Capítulo 35.

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Eran las 10 de la mañana cuando el sonido de una notificación despertó al bello durmiente que yacía boca arriba bajo una media cobija, con una pierna saliendo de la cama, un brazo sobre la cabeza, la boca totalmente abierta y baba escurriendo de esta, sosteniendo con una mano un peluche de un gato naranja y con un gato naranja real acostado en su pecho. Al escuchar el insistente sonido, el peliblanco se estiró en su lugar espantando al gato que minutos antes dormía plácidamente sobre él; se limpió la baba, se rasco la cabeza con una mano y con la otra tomó el celular que reposaba en su mesa de noche, maldijo en quien sabe qué idioma a los de su telefonía por despertarlo de su sueño recuperador con mensajes de spam. Se disponía a volver a dormir, pero al revisar las demás notificaciones, notó un mensaje de WhatsApp de Samuel quien le decía que quería verlo en la tarde. Entonces recordó que precisamente ese día tenía una sorpresa preparada para el pelinegro y planeaba dársela en la tarde; así que decidió dejar la flojera e iniciar su día.

Era un viernes, día en que no tenían clases en ninguna jornada él y sus amigos. Por lo que, después de desayunar algo improvisado y viéndose solo en casa, decidió ir a pasar el rato con el albino que vivía frente a su hogar, el cual Rubén sabía que se encontraba solo en ese momento.

– ¿y tienes todo listo? – preguntó Guillermo sin despegar la mirada de la tv mientras tomaba un poco de su bebida.

– sí, ya tengo el lugar apartado, y Miguel se encargará de llevar el arreglo floral. Estoy emocionado tío – comentó el peliblanco con ilusión, llevaba días preparando una sorpresa para el pelinegro, pues tenía intenciones de pedirle que salieran formalmente, ¡quería contarle al mundo entero que Samuel era la persona que había robado su corazón!

El albino solo sonrió por la emoción que desprendía su amigo.

– me parece increíble que seas tan organizado para darle sorpresas a Samuel, y para el resto de tu vida seas un desordenado de primera. – comentó con burla el albino, recibiendo bufidos como respuesta de su acompañante.

Continuaron conversando un rato más hasta que llegó la madre de Guillermo quien, al ver al peliblanco, lo invitó a almorzar como siempre lo hacía con cualquier amigo de su hijo. Al terminar, Rubén agradeció y se dispuso a ir a su hogar para alistarse; en media hora debía salir al encuentro con su chico. Pasado ese tiempo, el peliblanco salió de su hogar asegurándose de dejar todo cerrado correctamente. Estaba tan concentrado en lucir perfecto y que todo saliera bien, que no notó que unos sujetos lo habían empezado a seguir.

Caminaba con algo de nervios, no podía evitar sentirse inseguro, ¿y si estaba apresurando las cosas? No quería incomodar al pelinegro, había prometido respetar su tiempo y esperar a que este se sintiera seguro; pero quería también hacer formal lo que tenía con Samuel, quería tomarlo de la mano y gritar que aquel ser tan perfecto era su pareja. Con esto último se sintió más seguro de lo que haría.

Llegó al lugar en el que se encontraría con el pelinegro sorprendiéndose de haber sido el primer en llegar, pues era Rubén el que siempre llegaba tarde a todos lados, incluyendo las salidas con Samuel. Tal vez eran los nervios los que lo habían hecho salir antes de tiempo y llegar temprano, pero de todas maneras no le importaba, lo esperaría. Pudo haber pasado por él donde se encontrara, pero ese día el pelinegro tenía pensado almorzar con Luzu en un lugar cerca al parque en el que se habían quedado de encontrar, y creyendo en que el peliblanco se retrasaría, pensó que era mejor esperarlo sentado cerca a la única fuente que había en uno de los costados del parque, cosa que Rubén no contradijo y aceptó; ahora era él quien esperaba, pero tampoco le molestaba.

Ojalá el peliblanco hubiera prestado más atención a su entorno.

De esa forma, hubiera notado los pasos que lo seguían a la distancia.

Junto a ti, en otra vida | RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora