Despierto

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Setenta, setenta y uno, setenta y dos. Abrió los ojos. Oh no, no podía dormir en ese momento, algo se acercaba. Se levantó tan rápido como pudo, recordando esa figura que se acercaba a ellos. Quedó bastante confundido. Se encontraba en una cama, una cama bastante grande, en un cuarto bien iluminado, pero en completo silencio. Antes de ponerse de pie observó su brazo, el cual tenía un vendaje bien colocado. No entendía qué había pasado. Escuchó un ruido al lado de él. Era el gnomo, que lo había seguido y cuidado. Veinte se bajó de la cama, y le dio la mano para que el amigo lo guiara a la salida. Pasó por la puerta, y no creyó lo que estaba viendo. Era una gran sala, poco iluminada, y bastante amplia, lo encontró, a Pietro. El animal estaba tirado en el suelo. Se acercó un poco más, la bestia sólo dormía, tranquilamente y en paz, esperando a que sus dueños regresaran. Lo rodeó, y siguió andando. Llegó a lo que parecía ser un mirador. A lo lejos lograba observar un largo pasillo, con una fina construcción de madera. Él no alcanzaba a verlo, pero era el pasillo que conducía al comedor. Éste aún tenía rastros de los cientos de gordos monstros que pasaron por ahí. Pero, para su sorpresa, ellos ya no estaban. Ahora había algo más... Había niños, un inmenso grupo de ellos, pasando por ahí, buscando el camino a la salida. ¿Cómo? Se preguntó, ¿Cómo lograron escapar? Bueno, tenía que llegar a ellos de alguna forma. Se dio la vuelta, dispuesto a encontrar la manera de salir, y de encontrarse con sus amigos. Siguió andando. Algo rugió dentro de él, su estómago. Ya había pasado bastante desde que había comido algo, pero no había nada comestible allí cerca... Salvo... Veinte observó al gnomo, mientras él caminaba tranquilamente a su lado. Técnicamente él era carne, ¿No? Descartó rápidamente esa idea, ¿Cómo se le ocurriría hacer algo así? Se aguantaría el hambre hasta salir de allí. Llegó a otra sala, una bastante larga, y aún más oscura. Caminando, sintió que pisó algo, algo más suave que el piso de madera. Se ayudó de la poca luz que había para notar que había ropa en el suelo, una camiseta azul y un pantalón negro, muy sucios. Se preguntó a quién le pertenecía, pero no era importante, probablemente ya estaba muerto. El gnomo le tocó la pierna. Veinte volteó a verlo, y él, con ambas manos, le estaba ofreciendo un curioso objeto. Lo tomó, y se percató de que era una linterna. No supo cómo agradecerlo, así que no lo hizo. Ambos siguieron andando, sólo encontraban más maniquíes, uno que otro con más kimonos. Llegaron, de nuevo, a otra sala. Ahora podía ver mejor, y notaba que había un gran espejo roto. Pasó y fue a la siguiente, dónde encontró cinco paneles, cada uno con la misma pequeña figura arriba. Pasó. Ahora se encontraba en un enorme, enorme cuarto, con una escalera en el centro. Instintivamente comenzó a subir en ella, percatándose poco a poco que en la pared al final de la escalera estaba una pintura, pintura de una mujer, con máscara blanca. La miró por un rato... Algo le incomodaba. De pronto, algo escuchó, lo que parecía ser a una chica llorando. Lentamente siguió ese ruido, y fácilmente la reconoció. Estaba un piano en medio de la sala. En el suelo, varios trozos rotos de alguna figura de porcelana. Y, recargado al lado, en el piano, estaba ella, Nueve, temblando. Veinte comenzó a acercarse a ella. Nueve rápidamente notó que él venía.

-¡V-veinte!- Dijo ella, estirando los brazos, pero sin levantarse. Veinte llegó, y se agachó para examinarla- Veinte corre, por favor-

Veinte la miró a los ojos, y con su mirada le dijo "¿Qué pasó? ¿Qué ha pasado? ¿Qué está pasando?" Nueve tomó la mano de Veinte y, con su ayuda, se levantó del suelo, aunque difícilmente se mantenía de pie.

-Ella está aquí-

Al decir eso, miraron detrás. Una figura alta estaba allí, pero antes de poder reconocerla bien, las luces se apagaron. Veinte encendió la linterna, y miró a Nueve. Ella sólo le dijo una palabra...

-Corre-

Little Nightmares - HungerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora