Capítulo 3.

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El ambiente era ameno. Después de conversar un rato todos en conjunto y tomar algo de alcohol, se dispersaron para empezar a bailar, la noche apenas empezaban y todos querían divertirse. Samuel no era muy bueno bailando, de hecho, no sabía bailar. Por lo que prefirió sentarse un rato a observar el panorama. Alguien se sentó junto a él.

– ¿y por qué no estás bailando? – preguntó el joven de ojos esmeralda intentando iniciar una conversación, fallando olímpicamente en el intento.

– ¿Por qué no estás bailando tú? – le devolvió la pregunta, sin prestarle atención.

– porque te vi acá solo y quise venir a hablarte – respondió directo, demasiado directo en realidad. El alcohol empezaba a hacer efecto en él.

Samuel volteó a verlo por un momento. Habló. – pues, no sé bailar, así que prefiero estar acá. – concluyó para desviar su mirada nuevamente.

– mmm, ¿sabes? Yo tampoco se bailar muy bien, así que podríamos intentar bailar juntos, ¿Qué dices? – ofrecía el castaño. Era cierto que no sabía bailar, siempre esperaba a que entrara un poco más la noche y el alcohol afectará fuertemente a todo el mundo para empezar a moverse y nadie recordara algo. Siempre lo hacía y siempre funcionaba, así que nadie recordaba si hacía algo vergonzoso. Pero esta vez sentía que quería compartir tiempo con el joven de ojos amatistas.

Samuel por su parte lo pensó un momento, le daba mucha curiosidad lo que ese joven le hacía sentir. Por lo que aceptó su invitación. Rubén le ofreció su mano y este la tomó, dirigiéndose al centro del lugar a bailar, o al menos intentarlo.

No eran muy buenos tratando de moverse. A decir verdad, eran pésimos. Pero todo el mundo estaba tan metido en sus propias conversaciones, que nadie los notaba. Por un momento eran solo ellos en un amplio lugar y bajo una música bastante movida, sumergidos en una agradable conversación, hasta que la música cambio a una más suave. Dejándose llevar, Rubén tomó de la cintura al pelinegro con una de sus manos y con la otra tomó una de sus manos. Samuel se dejó tomar una de sus manos y la otra la posicionó sobre el hombro del contrario. Sus miradas estaban conectadas y se movían lentamente con la canción que sonaba de fondo. Sentían mariposas en sus estómagos, muchas de ellas. Observaban atentamente el rostro de cada uno queriendo grabar una copia exacta en sus mentes. Sus ojos brillaban. Tenían la sensación de haber observado los ojos del contrario antes, de haberlos analizado, de haberlos memorizado. Sin darse cuenta, poco a poco el espacio entre ellos se iba reduciendo, hasta que un grito los sacó de su ensoñación rompiendo el momento.

– ehhhhh hora de bailar la Macarena!!!! – era David, quien al estar borracho ya, subió en una de las mesas y empezó a gritar a todo pulmón. Los demás, al encontrarse en la misma situación que él, gritaron asintiendo y pidiendo que sonara la canción que el moreno había propuesto. Alex y Miguel subieron en la misma mesa acompañado a su amigo, con una evidente borrachera también.

No sabía cuánto tiempo había pasado, pues cuando empezaron a bailar todo el mundo aún estaba cuerdo. Pero ahora la mayoría de ellos se encontraban tambaleándose de un lado a otro intentando mantenerse en pie, otros gritaban y brincaba eufóricamente acompañando a los bailarines de la mesa, otros sentados en sillones o en el suelo propio tratando de llevar una conversación, muchas parejas estaban encerradas en cuartos de la casa y otros sentados en el patio de la misma simplemente hablando.

– ¿tus amigos son así siempre? – preguntó con curiosidad Samuel señalando al trío que intentaba coordinarse en la mesa.

– por lo general son bastante agradables, pero cuando están borrachos son un caso perdido – decía burlándose con esto último.

– ¿ah sí? –

– ¡si! Una vez estaban tan borrachos, que cuando fuimos a buscarlos los encontramos en un baño, con David dormido usando el retrete como almohada, Miguel dando palmaditas en la espalda a una figura de un gnomo creyendo que era Alex y a este último llorando por que se le había roto una hoja a una planta. –

– vaya, son especiales – comentaba riéndose de la anécdota contada por el castaño. Para Rubén, la sonrisa del pelinegro le parecía hermosa y le alegraba poder verla. Levantó la mirada de su acompañante y la dirigió al patio, buscando a sus demás amigos, pronto los divisó.

– ¿Vamos con los demás? – preguntó, a pesar de que quería pasar más tiempo a solas con él, no quería que se sintiera incómodo tan solo con su presencia, por lo que prefirió que se unieran con los demás. El pelinegro asintió como respuesta y ambos se encaminaron al patio. Uniéndose a la conversación grupal. Sorprendentemente, ninguno de ellos estaba borracho, tomados si pero aún estaban algo cuerdos.

– ¡Samuel! ¿Como la estás pasando? ¿Rubén te está tratando bien? – preguntaba un curioso albino al notar la llegada de sus amigos, recibiendo una mala mirada del castaño.

– si si, de hecho, estoy disfrutando la noche, el ambiente adentro es bastante curioso –

– sí, de hecho, hablábamos de eso – dijo el pelirrojo retomando la conversación que tenían antes y uniendo a los nuevos en esta misma. Pasaron así el resto de la noche, hasta que la fiesta llegó a su fin. La mayoría de personas ya se habían marchado y solo quedaban algunos cuántos borrachos que no podían sostenerse en pie, entre esos el trío que bailaba en la mesa, quienes ya no se encontraban allí. Se encontraban los tres juntos en la cocina de la casa, con el moreno durmiendo al lado del refrigerador y los otros dos discutiendo nerviosamente mientras creían que su amigo acababa de ser secuestrado por aliens y en su lugar habían dejado una marioneta. Sí, una escena típica para ellos.

Era bastante tarde, por lo que Manuel ofreció algunas habitaciones de su hogar para que sus amigos se quedaran. Samuel no quería aceptar la oferta, no quería causarles molestias, pero la insistencia de Guillermo logró que aceptara la invitación; por lo que ellos dos, junto a un desmayado David, se dispusieron a descansar en la misma habitación.

Con los ronquidos del moreno como sonido de fondo, el pelinegro observaba el techo de la habitación recostado ya en la cama, algo pensativo; pues al fin del día, su pareja no le había escrito y él tampoco le había comentado que asistiría a una fiesta. Guillermo, quien estaba a su lado, notó la preocupación en el rostro de su amigo.

– ¿ocurre algo? – preguntó.

– ¿eh?, no, tranquilo. Solo me duele la cabeza. Dormiré. – y decidió dar la espalda a su amigo para tratar de descansar. El albino solo asintió, volteando al otro lado de su amigo y abrazando a David, pues la cama que compartían los tres era absurdamente amplia. 

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asdf. No se que tal salio esto, pero espero que les haya gustado <3 

Junto a ti, en otra vida | RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora