Uno, dos, tres...
Ellos no dejaban de llegar. Dolía la idea de que pronto él sería su cena. Ya había tratado de varias maneras salir de allí, pero golpear los barrotes por una hora sólo le lastimaba las manos. Todos los nuevos hacían lo mismo, como una especie de tradición. Se movían como locos tratando de salir de esas pequeñas jaulas, sin éxito. Dirigió su mirada a la puerta, y pudo jurar que uno de los pasajeros lo estaba mirando, mientras se le hacía agua la boca. No pudo hacer más que tapar sus ojos.
No recordaba bien cómo había llegado a esa cárcel, pero estaba seguro de que no fue algo agradable. Pasaron las horas. El chico se había quedado dormido, soñando con un lugar mejor, un lugar en donde podía correr sin temer de ser comido, un lugar donde ellos estaban ahí, donde nunca se separarían de él de nuevo. Ese sueño fue interrumpido por un sonido el cual vino desde fuera. El monstro de largos brazos había movido las jaulas. Ahora, en lugar de estar en la entrada como decoración, se encontraba en la oscura habitación. En la puerta estaban dos pequeñas criaturas con sombrero puntiagudo. Por fin, después de tanto tiempo, podía ver algo que no pareciera querer matarlo. Gateando, se acercó lentamente a la puerta. Los Gnomos lo veían curiosos. En la habitación no parecía haber nada que lo pudiera ayudar a salir, hasta que lo vio, el objeto que lo sacaría de esa situación tan horrible. El niño apuntó con el dedo el clip tirado de una chica que estuvo antes de él, esperando que las criaturas lo vieran. Una de ellas fue hacia el objeto y lo tomó con sus dos pequeñas manos. El chico sonrió. La criatura, al notar que el objeto hacía feliz al chico, pensó que tal vez sería aún más feliz teniendo el objeto en sus manos, y valla que acertó. El chico le arrebató el clip de las manos, metió el objeto en la cerradura de la jaula y comenzó a moverlo, deseando que ésta se abriera. Se detuvo al escuchar otro ruido, una puerta abriéndose. Las criaturas se fueron de allí rápidamente. Él siguió tratando de abrir la puerta. Ya lo hacía rápidamente, pero empezó a hacerlo desesperadamente cuando el monstro tomó su jaula y la levantó. Tal vez no sabía dónde lo llevaría, pero definitivamente no sería a la salida de ese lugar.
El sonido de la victoria llegó. El sonido de la cerradura abriéndose. Abrió la puerta y, con el corazón en la mano, saltó al suelo. Aunque se lastimó un poco, se pudo levantar fácilmente. Se dio la vuelta, pero sólo notó cómo la puerta se cerraba, viendo por una fracción de segundo unos gordos dedos. Ya no importaba, mientras que no se diera cuenta que llevaba una jaula vacía.
Comenzó a mirar a la habitación. Él había salido, pero los niños de las otras jaulas seguían allí, abrazándose de sus piernas, esperando el final.
Tristemente, el chico sólo tenía dos brazos, por lo que irse cargando todas las jaulas no era una opción. Se dio la vuelta y notó algo magnífico. En la sima de la pila de jaulas, había un objeto que lo ayudaría bastante: Una linterna, la cual se habrá caído de otra de las jaulas que se llevaron. Una a una empezó a escalarlas. Todos se miraban asustados, pero a la vez, rendidos. No le tomó importancia. Siguió escalando, cuando al fin llegó. Aún quedaba una incógnita: ¿La linterna tenía baterías? Descubrió la respuesta cuando apretó su botón y ésta se encendió. Se dio la vuelta, listo para bajar, hasta que algo lo interrumpió. Detrás de él estaba otra jaula, donde salían algunos murmuros. Curioso, se acercó a ella, pero no parecía haber nada extraño.
-¡Tienes que quedarte! ¡Ella te matará! ¡Ella te matará!- La niña tomó al chico del cuello, mientras gritaba las mismas dos frases. Trataba de soltarse, pues sus manos frías estaban asfixiándole, pero era bastante fuerte. Al final pudo soltarse, pero a cambio tropezó y cayó al suelo, llevándose la jaula con él y soltando un muy fuerte ruido. Rápidamente se puso de pie. Esta vez la caída fue más dura, pero el chico era resistente. La puerta se volvió a abrir. Alguien tenía que ver qué era todo ese escándalo. El chico se escondió detrás de la jaula de la chica, la cual seguía gritando. Una mala idea. El monstro, con sus dos manos, tomó la jaula y miró a la niña, que ahora estaba gritando del miedo de saber que allí acabaría todo. El monstro abrió la jaula y tomó a la niña. Los gritos cesaron cuando la cosa dio el primer bocado. Después miró en el sueño. Un pequeño fugitivo estaba frente a él. El chico se volteó y comenzó a correr. No se detendría después de ver lo que le hizo a esa niña loca. El monstro lo empezó a perseguir. En definitiva, el chico no era muy rápido, pero el monstro, al tener ese gran tamaño, tampoco lo era.
En la pared estaba la salvación, las alcantarillas. Sin dejar de correr, el chico derrapó y entró allí. El monstro trataba de meter su gorda mano en la pequeña entrada, pero no podía hacerla pasar.
El camino era oscuro, pero recordó que tenía a la mano una linterna, la cual lo ayudo a ver mejor. Era bastante estrecho, pero ni de chiste volvería a donde el monstro seguía tratando de meter su brazo.
Siguió andando por un buen rato. Una canción comenzó a retumbar por las paredes de la alcantarilla. Una suave voz que tarareaba una canción con tres tonadas. Después de casi morir, eso era como un regalo.
Su caminó terminó cuando, por un descuido, no notó que el final del camino sería un gran precipicio, donde empezó a caer, sin poder ver el suelo. Tres grandes caídas, cada una más grande que la anterior, hasta que la última terminaría matándolo. Era chistoso. Cerró sus ojos, aceptando ya su destino.
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Little Nightmares - Hunger
AdventureEl chico recordaba poco o nada sobre su pasado, pero eso allí no le servía. Las fauces; El lugar de donde nadie volvía, en donde pisar allí era pisar en el mismísimo infierno, donde él viviría sus pequeñas pesadillas. Esta historia tiene varias ref...