Capítulo 30.

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El siguiente día empezó cuando los rayos de sol llegaron justo a donde se encontraban todos los jóvenes durmiendo, levantando a algunos en el proceso. La mañana pasó siendo amena, con animadas charlas, comentarios sobre la película que habían visto, y burlas al albino que pasó la mitad de la película bajo las mantas.

La tarde llegó, todos los jóvenes almorzaron algo improvisado cerca de la piscina de la casa, pero en algún momento, varios de ellos se fueron del lugar por un largo tiempo mientras el pelinegro era entretenido por otros de los jóvenes para que no entrara en la casa, en más de una ocasión quiso entrar, pero el albino se ofrecía a ir en su lugar; esto no pasó desapercibido para Samuel.

– oye Guille, ¿Dónde está Rubén? – preguntó el pelinegro, algo enojado ya por la larga ausencia de su chico.

– emm, la verdad no lo sé – respondió este alzando los hombros – ¿y si mejor lo llamas? Esta casa es muy grande y te puedes perder fácil; vi tu celular en la mesa de la sala – añadió logrando así que Samuel fuera en busca de aquel objeto.

Al entrar en la casa de nuevo, el pelinegro fijó su mirada en la mesa central donde se encontraba su celular, al tomarlo, cayó una pequeña hoja que se encontraba debajo de este; Samuel no recordaba haber dejado una hoja debajo de su móvil, así que con curiosidad la tomó y desplegó el papel, este contenía una pequeña nota que decía: "te espero en el balcón del tercer piso, att: Rubén".

Haciendo caso a la nota se dirigió hasta ese lugar. En el tercer piso de la casa se encontraban varias habitaciones, pero solo una tenía un balcón, así que era fácil encontrarla. Al llegar, Samuel entró esperando encontrar al peliblanco, pero lo que encontró fue un camino de pétalos de rosas que lo guiaban desde la puerta hasta la salida al balcón; el pelinegro empezó a seguirlo, desviándose un momento en mitad de camino a la derecha, lugar donde se encontraba una cama matrimonial, pues esta estaba llena de pétalos de rosas y esto llamó su atención. Al acercarse, notó que en la superficie de la cama había otra nota, suponiendo que era para él, la tomó y la desplegó. Una risa se escapó de sus labios al leer la nota; la guardo y siguió con su camino.

Al llegar al balcón, se detuvo un momento apreciando todo lo que había allí. El lugar era amplio rodeado por barandales, en cada extremo se encontraban sillas y mesas pequeñas, con velas puestas y encendidas en ellas; al centro del balcón, se encontraba una mesa circular y amplia con una vela mucho más grande que las demás en el centro; la mesa estaba rodeada por más pétalos de rosas en el suelo, dando así un toque más romántico.

Al extremo del balcón se encontraba el peliblanco de espaldas; este al escuchar el ruido de la puerta siendo abierta, volteó buscando a Samuel con su mirada. Al notarlo allí, se acercó con un ramo de flores en su mano.

– Me costó un huevo conseguir un ramo de flores de color violeta, pero ha valido la pena – entonces las extiende al pelinegro, quien las toma con sumo cuidado para acercarlas a él y oler el delicioso aroma que emanan.

– son hermosas, en general todo esto es hermoso Rubén – sus ojos tienen un brillo tan especial que hace que el corazón del peliblanco se agite (más de lo que ya está) y los nervios, que minutos antes había logrado calmar, aparezcan de nuevo.

– y-yo... yo solo... – carraspea un poco antes de volver a hablar – Sam, yo solo quería darte una sorpresa con algo que estuviera a tu nivel, porque te mereces esto y mucho más. – el peliblanco pronuncia esas palabras con tanta seguridad, que hace al pelinegro un manojo de sentimientos revueltos, quien solo se abalanza sobre el contrario envolviendo sus brazos por su cuello en un abrazo sorpresivo. El peliblanco lo toma por la cintura, tan suave y firme al mismo tiempo, que Samuel siente que ese es su lugar, que ese ha sido siempre su lugar, allí, en los brazos de ese peliblanco tontito, pero de un corazón inmenso.

Junto a ti, en otra vida | RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora