Capítulo 24.

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El día empezó, esta vez mucho más temprano para el peliblanco que solía posponer su alarma cada cinco minutos hasta que los gritos de su hermana lo despertaban alegando que se levantara de una jodida vez. El reloj marcaba las 6 de la mañana, para ese momento, Rubén estaba seguro de que su mamá ya estaba en su habitación durmiendo profundamente recuperándose de la agotadora noche, trabajaba como enfermera, y a veces debía cubrir los turnos en la sala de urgencias por las noches.

Con mucha pereza, se estiró un poco en su cama despertando al pelinegro de paso. Este tardó un momento en incorporarse y reconocer el lugar en que se encontraba. Al recordar todo lo que ocurrió la noche anterior, un fuerte sonrojo se coló en sus mejillas. Pero esto no le impidió dar un dulce beso de buenos días al peliblanco que lo veía con curiosidad. Inmediatamente, Samuel se levantó para empezar a alistarse, debía ir a su departamento primero antes de ir al trabajo; ese día cubriría el turno de la mañana. Se vistió en el baño, cuando ya estuvo listo, Rubén se ofreció a preparar algo rápido para que desayunara; pero este se negó diciendo que en la pastelería desayunaría, no quería incomodar más.

Estando ya afuera del hogar, ambos se encontraban tomados de la mano. No querían que aquello terminara. Porque sabían que en el momento en que el pelinegro se fuera, ese día tardaría en volver a repetirse, si es que se repetía.

– Sam.... harás... harás algo el respecto, ¿verdad? – preguntó con algo de miedo por la respuesta del pelinegro.

– ...si – fue lo único que pronunció. No sabía cómo, y seguramente tardaría. Pero con lo vivido anoche, tenía la certeza de que todo saldría bien.

Finalmente, y por impulso de ambos, unieron nuevamente sus labios en un beso, esta vez mucho más duradero, sin importarles en absoluto si alguien más podía verlos. Al separarse, el pelinegro abandonó lentamente el lugar para encaminarse a su departamento. Rubén lo observó hasta que la silueta del otro se perdió, volviendo a su casa para empezar su día.

Ambos estaban tan concentrados en el otro, que no notaron la presencia de una tercera persona que había presenciado todo el espectáculo con lujo de detalle. Pues justo diagonal al hogar del peliblanco, y en seguida de la vivienda del albino, se encontraba la casa de David, quien momentos antes había salido, en pijama y con una taza de café en mano, a recoger la correspondencia en el buzón de la entrada. No separó su vista ni un momento en cuanto notó la presencia del pelinegro de ojos amatistas salir del hogar de Rubén. Sorprendiéndose a más no poder en cuanto vio como aquellos dos se besaban como si su vida dependiera de ello. Notando también el pronunciado sonrojo en Rubén en cuando Samuel se retiró y como el primero no despegó la mirada del último hasta que este se perdió en la lejanía.

Hoy sería el día de chismear y molestar al más alto, eso lo tenía claro.


⭐⭐⭐


– entonces Rubén... ¿Qué tal la noche? ¿muy agitada? – molestó David en cuanto el peliblanco llegó a la clase y se sentó junto a ellos. Momentos antes, el moreno había aprovechado el hecho de que el más alto nunca se dirige con él y Guillermo a la universidad, pues siempre se le hace tarde; por lo que, como buen chismoso que era, le contó a su amigo lo que había presenciado en la mañana. El albino al principio no lo creyó, pues pensaba que sus amigos se habían ido a su respectivo hogar al despedirse de él; pero David no era ningún mentiroso, y por la emoción en como relataba los hechos, pudo asegurar que era verdad.

– ya dejen de molestar – Rubén desvió la mirada de sus amigos claramente sonrojado y lanzando maldiciones en forma de murmullos. Jodido David y su horario de anciana madrugadora, pensó.

Junto a ti, en otra vida | RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora