Capítulo 34.

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La brisa soplaba demasiado fuerte y La oscuridad inundaba todo el lugar. Dos personas corrían desesperadamente tratando de esquivar los árboles que había en aquel bosque, huían. Detrás de ellos venían varios tipos, todos encapuchados, no se distinguían sus rostros, pero no hacía falta verlos para saber lo que querían.

Los dos jóvenes que huían sabían que no tenían escapatoria. Corrían tomados de la mano, uno a escasos centímetros del otro; asustados, con todos los sentidos a flor de piel, y con la esperanza escapándose cada vez más de su lado. Aún tenían algo de ilusión por encontrar una salida, aún tenían una pequeña fe de encontrar la manera de escapar de esa situación y salir adelante, juntos. Pero es muy fácil soñar.

Llegaron a la salida de aquel bosque y, para desilusión de ambos, la salida daba justo a un precipicio. Era el fin, ya no tenían más escapatoria. Caminaron lentamente alejándose de los hombres que se acercaban despacio a ellos, como depredadores acechando a su presa. Pasos lentos los aproximaban al final del camino, hasta que llegaron al límite del lugar.

Se detuvieron, al ver atrás lograron divisar una caída de muchos metros de altura, a sus lados el panorama era igual, sin salida. Estaban completamente acorralados. El pelinegro tomó con fuerza la mano de su acompañante, viendo el anillo de compromiso que reposaba en su dedo anular(¿). Lágrimas inundaban y cristalizaban el amatista de sus ojos ¿ese sería el final de ambos?, como si sus pensamientos estuvieran conectados con los del castaño, este respondió.

– Veg, debemos saltar –

¿Estaba loco? ¿saltar? ¿enserio quería tomar ese camino?

Ambos esposos se enrollaron en una conversación teniendo muy presente el hecho de que esos sujetos estaban cada vez más cerca de ellos. Él no quería saltar, no quería terminar de aquella manera, quería continuar su vida al lado de la persona que más amaba. Pero el destino puede ser algo cruel.

– Rub, promete que nos volveremos a ver – el pelinegro levantó su mirada para encontrarse con los ojos esmeraldas de su esposo– prométeme que sea donde sea que vallamos, nos volveremos a encontrar –

El castaño esbozo una mediana sonrisa – sí, te prometo que en nuestra siguiente vida nos volveremos a ver y estaremos juntos, como debe ser. – con esa determinación, ambos se acercaron a la orilla del precipicio. Los hombres en túnica aceleraron aún más el paso, pero antes de que lograr llegar, ambos habían saltado después de sellar la promesa.

En ese momento, el despertador sonó por toda la habitación despertando a Samuel de un golpe. Este abrió los ojos completamente atónito sentándose bruscamente en su cama, su cuerpo temblaba incontrolablemente y tenía una horrible sensación de dolor por todos lados. Gruesas lágrimas resbalaban por su rostro recordando el sueño que acababa de tener; entonces, uno a uno el resto de sueños que había tenido fueron colándose en sus pensamientos, encajando como si fuesen una especie de rompecabezas.

En algún momento de su vida, el pelinegro se interesó por las temáticas relacionadas a vidas pasadas, pues él creía en la reencarnación. Ahora con ese sueño podía dar por hecho que los demás sueños no habían sido una simple jugarreta de su mente ni un inesperado sueño colectivo, como empezaba a creer al sospechar que Rubén tenía los mismos sueños que él. Pero ¿Cómo podía estar seguro que la otra persona de sus sueños era Rubén?, hasta ahora el peliblanco no había mostrado nada de interés ni curiosidad cuando trataba de tocar el tema de los sueños, y siempre ocurría algo que lo hacía distraerse y dejar la conversación a medias.

Tenía muchas dudas y un dolor de cabeza punzante haciendo estragos en su mente, necesitaba hablar de esto con alguien y sabia con quién hablarlo.

Junto a ti, en otra vida | RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora