Capítulo XXI

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Los besos de Alex no se comparaban ni un poco a los de Damon. Parecía que a mi nuevo amigo le daba mucha vergüenza aún cuando traía una buena cantidad de alcohol encima. Damon implicaba más lengua, más saliva y más sentimientos negativos de por medio. Al menos el chico que tenía sobre mí y que luchaba por sacarme el cinturón era nuevo y no teníamos memorias más que la del día anterior cuando me comporté tan grosero. Así era como las historias debían comenzar, no con un mocoso diabólico criticando mis zapatos. Cerré los ojos al momento en que la boca de Alex volvió a unirse a la mía. 

¿Qué pasó esa noche? Nada más que besos y tocamientos tímidos. No sé en qué momento de la madrugada me di cuenta de que Alex sólo era un curioso y que sus planes para la mañana eran fingir que nada había sucedido. Saqué conclusiones demasiado rápido, era como un segundo Damon. Me desilusioné un poco... No, me desilusioné muchísimo. No sé por qué me deslumbré tan rápido si vivía en un ambiente que jamás me permitiría estar junto a mi mejor amigo. No había lugar para personas como nosotros. 

Cuando desperté tenía a Alex abrazándome. La cabeza me punzaba, parecía que alguien me estaba taladrando el cráneo. Me apoyé en los codos y me alcé un poco para tener una mejor vista. Teníamos los calzoncillos y los calcetines puestos. Le sacudí con suavidad, pero ni siquiera abrió los ojos y yo me volví a tender porque no tenía la menor intensión de despertarle aún cuando tenía que hacerlo; ambos debíamos asistir a clases. Miré el techo lleno de manchas amarillentas hechas por la humedad y suspiré.

— ¿Estás despierto? — preguntó Alex con voz somnolienta.

— Sí, algo — respondí.

— ¿Quieres que me quite?

— No, así estás bien — susurré.

— Bueno.

Me dio una palmadita en la mejilla.

— ¿En qué piensas?

— En nada.

— Mmm...

Pero le había mentido, claro que pensaba en algo. Pensaba en Damon, siempre pensaba en él. Las veinticuatro horas del día eran para Damon. Mi mundo giraba alrededor de él. Mis mañanas eran de Damon. Mis tardes eran de Damon. Mis noches eran de Damon. Mi desayuno, comida y cena eran de Damon. Mi cuerpo, mi alma y todo lo que me conformaba era de Damon. Yo no vivía en el planeta Tierra, vivía en el planeta Damon y era feliz así; con el mal clima y todos los terrenos inhóspitos. Es más, en ese preciso momento no veía a Alex abrazándome, veía a Damon.  

— ¿Qué horas son? — Alex medio abrió los ojos.

— No lo sé, pero ya es de día — dije.

— Qué bueno que hoy es sábado, me siento como la mierda.

Yo permanecí en silencio durante varios segundos. 

— ... Es miércoles.

Alex de pronto alzó la mirada y saltó fuera de la cama.

— ¡Mierda! — exclamó mientras metía una pierna en sus pantalones —. ¿Por qué no me despertaste antes?

Yo me senté sobre la orilla de la cama. Me preocupaba la escuela, pero no lo hacía tanto como la tremenda resaca que me aquejaba.

— Alex, ¿tú te avergüenzas de lo que hicimos?

Él se quedó inmóvil. Cruzamos miradas, pero su rostro me fue indescifrable. Entonces — para mi sorpresa — las comisuras de sus labios se alzaron en una alegre sonrisa. 

— ¿Pero qué hicimos? Sólo fueron unos buenos besos, Graham — terminó de subirse los jeans —. No hay nada de malo en unos besitos. Dime, ¿tú te sientes avergonzado?

𝐃𝐨 𝐈 𝐌𝐚𝐤𝐞 𝐘𝐨𝐮 𝐅𝐞𝐞𝐥 𝐒𝐡𝐲? [𝐆𝐑𝐀𝐌𝐎𝐍]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora