Cuatro, cinco, seis. Los segundos pasaban rápidamente. ¿En dónde estaba? Era la incógnita. Al abrir los ojos, el chico esperaba ver esos campos de flores, o tal vez las nubes. Esperaba ver eso que le llamaban "Paraíso" Pero nunca había pensado que el paraíso fuera un lugar así de aterrador. No había duda: Seguía en ese lugar, y la pila de tierra lo había salvado de morir.
Más adolorido que nunca, se levantó. Rápidamente tomó su linterna, que, aunque golpeada, seguía funcionando. Con ella, comenzó a examinar el lugar. No sabía bien donde estaba. Lo único que podía ver con seguridad eran cajas, muchas cajas vacías. Eso, y una gran puerta abierta. Cojeando, pasó a través de ella. La oscuridad era lo que más reinaba en ese lugar, pero su linterna estaba con él. Siguió por el pasillo, sin dejar de cubrir su espalda. En eso, un ruido, a su izquierda. Instintivamente volteó, rogando que no fuera algo muy peligroso. Pero no, esas pequeñas cositas eran todo lo opuesto de peligroso.
El chico, mostrándose tranquilo, se arrodilló ante el gnomo. El pequeño amigo estaba asustado, pero miró bien la cara del niño. No había duda, era aquél chico el cual los clips le hacían felices. No supo muy bien cómo había terminado allí, pero tampoco le importaba. Lentamente, el gnomo se acercó al niño, y éste lo recibió dándole un gran y cálido abrazo. Algo así sólo habían sonado en leyendas. Los gnomos nunca habían recibido algo como un abrazo. Eso lo hizo sentir extrañamente bien. Supuso que el chico no sería una amenaza, así que estar junto a él no sería mala idea.
Después de lo que había pasado, el chico realmente había necesitado un abrazo, y al saber que ellos no eran peligrosos, fue la mejor opción. Los dos se sintieron mejor.
El pequeño gnomo y el niño siguieron caminando por el pasillo, hasta toparse con otra puerta, puerta de madera. Ésta con un ojo tallado. Fácilmente la abrieron y, por prevención, la volvieron a cerrar.. Entraron a la habitación, iluminada por una lámpara en el techo. Había mueblería por todas partes, mueblería que tuvieron que saltar para poder seguir.
Se toparon con otro obstáculo. Otra puerta, pero no una corriente. Sólo había una forma de hacerla abrir, y eso era jalando un cable colgando, cable que, desafortunadamente estaba bastante alejado del suelo. Pero el chico no se rendiría allí. Con sus dos manos tomó al Gnomo y lo lanzó, para que así la criatura se sostuviera del cable y así se abriera la puerta, plan que resultó victorioso. El niño cruzó la puerta. Luego, el gnomo se soltó y, antes de que ésta se cerrara, corrió y entró a la otra habitación, donde sólo había más y más cajas y tela tirada por allí. Pero había algo más. En la pared, al lado de una caja, había un agujero donde cabían ellos dos. Sin dudarlo, pasaron por allí. Tras la pared no había mucho. Sólo polvo, telarañas, dibujos. Nada interesante. Cruzaron hacia el próximo cuarto. Sólo más mueblería. Bueno, junto a una jaula y otra puerta abierta.
Después de subir escaleras, el chico se encontró algo sumamente extraño. No podía describir exactamente qué era esa máquina, ni para que era. Lo único que estaba claro, era que ésta estaba apagada.
Confundido, con el gnomo al lado, el niño siguió su camino. De haber sabido que el camino más rápido para llegar a la superficie era tomando el elevador, lo se hubiera subido sin pensarlo ni un segundo, pero desafortunadamente el chico no se había percatado de él, y pasó por delante de la máquina.
El camino era totalmente extraño. No sabía si subía o bajaba, ni dónde era su derecha o izquierda. Y para colmo, su estómago le exigía alimento, aunque trataba de ignorarlo como podía. Sin darle tiempo de reaccionar, la madera de donde el chico estaba parado se rompió, haciendo que él, aún con su amiguito al lado, cayeran encima de una gran cama. Miró alrededor de toda la habitación. Definitivamente era el cuarto de cama del algún gigante. La cama, los cajones, inclusive las sillas eran gigantescas. Al menos no había nadie. Pero, ciertamente, estaba equivocado, pues el que dormía en esa cama caminaba en dirección a su habitación, dejando sonar unos muy fuertes pasos. El chico, velozmente, tomó al gnomo en brazos y se escondió debajo de la cama. La puerta se abrió, y se pudo ver dos enormes y gordos pies. El monstro no hizo más que lanzarse a su cama y dormir, pues él, al igual que la mayor parte de los pasajeros, era increíblemente vago. El chico salió de puntitas de debajo de la cama. Sin embargo, algo le impedía seguir su camino: El monstro había cerrado la puerta. Por suerte, él y su amigo sabían qué hacer exactamente. El chico tomó al gnomo, lo lanzó fuertemente y éste logró abrir la puerta. Por desgracia, ésta hizo un fuerte chirrido, el cual despertó a la bestia. El tiempo que ésta le tomó en encender la luz, el chico y su amigo habían salido de allí corriendo. Pero no sería tan fácil salir de ese aprieto, pues el delicioso olor a niño llegaba a la nariz del monstro. Se lanzó al piso y miró debajo de su cama, pero no pudo ver nada importante. Los dos se pusieron debajo de una mesa junto al pasillo. El monstro, curiosamente hambriento, salió del cuarto y miró por el pasillo. El chico estaba temblando. Intentando no dejarse ver, sacó su cabeza, y pudo ver el horrible rostro de aquella bestia. Sin embargo, ésta sintió el olor de nuevo, y se dio la vuelta. Caminando, se acercó a la mesa. Sin embargo, el gnomo, en un acto muy arriesgado, salió corriendo de allí, haciendo que el monstro lo persiguiera a él en lugar de a su amigo. El chico no perdió esta oportunidad y comenzó a correr de allí. El pasillo tenía puerta, tras puerta, tras puerta. Era como un hotel, un hotel lleno de bestias. Si éstas no hubieran estado dormidas, habrían salido de sus cuartos y lo hubieran perseguido como locos. Pero ése no fue el cazo.
El gnomo pudo ver cómo la bestia estaba exhausta al no poder haberlo alcanzado, por lo que dio media vuelta y, pasando por debajo de las piernas del monstro, comenzó a correr de regreso con su amigo.
El final del pasillo recibía al chico con dos opciones: Escaleras hacia abajo o hacia arriba. La respuesta para él era bastante obvia. Se asustó cuando sintió un golpe, pero sólo era su amigo, el cual accidentalmente había chocado contra él.
Escalón, escalón, escalón. Los dos seguían subiendo. Escalón, escalón, escalón. Más rápidamente. Escalón, escalón, escalón. Ahora corrían. Escalón, escalón, escalón. Ahora escapaban. No sabían de qué exactamente, pero eso se acercaba a ellos. Escalón, escalón, escalón. Los pasos se acercaban. Miraron por detrás de sus hombros. La criatura de cuatro patas los estaba persiguiendo. Tenían que correr. Pero la criatura era demasiada rápida. Estaban perdidos. Pero llegaron. Pisaron el último escalón, pasaron por la puerta y, sin dejar de sudar, la cerraron, escuchando un fuerte golpe detrás de ésta. Pensaron que estaban a salvo, hasta que pensaron una cosa, y es que tantos golpes así no resistiría la puerta. Se dieron la vuelta y siguieron corriendo, alumbrando el oscuro pasillo con su linterna. Sin embargo, un camino equivocado había sido su destino, y llegaron a un muro sin salida. La criatura los acorraló. Se pegaron a la pared. No querían morir así.
-Vengan, rápido-
Sus plegarias habían sido escuchadas. Voltearon a su espalda. La salvación había llegado, y tenía la forma de una niña con una extraña cicatriz en el cuello, invitándolos a entrar al agujero. No tuvieron tiempo de pensarla y entraron. La chica comenzó a correr, y los dos empezaron a seguirla, mientras la criatura se daba la vuelta, pues conocía el camino para llegar hacia la otra habitación.
-Rápido, suban- Dijo la chica, mostrándoles una escalera. El niño dudó un momento en escucharla, pero volteó y pudo ver cómo la bestia entró a la habitación, rompiendo la puerta y haciendo un desastre. Rápidamente comenzó a subir la escalera, con el gnomo abrazado de su espalda. La bestia, viendo que esos niños se estaban escapando, comenzó a sacudir la escalera. Los chicos se agarraron fuertemente de ella para así no caerse.
La punta de la escalera llevaba a una abertura en la pared, donde estaba otro chico esperándolos. El niño entró junto a la chica que lo había salvado.
-¿Están bien?- Preguntó el niño extraño.
-Sí, sí, estamos bien- Le respondió la chica con la mochila-. Vallamos rápido-
El niño extraño tomó de la mano al chico y comenzó a guiarlo por el camino oscuro, iluminándolo con un encendedor. Finalmente, llegaron a lo que parecía ser un pequeño refugio detrás de las paredes. Había más niños allí, frente a una fogata, los cuales se alegraron al ver el regreso de sus dos amigos, junto a otro extraño.
-Gracias al cielo regresaron- dijo uno de ellos. La chica puso la mochila en el suelo y sacó unos trozos de pan y algo de pescado crudo.
-Lo siento. No conseguimos mucha comida- Dijo, compartiendo la comida con todos allí. Le ofreció un trozo de pan al chico, pero éste no sabía si aceptarlo o no-. No te preocupes. Sé que tienes hambre-
El chico tomó el pan algo preocupado. Lentamente le dio un mordisco. El sabor, la textura, el olor, eran maravillosos. Instantáneamente comenzó a devorarlo. Pudo ver como unos chicos decían cosas entre ellos, mientras se le quedaban viendo. No era por la forma en la que comió el pan, sino que no pensaron que verían a otro fugitivo en esos días. La antigua chica se acercó a él y se sentó a su lado.
-Estoy segura que tienes muchas preguntas- El chico asintió suavemente con la cabeza-. No tienes de qué preocuparte. Todos aquí también escapamos de esas jaulas. Eres como nosotros. Aquí nos aferramos a la vida. Todos trabajamos para seguir viviendo y, un día, salir de este lugar-
El niño no dejaba de ver la fogata.
-Al parecer no eres de hablar mucho- Dijo un chico de allí- Por cierto, ¿Qué es eso que tienes en tu espalda? - Preguntó, refiriéndose al gnomo. Los dos seguían callados- Vamos, habla. ¿Cómo llegaste hasta aquí? ¿Cómo saliste de las jaulas? –
La chica de la cicatriz lo interrumpió.
-Hey, hey. Esas no son formas de presentarse- Levantó su mano- Yo soy nueve. Él es trece. ¿Tú tienes algún nombre? –
El chico negó con la cabeza.
-Y no tienes a dónde ir, ¿verdad? -
El chico volvió a negar con la cabeza.
-Ya veo...- La chica se levantó del suelo- Pues ahora serás parte de esta familia. ¡Y de ahora en adelante tú serás "Veinte"! -
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Little Nightmares - Hunger
AdventureEl chico recordaba poco o nada sobre su pasado, pero eso allí no le servía. Las fauces; El lugar de donde nadie volvía, en donde pisar allí era pisar en el mismísimo infierno, donde él viviría sus pequeñas pesadillas. Esta historia tiene varias ref...