Capítulo XIV

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Fue la tarde antes de su partida a Debden cuando fui a llamar a su puerta y la encontré abierta. Me quedé viéndolo cambiarse la ropa, como había hecho cuando le conocí. Me continuaba siendo tan fascinante como la vez que se presentó ante mí y criticó mis zapatos. Fui a sentarme al borde de la cama, justo al lado de su maleta todavía vacía. La habitación ya se veía deshabitada. Se terminó de poner la playera, dio la media vuelta y me sonrió. «Me vendría bien un poco de ayuda, colega» dijo seguidamente de que arrojó la valija al suelo y tomó siento al lado mío. Revolvió mi cabello y a mí se me hizo un nudo en la garganta. Deseaba ser más fuerte, poder aguantarme la tristeza, dejarlo ir con alegría, pero no... yo sucumbía siempre a la debilidad. Me aguanté los lloriqueos y le regalé una sonrisa, no quería hacerlo sentir mal por buscar el cumplir sus sueños. Entonces se levantó de golpe, dio dos largas zancadas, cerró la puerta con cuidado de no llamar la atención de su familia y regresó hacia mí. Yo lo miré acercarse, ansioso por tener sus labios sobre los míos. Me tomó por las mejillas y yo le sujeté bien las manos, sintiendo el calor de su suave piel. Desde la noche que tocamos en Stanway no le había besado, pero ahora era la despedida y lo ameritaba, aunque sentía una punzada en el pecho por el miedo a que la distancia destruyera nuestro lazo y nos condenara al olvido. Lo besé y lo abracé con vehemencia, para que supiera cuánto le estimaba.

— No te olvides de mí, Grah — susurró, apoyando su frente en mi hombro —. No te encuentres con alguien que pueda ocupar mi lugar.

— ¿Y si tú encuentras a alguien en Debden?

Guardó silencio por un par de minutos. Lo mejor sería hacerme a la idea de que Damon Albarn era para todos, pensé.

— ¿Te quedarás a dormir? — preguntó mientras iba rumbo al armario.

— ¿Quieres que me quedé?

Una pícara sonrisa se dibujó en su rostro y respondió:

— Por favor.

Yo terminé sentándome en el suelo para recibir y doblar las prendas que Damon me lanzaba. Me quedé contemplando una playera de rayas blancas, rojas, verdes y azules que jamás le vi puesta, parecía algo que yo usaría.

— Las rayas me recuerdan a ti — se excusó.

— Me gusta — mencioné.

— Quédatela.

— No, es tuya y es nueva — contesté al ver la etiqueta que seguía puesta.

— Quédatela, así algún día de estos podré llamar desde Debden pidiéndotela de manera urgente y obligándote a ir.

— Tus padres podrían llevártela, tu plan falla ahí.

— Sí, pero quiero que tú, especialmente, me la entregues.

Moví la cabeza negativamente y la metí a la maleta. Era un plan demasiado absurdo.

En la noche, después de terminar por empacar su ropa, fuimos con su familia a cenar a una pequeña pizzería. Regresamos a las nueve a la casa de los Albarn y yo aproveché para avisar a mis padres de que no solo me quedaría a dormir aquella noche, sino que también acompañaría a mi amigo hasta Debden. Mi madre no opuso ninguna resistencia, seguramente sabía lo difícil que sería para mí el dejarlo ir.

Extendimos un par de cobijas en el suelo y dispersamos un montón de almohadas y cojines para hacerlo una auténtica pijamada. Él se quedó dormido hasta bien entrada la noche, ya que nos habíamos quedado conversando un buen rato, pero yo solo me quedé viéndolo dormir. Había sido un buen día, todo había ido bien entre los dos después de la tocada en Stanway, el verano había sido genial y eso me aseguraba que lo extrañaría más y más. Maldije todas las veces que nos enojamos, por haber desperdiciado tanto tiempo y comencé a imaginar muchísimos escenarios de él en el East College con un montón de nuevos amigos y olvidándose de su tonto y aburrido amigo en Colchester.

𝐃𝐨 𝐈 𝐌𝐚𝐤𝐞 𝐘𝐨𝐮 𝐅𝐞𝐞𝐥 𝐒𝐡𝐲? [𝐆𝐑𝐀𝐌𝐎𝐍]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora