La noche era vibrante, las risas y gritos de celebración se podían escuchar en un pequeño bar. Era un momento de festejo, de festejar algo, aunque no era muy claro el qué. Una cantidad no muy grande de personas se encontraban en aquel bar bailando, todos dejándose llevar por el alcohol. Un castaño, quien observaba todo desde la barra, sentado y con una botella de cerveza semi-vacía en su mano, se sentía ajeno a aquella celebración. Su mente se encontraba un tanto distorsionada y sus pensamientos eran confusos. Sin más, dejó aquella botella en la barra y salió del lugar. La noche era fresca y bastante tranquila. No muy lejos se podía divisar un pequeño mirador, estaba solo. Con pasos lentos se acercó a ese lugar y se sentó en el suelo dispuesto a ver al cielo. Necesitaba un respiro. Necesitaba despejarse.
Estaba tan sumido en sus pensamientos que no notó cuando alguien se sentó a su lado.
– es una bonita noche ¿No crees? –
El castaño volteó a ver a la persona que se encontraba a su lado, se trataba de un chico de cabello oscuro como la noche y unos ojos amatistas profundos, casi hipnóticos; era bastante guapo eso debía admitirlo, pero no entendía muy bien que estaba haciendo allí, aunque tampoco tenía ganas de preguntar y mucho menos de ser borde. Tan solo se limitó a asentir en respuesta a su pregunta dirigiendo su mirada al cielo nuevamente.
Se quedaron un tiempo así, en compañía del otro, viendo a las estrellas y en un agradable silencio. Hasta que uno de ellos decidió romperlo.
– ¿Sabes? Vivimos en un mundo tan ajetreado y movido, que muy pocas son las personas capaces de apreciar la belleza que otorga la tranquilidad del silencio – exclamó sin apartar la vista del cielo de una forma completamente pacífica. El castaño solo volteó a verlo. Podía notar toda la paz que transmitía en su mirada, en su semblante. Se sentía en armonía, sentía que en aquellos ojos podía encontrar la paz que estaba buscando, que estaba anhelando.
De repente todo el tiempo se detuvo, todo a su alrededor dejó de existir, solo eran ellos dos en el mundo.
Y despertó.
Rubén acababa de despertar. No sabía por qué, pero tenía una sensación extraña al recordar ese sueño. Sentía como si fuese real, como si fuese algún recuerdo de algo que jamás ha vivido y eso lo hacía sentir extraño. Por alguna razón, sentía que esa persona de ojos amatistas la había visto antes, pero al único que conocía con esa descripción era al amigo de la infancia de Guillermo, a quien nunca volvió a ver.
Pensando qué tal vez solo era una jugarreta extraña de su cerebro, se dispuso a levantarse e iniciar su nuevo día. Hoy debía ir a la universidad y no quería llegar tarde. Desde que inicio la carrera universitaria se prometió a si mismo que sería responsable y llegaría puntual a sus clases. Promesa que espera al menos cumplir el primer mes de clases, aunque sabe que a las semanas lo dejará.
Se baño, cambió y bajó al primer piso de la casa para tomar algo de desayuno, un cereal era rápido y estaría bien con eso. Al terminar, se acabó de alistar y cogió las llaves del departamento. Su madre y su hermana ya habían salido a sus respectivos trabajos, por lo que le quedaba a él alimentar al gato y asegurarse de cerrar bien las puertas después de salir; y así lo hizo. Tarareando una canción, dejó las croquetas al gato que estaba en su lugar esperando por la comida, se dirigió a la puerta del hogar y la cerró con suavidad al momento de salir. Se aseguró de que todo estuviera en orden y se marchó, sin dejar de tararear alguna canción. Sentía que su día sería diferente.
⭐⭐⭐
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Junto a ti, en otra vida | Rubegetta
RomanceBajo la luz de la luna, frente a un grupo de personas quienes pretendían arrebatar sus vidas, una joven pareja tomó una decisión radical; con un último beso como sello de garantía, ambos se hicieron una promesa: se volvería a encontrar. En una nueva...