Capítulo XX

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Emborracharse el primer día de clases era una pésima idea, pero, ¿cuál fue mi excusa? Quería causarle una buena impresión a mi nuevo amigo. Me moría por el hecho de verme cool y despreocupado, de la clase de chico que sólo se ve en las películas.

Buscamos el pub más cercano y accesible para nuestro bolsillo estudiantil y nos tumbamos sobre unos viejos, aplastados y olorosos sofás a beber nuestra primer ronda de mala cerveza. Sin que él se diera cuenta, le recorrí de los pies a la cabeza por milésima vez desde que hablamos aquella mañana en el bosquecillo de Goldsmith. No había nada que le asemejara al amigo que tantas veces me había roto el corazón, él era diferente a Damon y no lucía con los ánimos de besarme y confundir mi sexualidad.

— ¿Y cómo era dónde vivías antes? — preguntó con genuino interés.

Yo me mordí los labios, ¿cómo se podría hacer interesante una historia tan mundana como la mía? Todos los días me levantaba, me duchaba, me ponía el uniforme e iba a Stanway, escribía mis apuntes, obedecía a mis profesores, regresaba a casa, me encerraba en mi habitación y esperaba a que Damon se apareciera... Pero no, eso no se lo podía contar. El revelar mi idilio con mi rubio amigo sería una traición y seguramente Alex me despreciaría por contarle mis sucias aventuras.

— La verdad — ladeé la cabeza e hice una mueca —. Muy aburrida.

— Qué decepción — admitió mientras se llevaba un cigarrillo a entre los labios.

Yo le miré sin mucha simpatía.

— ¿Qué te decepciona? — quise saber.

— Imaginé que serías todo un personaje, ¿sabes? Yo también vengo de un lugar aburrido y tenía la esperanza que con esta nueva experiencia, como lo es la universidad, podría amistarme con alguien interesante.

— Oh...

Al levantar el tarro de cerveza, la mano me tembló. Alcé los ojos a Alex justo cuando llevé el borde de cristal a mi boca y de pronto pronto solté:

— Tengo unas anécdotas muy buenas, pero solo te las puedo contar ya estando los dos ebrios.

Él esbozó una sonrisa de oreja a oreja.

— ¿En serio son tan buenas?

Yo asentí.

— Buenísimas — dije para tomarme de un trago la cerveza.

— ¿Qué tan buenas? — interrogó antes de imitarme. El alcohol escurrió por su barbilla y le mojó la camisa.

— Tan buenas que ocupo no las recuerdes para la posteridad. Es cosa de borrachos.

Asintió entusiasmado y se levantó saltando, en busca de la segunda ronda. A mí me comenzaron a temblar las piernas.

No tomó mucho para ponerme como un estúpido y a Alex tampoco. Por un momento pensé en que podría estar fingiendo sólo para sacarme la sopa y se me vino la idea de soltarle un golpe. Afortunadamente, no lo hice y escupí toda mi historia con Damon Albarn. ¿Acaso pensé en los sujetos a nuestros lados? ¡Claro que no! Escucharon cómo fue mi primer beso con lengua con mi mejor amigo, que a veces me masturbaba pensando en él, que casi lo hicimos en la fiesta de graduación de la escuela y que toda esa historia llena de tragedia, celos, amor, sexo, lágrimas y frases que ahora me avergüenzan comenzó gracias a que un rubio con aires de superioridad me presumió sus zapatos. Eventualmente, por la naturaleza de mi relato, empezaron a alejarse de nosotros. Alex estaba fascinado, se reía como un loco. ¿Yo? Yo me echaba a llorar cada que llegaba a una parte donde Damon me dejaba para después volver como si nada.

𝐃𝐨 𝐈 𝐌𝐚𝐤𝐞 𝐘𝐨𝐮 𝐅𝐞𝐞𝐥 𝐒𝐡𝐲? [𝐆𝐑𝐀𝐌𝐎𝐍]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora