Capítulo XXIV

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Miré la botella de agua medio vacía que había tocado los enrojecidos labios de ése ente andrógino. Olvidé al Damon que aún se hallaba en frente mío. Él se cansó de esperar por mis palabras y me dejó. Yo estiré la mano y bebí un sorbo de la botella, encontrándome con la sorpresa de que aquello era vodka.

El estado de ebriedad con el que había llegado disminuyó gradualmente hasta que el repertorio de canciones llegó a su fin. Las letras me parecieron muy atrevidas, muy oscuras, muy sensuales... Y me pregunté si había sido él el que las compuso. Cuando comenzaron a abandonar el escenario, el primer integrante con que crucé miradas fue una chica; sus ojos negros me analizaron rápidamente de pies a cabeza. Tenía el cabello largo y oscuro empapado y pegado a la frente y a la nuca. No llevaba sujetador y los pezones le restregaban contra la playera sudada. La odié inmediatamente. Había altivez en su semblante, como si se sintiera superior a todos los demás, como si fuese demasiado especial para aquel pub tan mundano. Debía ser Justine. Pude ver en ella a Damon, pude entender por qué habían congeniado. Al guitarrista principal, al bajista y al baterista apenas los noté​​​. Permanecí encogido en la esquina, disfrutando de mi invisibilidad hasta que escuché a alguien reclamarme:

– Le tomaste a mi botella.

Tímido me volví a él. Con las luces tenues del pub, su rostro me pareció aristocrático. Pensé en él como un conde de la época isabelina o como un vampiro que bebía la sangre de bebés y vírgenes. Examiné sus ojos, buscando algún atisbo de crueldad como el de Justine. No encontré absolutamente nada. Sin embargo logró intimidarme. La seguridad que exudaba, la delicadeza de sus rasgos, su cuerpo esbelto, sus dedos afilados. No era alguien ordinario.

– ¿Qué? – dije, fingiendo estar muy borracho.

– ¿Por qué le tomaste a mi botella? – insistió.

Moví negativamente la cabeza, perdido en él. Unas manos entonces cayeron sobre mis hombros, apretándolos con firmeza. Sentí el aliento de Damon sobre mi oreja.

– Brett – dijo mi amigo y le dio un suave empujón –. ¿Por qué molestas a Grah?

Las comisuras de los labios de Brett se alzaron, mas la simpatía lo abandonó a pesar del gesto. Se mordió los labios y siguió su camino.

En eso escuché una carcajada femenina. Me volví a donde surgía el sonido, encontrándome con la escena de Justine regalándole un efímero beso en la boca a Brett. Pude mirar el cariño que provenía del cuerpo de él, pero ella estaba más tiesa que un tronco. Luego dirigí los ojos a Damon, que sonreía malévolo.

– Bastardo – le susurré.

– Ella ya no lo quiere, Grah – se excusó –. ¿Qué se supone que haga?

– Bastardo – repetí.

– Cállate – frunció el ceño –. No estás en lugar para reclamarme. No te creas la cantaleta de que eres un ángel, porque no lo eres.

Cerré la boca, obediente. Su mano cayó sobre mi cintura y lo escuché decir en voz muy baja:

– No te hagas su amigo, es un imbécil, patético y ridículo.

Cuando volví a mirar a Brett, él ya nos estaba mirando a nosotros. Damon dio un salto de falso entusiasmo, llenando de elogios a la banda y disimuladamente acariciando la cintura de Justine. Yo me quedé en las esquina, asqueado. Damon jamás iba a cambiar.

– ¡Graham, vámonos! – me gritó.

Desconocía el vecindario, pero era feo, plano y estaba repleto de postes de teléfono. Allí no vivían los ricos. A lo lejos, se veían filas y filas de casas idénticas con sus tejas y chimeneas en desuso. Ya estaba bien entrada la noche y cuando entramos a la fiesta me quedé solo. Me las manejé para conseguir un cigarro y una cerveza, al cumplir mis deseos me fui a excluir de las salvajes interacciones. Di una calada al cigarrillo y me senté sobre la jardinera de piedra que daba directamente al interior de la casa. Sentí una punzada de tristeza, un pinchazo de nostalgia. Tomé una bocanada de aire, me picaron los ojos y supe que iba a llorar.

𝐃𝐨 𝐈 𝐌𝐚𝐤𝐞 𝐘𝐨𝐮 𝐅𝐞𝐞𝐥 𝐒𝐡𝐲? [𝐆𝐑𝐀𝐌𝐎𝐍]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora