Capítulo 23.

136 29 5
                                    


Rubén no sabía cómo sentirse en ese momento. Sentía ira, tristeza, confusión, odio, dolor; todo al mismo tiempo. Después del relato del pelinegro, entendía muy a fondo el por qué de su comportamiento. El por qué lo había apartado como si nada de su vida. Incluso encajando a la perfección el relato que Akira le contó a su hermana.

Estaba realmente molesto. La pareja de su amigo le caía mal, pero ahora no podía evitar odiarlo. Nada atribuía a un comportamiento así, ni siquiera el hecho de haber tenido una dura infancia; esto Rubén lo sabía de sobra por experiencia propia.

Aun se encontraba abrazando al pelinegro, tratando de consolarlo con suaves caricias. Este se separó ligeramente del peliblanco, viendo directamente a sus ojos esmeralda. Rubén por su parte no pudo evitar acercarse lentamente y depositar un dulce beso en la frente de su acompañante. Él no se merecía todo aquello que estaba soportando, el tiempo en que estuvieron conociéndose, se dio cuenta de la increíble persona que es Samuel. Una persona noble, amable, dulce, generoso, incluso tierno.

No cabía en su mente como un ser de luz como él pudiera vivir algo así. Quería ayudarlo, y tenía muy claro que lo haría.

Antes de hablar, la puerta de la vivienda se abrió de golpe asustando a los dos jóvenes y rompiendo el abrazo en el proceso.

– ¡ODIO A LA ESPOSA DE MI JEFE! – entró gritando Zaira, enojada a más no poder y sin notar la presencia del pelinegro en el hogar – ¡ES UNA MALDITA BRUJA! ¡COMO MIERDA SE LE OCURRE GRITARLE A AKIRA DE ESA FORMA! ¡ES QUE SI NO FUERA POR MI JEFE LA MATARÍA EN ESTE MOMENTO! – vociferaba en un tono bastante fuerte.

– emmm Zaira, que tenemos un invitado en casa –

– ¿ah? – y de inmediato, su notable enojo se convirtió en una mirada curiosa – ¡oh! Lo siento tanto – se disculpó dulcemente mientras se acercaba al pelinegro – mucho gusto mi nombre es Zaira, el pendejo al lado tuyo se hace llamar mi hermano – se presentó. Generando una pequeña sonrisa en el pelinegro y una mirada matadora en el peliblanco.

– el gusto es mío, soy Samuel, amigo de tu hermano – correspondió la presentación.

– ¡oh! Así que tú eres samuel – pero antes de terminar la oración, un fuerte pisotón la detuvo de golpe de seguir hablando – ¡AUCH! Pero que eres idiota o que Rubén; eso no se le hace a una dama – se quejó retirándose del lugar.

– empezando, tú no eres ninguna dama – tras decir aquello, recibió un golpe en la cara por parte de una almohada arrojada con una excelente puntería por su hermana.

– ¡SERAS GILIPOLLAS!, En fin, mamá llamó y dijo que debía cubrir el turno de la noche también, regresará hasta la madrugada – Comentó aquello desde la cocina del hogar. Por un momento, la mirada del peliblando se ensombreció y un poco de tristeza se asomó. Pero inmediatamente su semblante cambió para ver en dirección de su acompañante nuevamente.

– Rubén, creo que es mejor que me valla ahora, ya está algo tarde –

– si te quieres quedar no hay problema, a nuestra mamá no le molesta que los amigos de Rubén se queden en casa, a mí tampoco – propuso gentilmente la ojiazul asomándose de nuevo a la sala del hogar, para encaminarse a su habitación - ¡solo no sean muy ruidosos! - gritó esto último desde el segundo piso.

– JODER, SERÁS HIJA DE .... – reprimió el insulto, pues había entendido perfectamente lo que había querido decir su querida hermana con la última frase, agradecía que el pelinegro parecía no entender nada de aquella discusión. -en fin, Zaira tiene razón. Samuel, si quieres quedarte estas más que invitado –

Junto a ti, en otra vida | RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora