La carrera

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Trece, catorce, quince. El elevador seguía bajando. En él estaban los cuatro niños. Lo que había dicho Nueve les había dejado a todos sin palabras. ¿Cómo había alguien más? No podía ser, con sus ojos podían ver sólo se podían ver entre ellos.

-¿Qué has dicho?- Quince no dejaba de ver a Nueve. Diecinueve no dejaba de ver a Nueve. Veinte no dejaba de ver a Nueve. Ella miró la puerta y dijo:

-Él se acerca- Cuando la puerta del ascensor se abrió. Por el pasillo se acercaba algo a toda prisa que, aunque no pudieran verlo, sabían que eso estaba allí, el hombre oscuro venía a por ellos- El botón, rápido-

Diecinueve, actuando rápidamente, se quitó su calzado izquierdo y, segundos antes de que el hombre sin cuerpo entrara, logró apretar el botón y el ascensor comenzó a llevarlos hacia arriba.

-¿Qué es eso?- Le cuestionó Diecinueve a Nueve.

-Tenemos que movernos antes de que nos alcance- Le respondió.

-¿Antes de que nos alcance qué?- Agregó Quince.

-No hay tiempo para esto- Nueve se paró frente a la otra puerta- La chica seguro nos ha dejado el camino listo-

Diecinueve, Veinte y Quince se pusieron detrás de ella.

-Será mejor que nos lo expliques al regresar- Le dijo Diecinueve. Los cuatro se prepararon para correr cuando la puerta se abriera. Esperaron, esperaron, y...

-Vamos, de prisa- Nueve salió rápidamente, con sus amigos detrás de ella, y vieron cómo el elevador se cerraba y bajaba- Hay que salir de aquí antes de que el ascensor regrese-

-Pero cómo. No hay ninguna puerta- Le respondió Quince. Veinte, el cual buscaba cómo salir de allí, no notó que se pondría sobre un pedazo de madera el cual se levantó y lo llevó por debajo del suelo. Diecinueve, al ver eso, señaló y dijo:

-Veinte encontró la salida. Vallamos por ahí- Él se posó al lado del tablón de madera y lo levantó con sus manos. De allí, Quince y Nueve se metieron, y después les siguió Diecinueve. Veinte estaba hincado, mirando al suelo. A su lado legó Nueve, la cual entendió qué era lo que Veinte estaba mirando.

-Miren estas huellas- Dijo ella. Quince le respondió:

-Deben ser de esa chica. Sigámosla- Y eso hicieron. Los cuatro caminaban por debajo del suelo, siguiendo las huellas de la chica que habían visto.

-¿Qué fue eso?- Preguntó Quince. Los cuatro miraron por detrás de sus hombros. Nueve sólo dijo una palabra:

-Corran-

Él había encontrado el camino de los chicos, igualmente guiado de sus huellas. Y, aunque no fuera lo suficientemente pequeño para entrar por debajo del suelo, sabía a dónde llevaba ese camino, y atraparía a los chicos cuando salieran.

-Aquí, suban- Nueve comentó mientras escalaba unos pedazos de madera los cuales la sacaron del suelo y la llevó a otra habitación, con los demás yendo detrás de ella. No tenían tiempo de observar todas esas figuras que estaban en el cuarto, pues eso estaba entrando. No debían perder tiempo- Vamos, arriba- Nueve y compañía comenzaron a escalar uno a uno los cajones del mueble alto, que los llevó casi hacia el techo. Allí, vieron cómo la puerta era derrumbada por algún monstro que no se dejaba ver. Algo sumamente extraño, pero, de dejarse atrapar, no creían tener un final feliz. Con eso en mente, los cuatro se metieron en la pared gracias al hoyo de la ventilación, para terminar en un cuarto más grande. Dando un salto, los cuatro llegaron al suelo, y pudieron ver cómo la chica con capucha amarilla, tratando de abrir una puerta, accidentalmente la derrumbó, y ésta hizo un muy fuerte ruido, para que después la chica saliera de allí corriendo a toda prisa.

-Vamos, tras ella- Dijo Diecinueve, cuando los cuatro comenzaron a correr. Sin embargo, notaron que la chica escapaba de nada más ni nada menos que el conserje. Pero no podían detenerse, pues el monstro sin cuerpo había logrado entrar a la habitación e iba detrás de ellos. Por lo cual los siete terminaron en una extraña carrera. La chica iba adelantada, y por detrás de ella estaba el hombre de largos brazos. Atrás de él estaban los chicos, los cuales corrían del espectro sin cuerpo.

Reloj, tras reloj, tras reloj. Estaban corriendo tras un pasillo lleno de relojes. Allí, pudieron ver la salida, pero la chica, sin enterarse que detrás de ella había más niños, pasó por la puerta y la cerró. Los cuatro se detuvieron. El hombre sin cuerpo estaba detrás de ellos. El hombre de largos brazos estaba frente a ellos. No parecían tener salida.

-Oh, no- Exclamó Diecinueve. Hasta que vieron cómo el conserje, usando sus dos largos brazos, escalaba por los relojes y desaparecía en la oscuridad del techo. Momento que los cuatro aprovecharon para seguir adelante. Su camino terminó frente la gran puerta de madera.

-Se está acercando- Dijo Nueve. Quince tocó el hombro de Veinte. Después, Quince se puso debajo de la manija y se hincó, con lo que Veinte se subió encima de él y, saltando, se colgó en ella y la puerta se abrió. Rápidamente, los cuatro pasaron por la puerta y, juntos, la volvieron a cerrar, escuchando un fuerte golpe detrás de ella.

-Bien hecho, Veinte- Le dijo Quince, y él le respondió asintiendo con la cabeza. Miraron la habitación. Había una gran cantidad de libros apilados uno encima de otro.

-¿Quién se toma el tiempo de hacer todo esto?- Preguntó Diecinueve, cuando los cuatro voltearon al techo, pues escucharon teclas de piano sonando desordenadamente.

-Más aún, ¿Quién cuelga un piano así?- Le respondió Nueve. Quince lo señaló con el dedo y dijo:

-Miren, es la niña de antes-

Vieron cómo la chica saltó desde el piano hacia una estantería de libros, y comenzó a escalarla, hasta que se perdió de vista.

-Sigamos tras ella- Mencionó Quince. Los cuatro empezaron a escalar en una estantería de libros. Al llegar a la cima, no vieron más que una vela encendida. Allí, supieron lo que tenían que hacer. Quince fue el primero que se armó de valor. Dio unos pasos hacia atrás y, dando un brinco, llegó al piano. Después de él le siguió Diecinueve, y después Nueve. Veinte trató de imitarlos, sin embargo, al momento de saltar, uno de los libros intervino en su salto. Justo antes de caer, Nueve lo tomó de la mano y lo subió al piano. El salto se pondría más difícil, pues ahora no tendrían que saltar en una base plana, sino que tendrían que trepar por los libros. Por suerte, esto lo hicieron sin muchas complicaciones, y llegaron a la cima, donde eran esperados por una gran biblioteca. Los chasquidos del conserje se podían escuchar cerca. Nueve, que era la cabeza del grupo, les señaló con sus manos que se mantuvieran callados. Lentamente comenzaron a caminar por la biblioteca, usando las mantas para que sus pisadas se quedaran calladas. Hasta que uno metió la pata. Nueve se dio la vuelta para ver qué había sido ese ruido, pero los cuatro no habían tirado nada. El responsable de atraer la atención del monstro no había sido otra que la chica de antes, que había dejado caer desde una altura muy alta un jarrón de cerámica, atrayendo el monstro hacia ella. Sin embargo, la chica, buscando escapar del conserje, escaló otra pila de libros, la cual lo llevó hacia otra habitación. Eso hizo que Nueve diera un suspiro de alivio, pero no calculó el ruido que haría, y el monstro, que ahora entendía que no estaba sólo, se dio la vuelta y comenzó a correr hacia ellos. Los cuatro empezaron a escalar por los libros, pero no dejaban de tirarlos y hacer bastante más ruido. El monstro estiró uno de sus brazos y, antes de que cerrara su mano para alcanzar a Diecinueve, otro sonido retumbó por toda la biblioteca. La voz de una mujer, cantando una extraña canción. Tras esto, el conserje fue corriendo a la habitación donde había escuchado esa sinfonía. Los chicos simplemente siguieron escalando. Después, vieron cómo la chica de antes corría en el suelo hacía fuera de la biblioteca, aún sin percatarse de ellos. Rápidamente los chicos comenzaron a bajar, pero la chica ya había salido de vista. Volvieron a donde estaba el piano colgando, que en ese momento estaba más alto. La chica lo había elevado gracias a la manivela que había conseguido y, con eso, llegó al otro lado de la pared, donde entró por un agujero y escapó. Los chicos se dieron la vuelta, sólo para ver que el monstro se acercaba a ellos a toda prisa.

-¡Salten, ya!- Gritó Quince, a lo que todos saltaron hacia el piano, pero éste, cuya cuerda ya no resistía más, comenzó a caer, llevándose así a cuatro chicos.

-¡AAAAAAAHHHHHH...!-

Little Nightmares - HungerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora