12. Fascinante

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Fascinante


Harry se preparó para partir. Estaba nublado y había un leve viento frío que escocía la piel y que contrastaba con el sol que emanaba un fuerte calor para la época del año en la que se encontraban.

—Así que al fin recuerdas que tienes tu propio reino —comentó Louis, parándose a su lado. Edward estaba observando cómo cargaban al carruaje sus cosas.

—Es así, pero no te preocupes, me siento realmente a gusto en Gormwolf y volveré antes de que puedas recordar que me fui.

—Rezaré todas las noches para que así no sea —bromeó y Harry carcajeó. Por su sonrisa, sus hoyuelos se hicieron notables y Louis no pudo dejar de pensar que la manera en la que inclinaba la cabeza para adelante para reírse era fascinante, porque su cabello se adelantaba un poco sobre su rostro, formando una imagen encantadora del muchacho.

—Me extrañarás, William, estoy seguro.

Mucho.

—Eso desearías, pero no lo haré. Disfrutaré cada segundo en la que me falte tu compañía.

Escribiendo poemas sobre ti.

—Tan insensible —suspiró Harry.

Louis iba a responder, pero Lottie apareció junto a ellos, abrazando al extranjero.

—Te extrañaré, visítanos pronto, ¿sí?

Edward miró victorioso al ojiazul, sobre el hombro de su hermana.

—Apenas pueda, vendré— prometió.

Lo estaba observando de manera burlesca, casi de la misma forma que lo hacía cuando era pequeño, pero, lejos de irritarlo, Louis sintió la incontrolable necesidad de tomar entre sus dedos un pequeño rulo que caía agraciadamente por su frente.

Al llegar sus otras tres hermanas, Harry saludó a todos con un abrazo -el del reino Azul tuvo el parecer de que su abrazo fue más duradero, pero se cuestionó que quizás él hubiera deseado que así fuera- y se subió al carruaje, dirigiéndose al norte para dejar Gormwolf atrás, y a Louis con menos dudas de las que le gustaría.

Porque luego de aquella visita casi no se cuestionaba lo que menos le gustaba saber, que algo sentía por Edward.

Vio el transporte desaparecer por el camino, y volteó hacia sus hermanas, quienes estaban paradas junto a él.

—¿Jugamos a algo? —les preguntó.

—¡Escondidas! —propuso Daisy— Escondidas, por favor.

—¡Yo no cuento! —exclamó Louis.

—¡Yo tampoco! —exclamaron todas.

—Yo propongo que cuente Daisy porque fue la de la idea —Propuso Charlotte.

—Yo creo que debe ser Louis porque es el mayor —se defendió Daisy.

—Yo fui el primero que dijo que no contaba —se quejó— Votos porque cuente Daisy —pidió, levantando la mano.

Todas, para salvarse de hacerlo, siguieron a Louis en ello.

—Bien, bien, contaré yo —se quejó— Pero, Louis, nada de ocultarse en la torre de astronomía, sería injusto, ni siquiera podría entrar a ver si estás allí porque nos lo tienes prohibido.

El príncipe del reino Azul [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora