Creo que mi relato anterior fue demasiado trágico, demasiado película, demasiado cine... Sí, leí la carta y necesité más alcohol y luego rompí la carta, le alcé el dedo a Damon y me alegré de que me haya escrito esa mierda porque después de las cartas trágicas, las múltiples despedidas, el llanto y las maldiciones, terminábamos en el mismo lugar con una cogida inolvidable. Hasta ya formaba parte de la rutina, incluso perdí la cuenta. Yo era la víctima y Damon el pendejo, así fue desde el principio y así se iba a quedar. Sí, podía estar él metiéndosela en la boca a Brett Anderson y metiéndosela también a Justine, pero al final de todo yo era el que lo poseía enteramente. No importaban las chicas, ni la distancia, ni la cantidad de vocalistas afeminados que se cogiera, al final yo era el acto principal; el decisivo, el importante. Dejé que mi falta de amor propio y mi ebriedad me consolara.
Reventé las botellas de vidrió contra las paredes del bus y pateé las latas, prendí la música y subí el volumen hasta que los vidrios comenzaron a retumbar – ni siquiera sé qué mierda estaba escuchando, creo que era George Michael o Chris Isaak –, uno de mis zapatos salió disparado por la ventana, pero no golpeó a nadie. Una sonrisa en mi boca, sudor escurriendo de mis axilas hasta llegar a las muñecas. No me importó en lo absoluto. Di vueltas hasta que me vomité, resbalé con la porquería y en ese preciso momento mis tres amigos y compañeros de trabajo se asomaron al interior del bus. Mi gran espectáculo de humillación, el inicio de mi arco más bajo, pútrido, asqueroso y oscuro. Pero qué me iba a sentir mal si no sentía nada en lo absoluto, estaba sedado por el alcohol. Damon se agachó con mi zapato faltante entre las manos, sus ojos resplandecieron en lástima, pero no importó. Sonreí antes de recostar la cabeza contra el suelo. Era un desastre y quería que me viera como tal porque él lo había provocado, él me había destrozado.
El agua fría proveniente de la manguera me estremeció, me levanté de inmediato, pero unas manos me retuvieron. Parecía un niño pequeño, no, parecía como cuando iban a bañar a un gato. Manoteaba, pateaba, me quejaba, gruñía e intentaba escapar a toda costa del agua. Damon sostenía la manguera, me miraba con esa expresión de preocupación que me alteraba y me enfurecía. Le agarré la muñeca haciéndolo que mojara a Alex y Dave, me reí en mi estupor.
– Para que vean lo que se siente – escupí –. ¡Me tratan como a un perro!
– No quisiste entrar a la ducha, ¿recuerdas? – Damon se soltó –. Dijiste que querías estar afuera.
– Ah... Sí, quiero estar afuera para que todos vean cómo me tienes, jodido – grité –. ¡Que todos en este puto festival sepan cómo me tienes, hijo de puta! ¡Que sepan la clase de marica que eres! ¡Es tu culpa que me haya revolcado entre mi porquería como un cerdo!
La gente de alrededor al principio hacía ojos ciegos, pero cuando empecé a abrir la boca, nadie se animó a seguir ignorándonos. Hubo un momento en el que dejé de escuchar lo que salía por mi boca y dejé que fluyeran las palabras. Entre más y más hablaba, Damon se encogía.
– Graham, ya – dijo entre dientes. Pero no lo obedecí.
– ¿Quieres que me calle? ¡Pues no! ¡No lo haré, llevo callando desde hace más de una década! ¿Por qué no puedes aceptar que te amo y dejar de lastimarme? Te amo, te amo, te amo... Siempre te he amado y lo hago tan fervientemente que por ti me humillo. ¡Me vale si alguien va y le cuenta a tu novia el chisme! ¡Te amo, Damon! – lo señalé –. ¡Y tú también me amas! No puedes negarlo ahora sí, ¡eres el más homosexual de todo este jodido festival!
Damon estaba impasible. Tenía las comisuras de la boca ligeramente alzadas, como queriendo sonreír. Pero sus ojos se habían cristalizado. El ceño estaba ligeramente fruncido, vi cómo se le formaba un nudo en la garganta. Tiró la manguera, el agua le mojó los adidas y escapó.
¿Y me importó? No, porque todo iba a regresar a cómo estaba antes. Siempre era así; un ciclo sin fin. Palabras amargas, lágrimas, insultos, arrepentimiento, reconciliación, un período de luna de miel. Sonreí mientras lo veía marchar. Me enjuagué la cara y en eso pude ver con claridad las expresiones lastimeras.
Quién diría que canté victoria antes de tiempo. Cuando regresamos de Glatonsbury algo se había roto permanentemente. Ahora las piezas anteriormente selladas se habían vuelto minúsculas boronas imposibles de unir. Con las semanas retomamos la charla, los chistes, los gestos dulces de la amistad, pero ya no había nada más allá. Me había equivocado. Todo era un mero acto; en las entrevistas, con nuestros amigos, con nuestras familias, entre nosotros... Entre más nos halagábamos en público, en privado crecía la indiferencia. Cada momento que pasábamos en soledad, no existía esa complicidad de amantes, sólo una cordialidad de amigos. He de admitir que me mantuve esperanzado por una buena cantidad de años hasta que en su cumpleaños número veintisiete todas mis ilusiones de un posible regreso se esfumaron cuando mencionó que pensaba en casarse y formar una familia; esperé una fugaz mirada que dijera: «no te preocupes, es para despistar», pero sin embargo, no la hubo.
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𝐃𝐨 𝐈 𝐌𝐚𝐤𝐞 𝐘𝐨𝐮 𝐅𝐞𝐞𝐥 𝐒𝐡𝐲? [𝐆𝐑𝐀𝐌𝐎𝐍]
FanfictionUna historia más donde Graham Coxon y Damon Albarn forjan una especial amistad. Muchísimas gracias a @Dublinesa90 por el compilado de datos sobre Graham, sin ella jamás hubiera podido escribir este fic porque soy una caga' para buscar información.