Capítulo II

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«No creas que ahora somos amigos» declaró Damon Albarn en el tiempo que se mojaba el rostro frente al enorme espejo del baño. Admiré su todavía aniñada faz, no me gustaría referirme a él como atractivo en aquella tierna etapa de su vida, sino como: «bonito». Aunque gozábamos del mismo uniforme y jamás le había visto fuera de la escuela, yo sentía que vestía de maravilla. Me gustaban sus zapatos tan brillantes.

Levantó la cara. Yo permanecía embelesado por su reflejo y tardé en advertir sus palabras. Me preguntó a qué se dedicaban mis padres, sin embargo, yo fingí desconocer las ocupaciones de mis progenitores, limitándome a encoger los hombros. Esto no era sobre mí, era sobre Damon. Yo era un niño aburrido en una ciudad aburrida, con padres aburridos, hermana aburrida, abuelos aburridos y ropa aburrida. A Damon, desde que lo vi andando por los pasillos, lo percibí como el chico más cool de Stanway.

— No puedes ser tan ignorante — se volvió hacia mí —. Claro que sabes en qué trabajan tus padres. Todos lo saben, bueno, a menos — miró frenético a su alrededor —... que estén involucrados en asuntos con pandillas y tengas prohibido hablar sobre el asunto.

Abrí los ojos como platos, asombrado por su errónea y dramática deducción. Moví la cabeza de lado a lado.

— Está bien — dijo con decepción —. No te ves como alguien problemático. Eres tan normal como todos los demás en esta condenada escuela.

— ¿Tiene algo de malo ser normal? — quise saber, angustiado.

Mi nuevo amigo apoyó los codos sobre el lavabo, examinándome. Mis zapatos pasaron a segundo plano, yo era el que captaba toda su atención. Los nervios se apoderaron de mi cuerpo. Jamás nadie — además de mi madre — se había tomado el tiempo para observarme.

De pronto la puerta se abrió. Un profesor de bigote magnífico nos regañó por saltarnos las clases y nos llevó a prefectura. Mientras aguardábamos por el consejero, Damon me palmeó el hombro con cuidado y me guiñó el ojo. Con ese gesto se sellaron nuestras almas.

Fue un duro golpe que amenazaran con llamar a nuestros padres. Afortunadamente la inocencia de nuestra apariencia y las habilidades actorales de mi compañero lograron sacarnos del apuro. Me pareció extraño que Damon no hubiera hablado sobre el incidente con los bully, pero preferí dejarlo pasar. Fuimos escoltados hacia nuestras respectivas aulas y nos despedimos con un movimiento de cabeza. «Te veo luego, Graham» exclamó Damon segundos antes de que el profesor cerrara la puerta. Tristemente no lo vi al finalizar las clases.

A la mañana siguiente me senté bajo la sombra del mismo árbol donde intercambiamos nuestras primeras palabras. Mi mochila, de color verde oscuro, contenía algunos lápices de colores, tres libros, un par de cuadernos, un lápiz de dibujo, el almuerzo y un pedacito de papel que tenía dibujado a un caricaturesco Damon. Yo me puse a temblar cuando él se tumbó al lado mío y su mano hurgó entre la mochila verde oscuro como si supiera la existencia del dibujito. Lo extrajo, quedándose viéndolo por un largo rato. Mis pensamientos se enredaron. Temía que me creyera homosexual y me dejara de hablar cuando nuestra amistad apenas iba floreciendo.

— Tienes talento — comentó, esbozando una sonrisa.

Lancé un suspiro de alivio y pregunté:

— ¿Quieres quedártelo?

Él negó con la cabeza para dejar el papel donde lo había encontrado. Iba a preguntarle el porqué de su negativa, pero se me adelantó a decir:

— Así siempre estaré contigo cuando estés en clases. Es una pena que yo sea mayor, la vida sería más divertida contigo sentado a mi lado durante geometría — revolvió mi cabello como lo haría un hermano mayor —. Deberías de hacerte un autorretrato y dármelo para guardarlo también en mi mochila.

𝐃𝐨 𝐈 𝐌𝐚𝐤𝐞 𝐘𝐨𝐮 𝐅𝐞𝐞𝐥 𝐒𝐡𝐲? [𝐆𝐑𝐀𝐌𝐎𝐍]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora