Cápitulo XV

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Me removí ansioso en el asiento del autobús. Hacía más de un mes que no veía a Damon y el hecho de aparecerme en su puerta sin previo aviso me asustaba, no quería que me encontrara como una molestia, así que esperé hasta su llamado.

Miré la playera de rayas blancas, verdes, rojas y azules que él me había encomendado. La había usado muchísimo, casi todos los días; por debajo del uniforme, para dormir y para hacer deporte. Quería que mi aroma quedara bien impregnado entre la tela y que, aún con las lavadas, mi esencia permaneciera hasta el momento de ser regresada con su dueño original.

El corazón me latía con tanta fuerza que parecía querer saltar de mi pecho e ir corriendo hasta con mi amigo. ¿Y si ya no se veía como tal? ¿Y si yo ya no le reconocía? ¿Y si él ya no me reconocía a mí? ¿Y si ninguno de los dos no nos reconocíamos? Me cubrí el rostro con mis temblorosas y frías manos, pensando en cuáles serían mis primeras palabras mientras que el transporte en el que iba se acercaba más y más a Debden.

Mis piernas se sentían como gelatina cuando bajé del autobús, pero de pronto todo yo se sintió de la misma manera cuando vi a Damon de pie en la estación. Lo distinguí de inmediato aunque ya estaba muy cambiado y no me refiero a físicamente distinto, sino que había algo diferente y extraño... algo que me asustaba, pero que también me emocionaba por conocer.

— ¡Grah! — exclamó con la sonrisa más enorme y preciosa de todas. Corrió hacia mí para abrazarme.

Yo le estreché entre mis brazos, sin decir nada. Las palabras no eran necesarias, es más, lo arruinarían todo. Quería disfrutarlo.

— Graham... — susurró en mi oreja.

«Dames, Dames, Dames... no sabes cuánto te extrañé a ti y a tu lengua venenosa» pensé al alzar la mirada.

Fuimos de inmediato a su lugar. En las paredes había fotografías y recortes de revistas, la cama estaba revuelta, una guitarra en el suelo y su ropa desparramada. Me ofreció asiento en el borde de la cama, luego se colocó a un lado mío. Hubo un largo silencio, uno lleno de timidez como cuando se va a estar íntimamente con alguien. Me pregunté si eso es lo que estaba por pasar, pero no veía a mi amigo capaz de consumar una cosa así, de hecho, ni a mí me veía competente para eso.

— Te extrañé — me animé a decir.

Sus dedos tocaron los míos con suavidad.

— Yo también te extrañé.

— Cumplí con lo que me pediste — apunté la playera rayada que estaba usando.

— Gracias, Grah...

Nos contemplamos por unos segundos que me resultaron eternos.

— Bueno, ¿qué esperas? — me tocó el hombro —. Quítatela.

Me sonrojé al instante.

— ¿Ahora? — tartamudeé.

— Si no es ahora, ¿cuándo?

Tomé un respiro, me puse de pie con un salto y llevé mis manos al borde de la prenda. Un pensamiento muy inocente me lo impidió:

— Pero... ¿entonces qué voy a usar?

— Ya veré yo qué vas a usar.

Así que me saqué la camisa. Los ojos azules se le iluminaron, estiró los brazos hacía mí y me acercó a él. Pensé que nos íbamos a besar o que mis fantasías más prohibidas estaban próximas a cumplirse, pero en su lugar recibí nada. Se dejó caer sobre las sábanas, se sacó la playera verde que usaba y en cambio se puso la que yo traía.

— Puedes usar esa — señaló la que acababa de quitarse.

Yo le miré confundido, mas no me quejé.

— ¿Y cómo te ha ido aquí con la escuela?

Damon se encogió de hombros para después esbozar una sonrisa.

— Bien, todavía estoy muy emocionado. He conocido a tantas personas y hay esta chica que... — calló abruptamente.

— ¿Una chica que..?

Movió negativamente la cabeza.

— Tú sabes que siempre te tengo en la mente, ¿verdad, Grah?

— Pero también hay lugar para alguien más allí dentro, ¿verdad, Damon?

Arrugó la nariz y en lugar de resolver mis dudas, se levantó y me dijo que quería invitarme a una fiesta para que así pudiese conocer a sus nuevos amigos.

Como un borreguito le seguí a una lujosa y enorme casa. Una chica rubia y de ojos verdes atendió la puerta. Aquello no parecía una fiesta; sólo había unas seis personas más y botellas de alcohol.

Decir que la pasé todo el rato en la orilla de un sofá viendo cómo todos los demás se divertían me resulta patético, pero así fue. El hecho de que se emborracharan tan temprano me causaba repulsión, sin embargo, cuando al lado mío cayó Damon y la chica rubia fue cuando empecé a tomar. Ambos se besaban con voracidad, la besaba como a mí me llegó a besar en los callejones de Bucarest. «Uno, dos, tres, cuatro...» fueron las cervezas que conté. A la primera ya había comenzado a sentirme mal, pero no me importó porque esos dos no se atrevían a despegarse.

— Graham — alcancé a escucharlo aún con los labios de la chica sobre los suyos —. Graham, acompáñanos.

Sujetó mi mano con fuerza al momento que se pusieron de pie. Quise protestar, pero mi baja tolerancia al alcohol me lo impidió.

Subimos a una habitación pequeña con decoraciones muy infantiles, era el cuarto de un niño. Yo me sentí asqueado, se me revolvió el estómago. Nos tambaleamos y caímos sobre la cama; Damon en medio. Siguieron agasajándose hasta que él se abalanzó hacia mí y comenzó a besarme por todo el rostro y a meterme mano. Por más que lo quería, no quería compartirlo con nadie más y mucho menos con una desconocida que no tardó en quitármelo de encima.

Una de las manos de mi amigo me acariciaba, deseosa. Yo quería protestar para que la echara y así estar solos, pero no podía y él no me prestaría atención.

— Graham, Graham — me llamó, tomándome por el cuello de la camisa —, vamos, vamos, bésala.

Apenas dijo eso y apenas ella comenzó a aproximarse a mi rostro, me alejé violentamente y vomité sobre la alfombra. 

𝐃𝐨 𝐈 𝐌𝐚𝐤𝐞 𝐘𝐨𝐮 𝐅𝐞𝐞𝐥 𝐒𝐡𝐲? [𝐆𝐑𝐀𝐌𝐎𝐍]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora