Capítulo XVI

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— ¡Mira nada más la porquería que hizo tu amigo! — berreó la chica, enfurecida —. ¿Cómo se lo explicaré a mis padres?

— Ya hallarás algo — respondió Damon. Lo escuché muy tranquilo.

— ¿Hallaré algo..? — ella lo miró, furibunda —. Esto me lo vas a pagar, Damon — sentenció, añadiendo —: No debiste de traer a tu estúpido amigo a la fiesta. Míralo, es patético.

La desconocida tenía razón. El tan solo imaginarme la escena me hizo sentir como un perdedor; yo tirado en la cama, la alfombra manchada de vómito y mi mirada triste mientras a Damon se le bajaba la erección y la chica reprimía el impulso de estrangularme.

— No le llames así — intervino mi amigo.

— ¿Entonces cómo le llamo? No sé cómo alguien como tú pudo hacerse amigo de un perdedor como él. Mírate Damon y luego míralo. Lo de ustedes no tiene ningún sentido.

— Es verdad — dije mientras me limpiaba la comisura de los labios con la playera —. No tiene ningún sentido.

Él y yo éramos un desastre.

— Claro que tiene sentido — espetó mi amigo.

— No lo tiene, Damon.

— Lo tiene, Graham.

— No.

— Sí.

— No.

— ¡Que sí!

Me levanté como pude y salí del cuarto, luego bajé las escaleras haciendo el mayor esfuerzo posible y abandoné la casa de aquel vecindario rico sin antes parar en el jardín para devolver el estómago por segunda vez. Quise llorar, pero ni una sola lágrima salió. Ya había llorado lo suficiente, ya estaba cansado de eso. Damon jamás sería mío a pesar de que yo me había consagrado a él desde el primer momento.

Conforme avanzaba escuché su desesperada voz. Se contenía y lo entendía, no quería verse como un marica. No quería verse como yo.

— ¡Grah!

Lo sentí tomarme por los hombros.

— Estoy cansado, es mejor que regrese a casa.

— ¿A estas horas?

— Necesito salir de esta ciudad, Damon — la voz se me apagó al pronunciar su maldito nombre.

— Yo no quiero que te vayas.

Me pregunté cómo es que pudo aguantar mi terrible olor.

— Quiero olvidar todo esto, por favor.

— Al menos vamos a que te tomes un baño — sus ojos se iluminaron y susurró —: por favor.

Me rendí. No quería ser una molestia en el autobús y tampoco quería explicarle a mi madre el porqué de mi deplorable estado.

Subimos a un taxi. El tiempo pasó con una lentitud terrible, cada vez me ponía más y más nervioso la idea de pasar la noche ahí, con él. No quería tomar una ducha y después escucharlo declarar su amor hacia mí porque yo sabía que aquello se convertiría en indiferencia al llegar la mañana.

— Eres la peor persona que he conocido, Damon — dije con la frente apoyada en la ventanilla —. No quiero tomar una ducha y que te sientas con el derecho de pedirme una ma...

Rápidamente me puso la mano en la boca. El chófer no tenía por qué enterarse.

Llegamos al apartamento y yo muy obediente me dejé llevar al baño. Mi adorado tormento me ayudó a desnudarme todavía cuando yo luché por permanecer vestido. En algún momento, en mi inconsciencia — o quién sabe — le asesté un puñetazo en la cara. No protestó, creo que lo aceptó.

Todo fue muy silencioso. Tuvo mucha paciencia, le doy crédito por eso.

Cuando la ducha llegó a su fin y me lavé los dientes, me prestó un poco de ropa, me encaminó a su cama y nos recostamos. A pesar de mi estado, no pude sucumbir al sueño.

— Te extrañé muchísimo, Graham — sentí una de sus manos acariciar mi húmedo cabello.

— ¿Acaso soy el único idiota que te aguanta tus estupideces, Damon? ¿Por eso me echas tanto de menos?

— Eres el único al que amo.

Silencio. No hubo más que silencio por más de un minuto.

— Nah. Solo te amas a ti mismo— espeté.

— Es difícil, Graham.

Me apoyé en los codos para alzarme y ver el contorno de su rostro entre la penumbra.

— Lo sé. También es difícil para mí — respondí.

— Pero tú lo tienes aceptado, no es lo mismo.

Jamás había pensado en eso, para mí no había nada de aberrante en amar a alguien.

— ¿Qué no es lo mismo? Dios... Damon — terminé sentándome por completo en el borde de la cama —. Estoy cansado de que no te la dés de maricón cuando hace unos meses estabas a punto de darme una mamada. ¡Estoy cansado de toda esta mierda! — me tomé del cabello, con fuerza. Como si la cabeza me estuviera por explotar —. No hay nada de malo en amar a una persona de tu mismo sexo. Sé que no podemos estar por el mundo contándolo porque nos apalearían en la calle y porque algunos lo ven como algo obsceno, pero el amor es el sentimiento más puro e inocente y si no eres sincero contigo mismo... Mi madre lo sabe todo y no me juzgó, sabe que te amo y lo acepta y sé que tus padres harían lo mismo.

Ahora él fue el que se incorporó.

— ¿Tu madre qué? — preguntó en voz alta.

Me dejé caer de espaldas.

— Lo sabe — cerré los ojos porque no quería ver el enojo dibujarse en su angelical rostro.

— Eres una maldita perra bocona.

Se levantó de un salto y fue al otro lado de la habitación.

— Yo no le dije — solté.

— Entonces cómo carajos se dio cuenta.

— Pues... — de pronto sentí una rabia muy impropia de mí. Fue como si se hubieran unido un montón de piezas que tenía arrinconadas desde hace años —.  Si no te hubieras comportado como un maricón en la oficina o quizá siempre, tal vez ella no se habría enterado. Siempre tomándome de la mano en el estacionamiento, siempre buscándome en mi casa a altas horas de la noche, siempre enviándome cartitas estúpidas, siempre armando un escándalo en mi puta casa cuando las paredes son delgadas y pueden escuchar el montón de homosexualidades que dices.

Abrió la boca, mas no dijo nada. Después lanzó un resoplido y se talló los ojos.

— Jodiste mis planes de esta noche, Graham.

Y el enojó cesó. Ahora estaba de nuevo decepcionado conmigo.

— ¿Qué planes?

— Tú debes saber qué planes.

— ¿El terceto con..? Vamos, no me digas que solo querías...

— Solo quería convencerme de que tenía una erección gracias a una chica y no a ti — respondió, soltando una risa.

— Estábamos en algo serio y sales con esto. Estás enfermo.

Hice una mueca de asco.

— Y tú estás borracho.

— Dime que por favor estás reconsiderando tus planes.

Sobrio jamás habría dicho eso.

— No estaría bien.

— ¿Por qué no?

— Porque no estás en facultades para.

— Pero si me muero por eso, Damon.

— Y yo también. Estuve esperando por meses.

— ¿Entonces qué esperas?

Él no se movió, pero yo sí. Salté al otro lado de la cama para correr hacia él y besarlo.

𝐃𝐨 𝐈 𝐌𝐚𝐤𝐞 𝐘𝐨𝐮 𝐅𝐞𝐞𝐥 𝐒𝐡𝐲? [𝐆𝐑𝐀𝐌𝐎𝐍]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora