𝐃𝐨 𝐈 𝐌𝐚𝐤𝐞 𝐘𝐨𝐮 𝐅𝐞𝐞𝐥 𝐒𝐡𝐲? [𝐆𝐑𝐀𝐌𝐎𝐍]

Capítulo XXXV

Fin

Batalla del Britpop. Intento de suicidio. Alcoholismo. Ataques de Ira. Peleas en la TV. Drogas. Éxitos. Giras. Fiestas. Sexo. Romances pasajeros. Competencia. Discos. Grabaciones. Insultos. Críticas. Ropa sucia. Cansancio. Aeropuertos. Camas sin tender. Hoteles. Tenis desgastados. Lentes rotos. Entrevistas. Chicas gritonas. Persecuciones. Atropellos. Bebidas. Vómito. Playeras talla L. Pantalones talla XL. Cortes de pelo. Collares de cuentas. Tatuajes. Conciertos. Adidas Trimm Trab. Portadas de revista. Autobuses. Europa. Asia. América. Nuevas amistades. Arte. Pinturas. La cama de Paula Yates. Títeres. Colores primarios. Temática infantil. Cotidianidad, Cine Francés. Vino. Perfume de Issey Miyake. Obras de Teatro. Películas mediocres protagonizadas por un gran actor escocés. Películas magníficas protagonizadas por grandes actores escoceses. Danny Boyle. Irvine Welsh. Casas blancas en Notting Hill. Autógrafos. MTV. NME. The Face. I-D. Creatividad. Color azul. Color naranja. Color amarillo. Sudor. Suéteres. Vegetarianismo. Cerveza. Marihuana. Parkas. Dibujos infantiles. Tazas de té. Stonehenge. Teléfonos públicos. Gorras. Comunismo. Invasión. Espíritu patriótico. Cultura Inglesa. Esperanza. Delineador. Cabello corto. Camas matrimoniales con un lado ocupado. Cucharas. Jeringas. Heroína. 

Me levanté temprano, como en mucho tiempo no lo hacía. Londres estaba nublado, como siempre. Había una sensación en el ambiente; algo que me removía las entrañas y me hacía sentir como que ese era el primer día de mi vida. Abrí el clóset y las docenas de zapatos en mi posesión se abalanzaron a mí, como si de una gigantesca ola se tratara. Tomé el mismo par de siempre. Caminé por el pasillo de mi elegante casa, me paseé por mi acomodada y privilegiada vida. Observé las obras de arte colgadas en la sala de estar. Si yo quería, podía comunicarme con cualquier artista como Tracey Emin, Damien Hirst o Sarah Lucas y pedirles que me vendieran una obra, la que sea. Podía pagarlo todo. Estaba realizado prematuramente. Abrí el refrigerador: tomates orgánicos, bien proporcionados y de color rojo. Leche de vaca real, no aquella que sólo es grasa vegetal. Huevos de gallinas que viven en los campos escoceses. Cerré la heladera. Sillas de diseñador en la cocina. Fotografías, cartas, pegatinas. Fui al baño. Tina de porcelana. Espejo cuadrado. Calzoncillos Calvin Klein. Cepillo de dientes eléctrico. 

Periódicos apilados en la entrada. Sombrillas negras en el suelo. Piso de madera. Miré la puerta blanca; expectante. Algo llamaba a mi ser a esperar. Así que decidí aguardar. Desayuné: corté dos de esos tomates, cociné dos huevos, me serví un vaso de leche. No lavé los trastes. Volví a asomarme a la puerta. Nada. Fumé un cigarro en la ventana que daba a la calle. Recogí los diarios y el paraguas. Fumé otro cigarro pero esta vez en el baño mientras me hundía en el agua caliente de la tina. Al salir, volví a asomarme a la puerta. Encendí la televisión. Armé un rompecabezas. Miré viejas fotos. Organicé mi clóset. Doblé mi ropa. Llamé a mi madre. Llamé a mi novia. Dibujé. Y volví a asomarme a la puerta. Nada. Me tiré al piso y cerré los ojos. 

Como un destello cegador vinieron las memorias, un latido fuerte en mi corazón. Las imágenes surgieron del más recóndito sitio en mi cabeza. El cementerio de los recuerdos olvidados. Una mañana de primer día de escuela, un niño rubio, unos zapatos, una admiración. Cuando Damon y yo nos saltamos de clases. Diversiones y castigos. La casa de los ancianos amigos. Las fotos. Las declaraciones. La obra de teatro. Cuando entro por la ventana a mi habitación. Sentí caliente en la mejilla al acordarme del beso que Damon me dio cuando le leí el libro de Alejandro Magno.

«Bendito sea el día en que me besaste por primera vez. Bendita sea la noche en que me tocaste por primera vez, amigo mío» 

Me levanté en busca del teléfono. Llamé de nuevo a mi madre.

– ¿Graham?

– Mamá, ¿qué sucedió con la casa demolida? 

– ¿Cuál?