Capítulo IX

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Me desperté y Damon no estaba. Había una nota en la mesita de noche. «No podía dormir, tu silencio me torturaba — decía —. No te preocupes, fui a dar una vuelta. Espérame». Pasé las yemas de los dedos por mis labios, teniendo presente lo que el guía y yo habíamos realizado. Miré la cama de la que Damon se había escapado y fui incapaz de dominar el deshonor que me acometió. Me levanté, y estaba redactando una carta para mi amigo cuando llamaron a la puerta. Mi madre me reprendió por no estar listo y dijo que me esperaría en el restaurante del hotel. Me vestí a toda prisa, con una letra deplorable terminé de escribir la carta y fui corriendo al elevador, con la esperanza de encontrármelo en el almuerzo.

Al entrar al restaurante, eché un rápido vistazo. Solo estaban mis padres y Hayley. Desilusionado, fui a unírmeles.

— ¿Y Damon? — preguntó papá.

No sé por qué, dado a que solo era simple curiosidad, pero su pregunta me fastidió. Me encogí de hombros y mentí conque él estaba muy exhausto debido al cambio de horario y que prefirió quedarse a descansar.

Hayley señaló mi mano, donde todavía se hallaba la hoja de libreta doblada en cuatro partes.

— ¿Y eso?

Contemplé la carta, acordándome de lo desleal que fui la noche anterior. Me malhumoré más; tanto por mí mismo, como porque Damon se había largado sin avisar. Otro factor que me irritó fue el pensar que se había ido sin desayunar algo, no quería que estuviese paseándose por una ciudad desconocida con el estómago vacío. «Podría desmayarse y alguien podría aprovecharse de él» pensé.

— Mi servilleta — contesté, llevándomela a las comisuras de la boca.

Pasé un desayuno de mal humor. Mi mente comenzaba a recordar momentos desagradables, me puse a pensar en lo que nos pasó en el 82, en como el silencio interfería en nuestra amistad. No debí negarme a su curiosidad. Soy un idiota, pensé, molesto por mi falta de confianza.

Me miré en el espejo colgado del recibidor del hotel, intentando no dar la impresión de que esperaba a Damon. Me di cuenta de lo desaliñado de mi cabello y de lo rayados que estaban mis tenis. Mientras examinaba los mechones negros que caían sobre mi frente, sentí una mano acariciarme la cintura con muy poco disimulo. En el reflejo, Zoran esbozó una sonrisa que me atormentó aún más.

— Lamento si te asusté — musitó —. No era mi intención, solo que me pareces encantador y estaba contento porque notaste lo mucho que me gustabas.

Miré frenético a mi alrededor, suplicando al cielo que a Damon no se le ocurriese llegar. Mis padres seguían en el restorán, ya que yo solo me limité a beber una taza de café. Sin embargo, ellos no eran los que me preocupaban.

— Me gustó, pero eres muy mayor para mí — respondí, bajando la mirada. No soportaba su reflejo, ya no me parecía tan encantador.

Lo escuché suspirar. Dejó de tocarme y le vi alejarse. Respiré hondo, reviviendo la traición. No solo había faltado a la confianza que teníamos Damon y yo con eso de «nada quedará oculto entre nosotros», sino que le había fallado al Damon del 82, el que confesó estar enamorado de mí. Ya había salido con una chica tras el incidente de aquel año, pero esto era distinto, no solo Zoran le desagradaba, sino que yo hasta les había comparado física y mentalmente.

Durante gran parte del día, yo era acosado por aquel conflicto interior. No presté atención al tour, mucho menos a las frases y tocamientos que el guía me otorgaba. Mi familia sabía que me pasaba algo, pero por más que trataban de iniciar una conversación, yo no quería hablar.

Era domingo de luna llena. Regresamos al hotel, yo estaba enojadísimo. Al entrar a mi cuarto, di una patada a la puerta. Dejé un pequeño agujero en esta e inmediatamente me retracté de mi comportamiento tan errático, la gente del hotel no tenía la culpa. Cerré con mucho cuidado y en medio de la penumbra caí presa del llanto. La luz lunar se colaba por la ventana, pero ni con ella fui capaz de distinguir que Damon se encontraba al otro extremo de la habitación.

— Grah — me llamó.

Entonces me enjugué los ojos, en busca de su presencia que tanto lograba consolarme.

— ¿A dónde te fuiste? — quise saber.

— Necesitaba tiempo para pensar.

— Pensar qué — repliqué —. Estuve inquieto todo el día solo imaginándome que te habías decidido por conseguir una esposa rumana.

No respondió. Yo fui hasta la cama y me senté al borde. Otra vez ese silencio, otra vez ese maldito silencio que nos decía que las cosas no iban bien. Estaba cansado, estaba harto.

— Sé que debí decepcionarte por mi falta de confianza, ¿sabes? — metí la mano al bolsillo de mi pantalón, en busca de la carta —. Somos amigos, se supone que no debe de haber secretos entre nosotros, pero me sentí muy avergonzado, así que en la mañana decidí escribirte una carta y no quiero esperar, ya no soy capaz de esperar más.

«Querido Damon:

Espero te encuentres bien y que no estés molesto conmigo, pero si lo estás... Te suplico no rompas esta carta y la leas.

Besé al guía, bueno, él me besó a mí. Ambos queríamos hacerlo, pero siento que te fallé. Sé que no te gusta que hablemos del tema, sé que siempre lo has evitado y comprendo... es extraño, pero fue una experiencia liberadora. Liberadora porque me di cuenta de muchas cosas. No, miento, más bien, acepté muchas cosas. Acepté que al hombre que deseaba en su lugar era a ti, acepté que desde que te conocí esa especial fascinación hacia tu persona no es más ni menos el sentimiento del amor. Estoy enamorado de ti y lamento si te atormento y lamento si ya es demasiado tarde, pero tú jamás quisiste hablar del tema y yo aún era muy tonto como para comprender lo que sucedía en mi pecho. Caí perdidamente enamorado de ti desde el momento en que criticaste mis zapatos.

Ojalá no te alejes de mí, me gusta mucho nuestra amistad»

No hubo silencio al finalizar mi lectura. Le escuché murmurar para sí mismo y eso me aterró en demasía.

— Graham, lo que estuve pensando — tragó saliva —. Es que yo también estoy enamorado de ti. Lo qué pasó hace dos años y la carta que te di siempre han estado rondando por mi cabeza hasta el día de hoy y cuando te vi desaparecer con el guía, supe que ya no podría guardármelo más. Te estaba esperando para esto, para declararte lo que siento. Mis cartas son malas y me pareció una forma inapropiada para tan importante confesión.

Miramos nuestras siluetas, los dos muy tímidos para prender la luz o ponernos bajo el foco de la luna.

— Zoran no me agradó desde el inicio porque me percaté de la manera en que te miraba y cuando vi lo maravillado que estabas con él...

Encendí la lámpara.

Sus mejillas sonrosadas y sus preciosos ojos azules lo hacían ver como un sueño. Me puse en pie y vacilante fui a sentarme a su lado, en el suelo. Su mano sujetó la mía. El calor de su piel casi me quemó. Sentí su respiración chocar contra mi oreja, luego sus tersos labios besar mi mejilla, yendo a la punta de mi nariz hasta detenerse en mis labios en un tierno roce. Mi corazón latía con fuerza, estoy seguro de que el suyo también. Solo en mis sueños más prohibidos se me había planteado esta situación. Me incliné hacia él y lo besé. Sus manos se deslizaron por mis hombros y me estrechó con firmeza. Su aliento era dulce. La inicial ternura de nuestro contacto dio pie a un sentimiento de ansiedad. Le abracé con la misma fuerza, ahora besándole con vehemencia. Mi cara ardía y me faltaba la respiración, pero no quería alejarme de él.

𝐃𝐨 𝐈 𝐌𝐚𝐤𝐞 𝐘𝐨𝐮 𝐅𝐞𝐞𝐥 𝐒𝐡𝐲? [𝐆𝐑𝐀𝐌𝐎𝐍]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora