Diez

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Treinta y siete, treinta y ocho, treinta y nueve. Ya había tocado la puerta muchas veces, pero era imposible. Ella siempre fue muy testaruda. Por eso es que no quería ni escuchar su voz. Pero ella, casi con lágrimas en los ojos, seguía insistiendo.

-Por favor. Sólo déjame entrar. Te lo suplico, escúchame- Dijo ella desde fuera, pero su palabra fue totalmente ignorada. Hartada, se dio la vuelta. Tal vez podría encontrar otra forma de entrar...

La niña estaba escondida en ese barril, completamente sola. Ellos le habían dicho que el mundo exterior no era apto para alguien pequeña como ella y, sabiendo lo sabía que era la palabra de los adultos, les creyó firmemente. Pero ahora, separada de todos ellos, no tenía nadie que le diera esos concejos. Probablemente moriría muy pronto por ella misma. Asomó su ojo por el agujero. Los monstros seguían caminando, todos tomando su propio camino. La calle estaba completamente llena. Casas, edificios, supermercados. Había de todo en ese lugar, de todo para un monstro. Para una chica como ella, las cosas cambiaban completamente. Se tapó la cara, deseando que esa pesadilla acabara. Pero fue interrumpida abruptamente, pues el barril en donde estaba comenzó a temblar. Observó de nuevo por el hoyo. Uno de los monstros estaba moviendo los barriles en un carrito, sin saber que, en uno de ellos, en lugar de frutas, había una pequeña niña asustada. La chica, al ver eso, supo que tenía que salir de allí rápidamente, ya que, cuando la entrega sea hecha, abrirían esos barriles y la encontrarían a ella. Miró de nuevo por el agujero, pero ahora estaba cubierto por un barril de madera. Lista para escapar, se impulsó y chocó contra una zona del barril, pero sólo logró que éste se balanceara. Hizo esa acción una vez más, y éste se balanceó con más fuerza. El monstro que llevaba el carrito, viendo que uno de los barriles se movía sólo, decidió quitar la tapa de éste y, en el momento que notó que accidentalmente estaba llevando a una chica humana, ésta golpeó la pared con más fuerza, por lo que el barril cayó al suelo y, debido a su inclinación, comenzó a rodar y rodar en dirección al bosque, y haciendo que la chica recibiera muchos golpes y astillas en todo el cuerpo. El barril, que estaba fuera de control, chocó fuertemente contra una roca y se rompió en mil pedazos, haciendo que la chica saliera disparada. Sin dejar de gritar, cayó fuertemente en la tierra, terminando con una chica inconsciente.

Pasaron unos minutos. La chica seguía dormida, pero algo la despertó del sueño. Suavemente abrió sus dos ojos y, allí en el suelo, pudo ver una borrosa imagen. Ahí había otra chica, agachada, picándole el rostro con una rama, vestida con lo que parecía ser un impermeable amarillo. La chica se alejó de la niña de amarillo y se pegó en un árbol. La chica con el impermeable se acercó lentamente, extendiendo su brazo en señal de paz. La niña quiso decir unas palabras, pero algo intervino. Las dos observaron detrás del árbol. Allá, de lejos de lo que parecían ser trozos de maderas tirados por doquier, se podía apreciar luces, luces que, definitivamente, iban en busca de la chica del barril. La niña de amarillo tomó la mano de la niña del barril y, sin siquiera decir una palabra, comenzó a jalarla lejos de ese lugar.

Las dos chicas notaron a lo lejos una extraña luz, pero ésta se veía diferente a las otras; ésta estaba hecha por una hoguera. Agachando su cabeza y caminando de puntillas, se acercaron a lo que parecía ser un campamento. Había tres carpas, cada una con un monstro durmiendo en ella. Tratando de no llamar su atención, las dos chicas cruzaron rápidamente por el campamento. Sin embargo, los perseguidores encontraron ese lugar, y comenzaron a inspeccionarlo de arriba abajo, obligando a las chicas a esconderse detrás de una de las carpas. Allí, con el corazón en la boca, escucharon algo. Voltearon a verlo. Allí había otro niño, atraído por el humo de la hoguera del campamento. El chico miró a las dos chicas y, viendo que no podía hacer mucho ruido, les llamó usando las manos. Las chicas no tuvieron otra opción que seguir al chico extraño. Los tres estaban caminando por el bosque, y parecían estarce alejando de los monstros, pero estos, siendo las bestias que son, sentían ese aroma a carne muy fuertemente. El chico, al ver que los monstros se estaban acercando, comenzó a correr, al igual que las dos chicas. Las chicas observaron, impactadas, el vehículo del chico. El niño abrió la puerta y ellas se subieron en la canasta de ese globo aerostático. Allí, vieron cómo los monstros los encontraron. El chico supo lo que tenía que hacer. Rápidamente soltó la cuerda que mantenía el globo que se había robado, y éste comenzó a elevarse al cielo. Allí arriba, las chicas vieron cómo el chico comenzaba a correr de regreso al bosque, y éste comenzaba a ser perseguido.

Pasaron las horas. Las chicas seguían sin decirse nada. Estaban yendo demasiado alto, y ninguna de ellas sabía bien cómo manejar esa máquina. La niña del barril estaba sentada en la esquina, abrazando sus propias rodillas. La chica de amarillo estaba tratando de conducir el globo, pero algo las comenzó a atacar: Aves. Al ir tan alto, una manada de aves comenzó a chocar contra ellas y, aunque el globo no sufrió daños graves, hizo que la chica de amarillo se golpeara contra lo que parecía ser algún tipo de volante, y comenzaron a bajar bruscamente al suelo. Las chicas notaron que estaban cayendo hacia el mar, por lo que juntas sujetaron fuertemente el volante al lado de la llama que se estaba apagando. El globo comenzó a salir de control. Pero las chicas vieron algo que flotaba en el mar. Por un momento creyeron que era alguna isla, y no estaban equivocadas, pero esta "isla" no era corriente. El globo chocó bruscamente en el suelo de esta isla, y las dos chicas cayeron en ésta. La niña de amarillo se levantó del suelo y, viendo que el globo comenzaba a alejarse, comenzó a perseguirlo y, de un gran salto, logró subirse de nuevo en él. Allí, extendió su brazo para que su acompañante pudiera subir junto a ella. La otra chica comenzó a correr, tratando de evitar que el globo se alejara y la abandonara en esa isla extraña. Pero fue muy tarde. El vehículo ya se había elevado demasiado alto y se iba en dirección al mar. La chica de amarillo trató de devolverse, pero la maquina era demasiado complicada. Sin nada que pudiera hacer, las dos chicas levantaron sus brazos, despidiéndose, hasta que el globo y la isla se perdieron de vista. La niña miró detrás de ella. No había otra opción. La puerta estaba allí, llamándola; sin saber qué le depararía ahí dentro, ella, Diez, entró.


Después de haber dado un par de vueltas por todo el salón, lo había encontrado, la forma de entrar. Tomó el clip, se arrodilló frente a la puerta y, con mucho esfuerzo, logró abrir ésta. Se levantó, entró. Allí la vio, mirándose al espejo. Cerró la puerta, y ella dejó de mirar al espejo para mirarla a los ojos.

-¿Tú de verdad piensas seguir con esto? ¿De verdad es lo que quieres?- Preguntó, acercándosele. Ella no le respondió. Por el contrario, se dio la vuelta y comenzó a caminar, pero ella empezó a seguirla-No quieres esto, ¿cierto? Sólo te estás engañando a ti misma. Esto... todo esto es una locura. Tu determinación es admirable, pero... Tú sabes que es tiempo de parar...-

Ella, cansada de que la siguieran molestando, volteó bruscamente. Harta, extendió su brazo y, con su magia, comenzó a asfixiarla, al mismo tiempo que la empujaba de regreso.

-Cállate. Sólo cállate. He hecho todo esto. He llegado hasta aquí. No pienso volver atrás. Tú eres la responsable. ¡Todo esto es tu culpa! ¡Y ahora quiero que te largues!- Diciendo eso, sin usar sus manos, la empujó fuera de su habitación, y cerró la puerta con más seguridad que antes. Se levantó del suelo. Ella siempre había sido más fuerte. No tenía ninguna oportunidad contra ella. Se sacudió el polvo. Las cosas tenían que acabar. Observó la pared, de donde colgaban incontables pinturas. Pero se centró en una de ellas. Allí estaban ellas. Dos pequeñas bebés. Las dos niñas, con lazos familiares. Se fijó detenidamente en una de ellas, la del lado izquierdo. Algo le resultaba familiar. Se fijó con más atención.

-Qué he hecho- Se dijo ella misma, mientras se ponía la mano en la boca. Dio media vuelta y comenzó a correr- Tengo que encontrarla, ¡Tengo que encontrarla!

Little Nightmares - HungerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora