Setenta y seis, setenta y siete, setenta y ocho. Y así, los tres comenzaron a bajar; tan rápido como el ascensor podía. Honestamente a ninguno le hacía mucha gracia, después de tanto, todo eso que habían sufrido, de estar tan cerca de la salida, ahora volvían al inicio. Al menos ahora sí tenían un plan. Diez miró a Quince, el chico estaba mirando al suelo.
-¿Estás bien?- Preguntó ella suavemente.
-¿Cómo llegamos a esto? ¿Cómo es que nosotros siquiera seguimos vivos? -
-Porque somos fuertes- Dijo Once sin voltear- Por eso seguimos aquí-
-Exactamente- Agregó Diez- Juntos nosotros pud...-
-Juntos- Interrumpió Quince- Eso es exactamente lo que me preocupa. Dime... Del grupo, ¿Cuántos quedan?-
Los tres se quedaron en silencio un momento.
-Quedamos nosotros y eso es lo que importa- Dijo Diez mirándolos por encima del hombro, para después voltearse y mirar a la puerta. Llegó otro momento de silencio hasta que Diez dijo:
-Oigan, poco se habla de que dejamos a Ocho colgando-
-¡DIOS MIO, ES CIERTO!- Exclamó Quince.
-Tranquilo, tranquilos, él ya debió haber bajado por cuenta propia. Sin la esa niña/mujer y sin él- Acarició a Pietro- Ya estará a salvo.
Las puertas del ascensor se abrieron. Raro hubiera sido ver una sala que no reconocieran. Otro típico pasillo oscuro y desordenado. Claramente si los pisos superiores y principales eran un desastre, poco podían pedir de los inferiores. Pietro salió primero y se agachó, invitando a los niños a subir.
-Y bien, ¿Quién será la cabeza de aquí?- Preguntó Once, a lo que Quince y Diez retrocedieron levantando ambas manos- Bien, me ofrezco, sólo acabemos con esto cuanto antes-
Once subió al monstro, e inmediatamente se quiso bajar. Era tan raro estar encima de la criatura que lo atormentó durante meses, la que mató a un chico frente a sus ojos, con la que había tenido pesadillas más de una ves. Lo mismo para Diez, y Quince, que se sentó atrás. La bestia levantó sus cuatro patas y comenzó a andar. Así estuvieron un rato, todo era muy silencioso, la tensión se sentía en el aire. Tras un rato avanzando Pietro los llevó a un lugar que no habían visto antes, uno recorrido por la chica de amarillo. Una sala llena de puertas, con una cama volteada en el centro. Había un ojo en la pared, pero éste estaba apagado, haciendo que se viera todavía menos la sala. Avanzaban lentamente, cuando Pietro chocó con algo, que cayó y se destruyó. Los chicos observaron: Era una escultura de piedra, de cara y cuerpo de un niño, o lo que solía ser un niño. Detrás había otro, una chica sentada en el suelo, abrazando sus piernas. Había tenido el mismo final.
-Dios- Susurró Quince mientras avanzaban. Su siguiente parada se podía resumir en una sola cosa: Camas. Claramente se trataba de un dormitorio, dormitorio para Diez, pues ese era el número de camas que había. Miraron en cada una, y todas vacías. Siguieron, pero antes de salir Once recordó:
-Yo estuve aquí-
-Tú... ¿Qué?- Preguntó Diez extrañada.
-¿Ustedes no?-
Quince y Diez negaron con la cabeza,
-Cuando el hombre del saco me trajo nos llevó a mí y a otros chicos a la fuerza aquí, nos encerró y fuimos supervisados por el brazos largos. Comer tantos días pan duro... Pero nos fue bien a comparación de otros.
-¿Y por qué los mantenían?-
-Oh, no lo hacían. Un día aleatorio se llevaban de uno a tres niños, y no tardaban en traer otros. Cuando supe que era el último de mi "grupo" Supe que me llevarían a mí, entonces...
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Little Nightmares - Hunger
PertualanganEl chico recordaba poco o nada sobre su pasado, pero eso allí no le servía. Las fauces; El lugar de donde nadie volvía, en donde pisar allí era pisar en el mismísimo infierno, donde él viviría sus pequeñas pesadillas. Esta historia tiene varias ref...