Un beso

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Ochenta y ocho, ochenta y nueve, noventa. Tras un rato Quince despertó. Sin lugar a duda se había perdido de todo un espectáculo, y mejor para él, pues no hubiera disfrutado ver a sus amigos morir aplastados en un montón de escombros. Se levantó confundido, y adolorido.

-¿Diez? ¿Once? ¿Están bien?- preguntó al aire, y sólo obtuvo respuesta de su eco. Frente a él estaba la puerta totalmente bloqueada, por lo que sólo le quedaría regresar. Y eso es lo que hizo, o lo que quiso hacer, pues estando cerca del ascensor escuchó el ruido de un montón de monstros alocados, hambrientos, buscando alimento por doquier. Quince se escondió de ellos... Y aprovechó una oportunidad para correr de ahí. El ascensor ahora no sería seguro, por lo que tuvo que buscar otra forma de subir, y si un ascensor falla, siempre estarán las escaleras, las cuales fueron factibles, pero algo cansado, esperaba que estuviera cerca el próximo ascensor. Siguió subiendo, y obviamente no podría recorrer el camino más de veinte capítulos en uno sólo. La oscuridad le dificultaba ver a dónde se dirigía, y tras un rato, él ya no tenía idea de en dónde estaba. Al voltear notó que había oscuridad, arriba oscuridad, delante más oscuridad... Entonces se confundió, no sabía ya si estaba en un lugar o no estaba en ninguno. 

-Esto es raro- Se dijo a sí mismo.

-Esto es raro- 

Escuchó con su misma vos. Volteó con toda prisa detrás de él, y se miró a él mismo a los ojos. Recordaba que tenía una hermana, pero nunca un gemelo. Asustados, ambos corrieron en direcciones opuestas. Quince corrió, corrió sin mirar, tan torpe como es se tropezó cayendo al techo, así es, el techo, pues al mirar notó que lo que lo hizo caer fue una bombilla. Al mirar arriba observó como todos los muebles estaban de cabeza, aunque más bien era él el que estaba de cabeza. Siguió avanzando, confundido, y en el techo otro de él también avanzaba. Mientras seguía notó que por las paredes iba avanzando uno más de él mismo, pero para nada iba a hablar con él. Después de un rato él se desvaneció, y era más que claro que se encontraba perdido. El se cansó, se fue a la pared y se recostó en ella, y eso hizo por tres segundos, pues de la nada la pared desapareció sin aviso, y Quince cayó, y comenzó a descender más y más, hasta caer al suelo finalmente. No pudo evitar sentir unas miradas, así que sin perder el tiempo se levantó, y se miró frente a frente de nuevo con él mismo... Pero detrás de él también estaba él, y a lo lejos él se miraba con confusión. De pronto, otro Quince cayó del cielo, y ocurrió lo mismo. otro Quince cayó, pero este se fracturó el cuello y de ahí no se levantó. Más y más de él comenzaron a salir, unos caían, otros salían de las paredes, otros del suelo, uno de ellos era diferente, porque era un gnomo. Quince se tapó los oídos y se arrodilló...

-¡Basta!- Gritó cerrando los ojos con mucha fuerza. Y silencio... Todo fue calma... El lugar era más fuerte si había más personas, como con aquél grupo que escapaba de Pietro... Un sólo niño no le bastaba, por lo que lo expulsó. Quince fue jalado por el aire a una fuerza y velocidad inhumana, y cayó lejos, llegando a los pisos más cercanos al final. Se levantó aún confundido, observó el lugar: Cajas y maniquíes, era todo lo que podía ver... Hasta que escuchó un ruido extraño, un fuerte golpe. 

-¡Mamá!- 

Escuchó a lo lejos, era una voz reconocida. Quince corrió hacia allá, lo más rápido que había corrido en su vida. Escuchaba también la otra vos, una que se escuchaba algo ronca, pero no entendía qué quería decir. Y torpe como es, chocó, pero no fue su culpa, pues Nueve apareció frente a él de la nada. Chocaron y casi caen al suelo. Nueve lo miró, y rápidamente lo abrazó.

-Nueve, ¿Qué pa...?-

-Vámonos, ¡Vámonos ahora!- Nueve tomó la mano de Quince y comenzó a alejarlo de allí. Quince observó sólo por un instante a esa mujer, la de Kimono rojo, con la boca llena de sangre, mirándolo a los ojos; eso sí que lo incitó a correr.

Asustados, ambos llegaron a  una sala enorme. Una escalera en el centro que tenía dos peldaños de arranque. Se quedaron un momento ahí... Sin escuchar nada.

-Ella la mató... Mató a mi madre... Lo hizo delante de mí- Nueve abrazó a Quince abrumada y algo triste, pero más que nada aterrada.

-Nueve, ¿Dónde están Once y Diez?-

-No-no lo sé, ellos estaban contigo-

Quince suspiró... 

-Ella es demasiado fuerte... No podremos enfrentarla, tenemos que escondernos- Dijo nueve, cuando escucharon algo detrás de la puerta- Shhh...-

Más silencio. Quince tomó el mentón de Nueve y le miró.

-Jaiden... Gracias por haberme conocido. Por ti este lugar nunca fue tan malo-

-¿Q-qué estás dicien...?-

Quince interrumpió a Jaiden con un suave beso en los labios, durante cinco segundos, mientras el ruido se acercaba más y más.

-Encuentra a los otros y sácalos de aquí- Dijo Quince al separarse.

-¿Por qué dices eso?- Preguntó Nueve extrañada, viendo a Quince yendo a la puerta- ¡Aléjate de ella!-

La puerta fue abierta muy bruscamente, y la dama estaba detrás de ella, ahora con su máscara. Quince empezó a despegarse de suelo y a elevarse más y más, sintiendo un fuerte dolor en todo el cuerpo.

-¡Nueve, corre!- Gritó... Y Jaiden supo que, por más que quisiera, nada podía hacer, por lo que, llorando, subió las escaleras a toda prisa, desapareciendo de la habitación- ¿Es todo lo que tienes, bruja?- 

La dama, sin sentir nada, hizo su magia...




Little Nightmares - HungerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora