oportunidad de hablar con él todo lo que esos años no pudo.

No comprendía por qué, no debía tener esos sentimientos por quien siempre le fastidió en la infancia. Pero, la infancia era sólo la infancia, ¿no? ¿No le había comenzado a mirar con otros ojos en la adolescencia?

No. No. No debía, él no era un depravado. Sentir algo... así en todo su reino era totalmente inmoral, y él era el representante de todo aquello, ¿Cómo si quiera se le imaginaba tener esas emociones tan ilegales?

Pero a él no se le había imaginado, por el santísimo, Louis ni siquiera deseaba sentir aquello, sólo quería olvidarse de esa electricidad que recorría por cada milímetro de su sangre cada vez que observaba esos verdes ojos de cerca.

Sus ojos eran los que batallaban contra él, y sin una pizca de consentimiento vagaban por el rostro y cuerpo del muchacho del reino Verde. Él no lo deseaba, pero su cuerpo imploraba por que, por todos los cielos, se rindiera ante lo que sentía.

A pesar de haber entrado a su habitación con la intención de pensar y aclarar sus ideas, salió de ella más confundido. Paseó por los pasillos, esperando no encontrarse con Edward, porque, de tanto vagar por sus pensamientos, se encontraba con las emociones a flor de piel y no se creía capaz de contenerse a hacer algo, lo que fuese.

Sin embargo, al doblar a la izquierda no fue a Harry quien se encontró sino a Dorothea, que estaba limpiando el suelo del pasillo con una escoba.

—Buenas tardes, Dora, ¿Cómo se encuentra?

—Buenas tardes, niño Louis... me encuentro mejor que tú, seguro —sonrió la mujer de avanzada edad.

—¿Disculpe? —frunció el ceño.

—Va con los ojos hacia la nada y el rostro blanco, si encontrara bolsas bajo sus ojos sabría que está usted enfermo, pero no es así... está perdido entonces, casi tanto como su mirada.

Louis suspiró, cerrando los ojos.

—Está usted bien, Dorothea. Me siento perdido, por muchas razones que usted conoce como todo el reino.

—Y muchas otras de las que sólo tú sabrás —asintió— le conozco, pequeño. Tú no te encuentras así sólo por la ida de los reyes Markus y Johannah, descansen en paz.

¿Tan transparente era?

—Sí... pero ¿qué hago si no quiero estar...?

—Si no quieres sentirte perdido, no le temas a encontrarte.

Louis sintió que la mujer frente a él sabía exactamente por lo que estaba pasando, pero lo descartó. Si Dorothea tan sólo supiera sobre eso, probablemente no estaría dirigiéndole la palabra en ese momento. No comprendía cómo Félicité podía hacerlo con tanta felicidad conociendo... sabiendo que...

El príncipe del reino Azul [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora