Capítulo XXVII

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A las siete de la mañana, subí a la furgoneta. Damon frunció el ceño como si hubiese percibido un aroma desagradable y luego procedió a sonreír. Todo sin el coraje de dirigirme la mirada. Yo me senté en un extremo y él se hallaba en el otro, Alex y Dave nos separaban. Alex estaba junto a mí, pero no habló. Tampoco Dave. Comprendí que ya todos conocían la situación que traíamos Damon y yo.

– Alex – dijo Damon –. ¿Te conté qué hicimos ayer en la tarde con Justine?

Imaginarme a Damon con ella me resultó intolerable. Lo miré de reojo, sólo para enterarme que él ya me estaba viendo antes. Parecía el adolescente malicioso que conocí hacía diez años. Sin embargo, ahora no quería su amistad, sino su muerte. Quería lanzarle de un acantilado, envenenarle el té.

– No – respondió Alex moviendo exageradamente la cabeza de lado a lado –. ¿Qué hicieron, Damon?

– ¿Qué hicimos, Alex? ¿De verdad quieres saber qué hicimos, Alex?

– Sí, Damon – asintió repetidamente –. En serio me muero por saberlo, Damon.

Mis intenciones de asesinar a Damon fueron reveladas gracias a la expresión furibunda en mi rostro.

– Pues fuimos a visitar cada uno de los edificios posmodernos más importantes de toda Londres – dijo, encogiéndose de hombros –. Uno pensaría que una cita como esa es aburrida y pretenciosa, pero no. Justine sabe tantas cosas y habla de una manera tan hipnotizante que quedé con ganas de escuchar más y más sobre construcciones. Ella podría leerme el directorio telefónico de principio a fin y jamás me aburriría.

Y todo el enojo que le tenía se convirtió en dolor. Todos guardamos silencio. Creo que ni siquiera él pudo creer – en cierto modo – sus palabras. Nos observamos. Yo no sabía cuál iba a ser mi siguiente movimiento o comentario, me dio un vuelco en el corazón. ¿Qué podría decir yo? Encendí un cigarrillo.

– ¿Tú hiciste algo, Grah? – Dave preguntó con genuina curiosidad.

Agradecí mentalmente su esfuerzo por querer cortar la tensión, pero no fue en un buen momento porque se me quebró la voz al contestar.

– Me emborraché en casa – contesté.

– Necesitas una novia, Graham – Alex me revolvió el cabello.

Negué con la cabeza, esbozando una triste sonrisa.

– Yo puedo presentarte una amiga de Justine – soltó Damon.

Nuevamente lo miré. Otra vez quería matarlo.

– Para que sepas, no sólo me puse ebrio – espeté.

– ¿Estuviste con alguien? – dijo Alex.

– Sí.

– Uy, ¿quién?

– No puedo decírtelo, Alex.

Damon dejó de sonreír.



Apenas cupimos en el sofá de terciopelo rojo. Mientras esperábamos por el entrevistador, no pude dejar de imaginar a Damon y Justine mirando edificios, conversando sobre edificios, decidiendo cuál edificio era su favorito o cuál era su menos favorito. Ardí en celos. De pronto sentí un empujón, era Damon.

– Qué.

– Vamos, Grah... – sonrió de oreja a oreja –. No me gusta que estemos enojados.

– Si no te gusta, ¿entonces por qué haces tantas estupideces?

𝐃𝐨 𝐈 𝐌𝐚𝐤𝐞 𝐘𝐨𝐮 𝐅𝐞𝐞𝐥 𝐒𝐡𝐲? [𝐆𝐑𝐀𝐌𝐎𝐍]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora