Hermanas

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Ochenta y cinco, ochenta y seis, ochenta y siete. Nueve abrió los ojos, su corazón latía a mil por hora. Era la segunda ves que era secuestrada, pero esta ves sentía aún más peligro. y con razón, pues ella estaba en su misma habitación, la mujer de la que su madre le advirtió, la mujer de kimono rojo... La dama. 

Tara no lo pensó mucho, sabía exactamente dónde encontraría a su hermana, pero deseaba con toda el alma que sólo usara a su hija de rehén, que no le estuviera haciendo nada malo.

Nueve miró en el cuarto. Nada, nada más que un espejo donde la dama se miraba, sin esa máscara. Finalmente la había visto así... y se arrepintió.

Algunas bestias notaron a Tara caminando con rudeza. Hambrientas, pues los niños que buscaron ya no estaban, se abalanzaron contra ella, pero Tara usando sus dones empujó y asesinó a todos.

Nueve observó, en la esquina estaba Dieciséis en el suelo, no se movía... no respiraba. No podía lamentarse, no resolvería nada. Quiso ver cómo soltarse de lo que la estaba amarrando, pero era curioso, ella simplemente flotaba en el aire, con los brazos y piernas juntos, sin poder moverse. Las palabras no podían describir el momento, la presa estaba a total merced de su depredador, y sabiendo que no podía hacer nada moriría. La dama tomó su máscara y se la puso, para voltear a ver a Nueve. Un rato mirándola, se transportó frente a ella.

-Déjame... No te he echo nada- Dijo en vos baja nueve. La dama se levantó la máscara y la miró... Llena de odio. No pensó en lo egoísta que era el que ella abandonara a su hija, pero sí matara a la hija de su hermana. Abrió la boca, y poco a poco empezó a absorber la esencia de Nueve, haciéndola sentir más y más débil. Ella supo que no quedaba más, y cerró los ojos.

-¡Suéltala ya!- Gritó Tara en la entrada. La dama volteó rápidamente, haciendo que Nueve recuperara parte de su esencia. Furiosa, la dama empujó a Tara hacia la pared, estiró su mano y lanzó un aire oscuro, a lo que Tara logró agacharse para esquivarlo. Ella se levantó y se lanzó contra su hermana- ¡He sido muy paciente contigo, pero has ido muy lejos!-

La dama se liberó al transportarse al lado, y volvió a lastimar a Tara con su magia. A todo ello, la fuerza que mantenía atrapada a Nueve se debilitó, y ella cayó al suelo. Al levantarse quiso ayudar a su madre, pero supo que sin controlar sus poderes ella sólo estorbaría. Tara hizo levantar muchos trozos de madera y lanzándoselas, pero tan sólo se cubrió con su traje y la madera cayó al suelo, para luego ponerse en su zona original. Tara volvió a abalanzarse sobre su hermana, y ella decidió que era la hora de acabar. Estiró el brazo y tomó el cuello de Tara. Con mucha facilidad comenzó a levantarla, mientras ella luchaba por soltarse y respirar. Tara lo supo: Había consumido ya tantas almas que su poder la arrebasaba. No tendría oportunidad contra ella.

-¡Mamá!- Gritó nueve, corriendo hacia ellas. La dama empujó a Nueve hacia la pared.

-Jaiden, corre... Fuera... Sólo hay... Monstros... No hay más que... Monstros... Pero Tienes que salir... Tú puedes sal...- 

Y con un crujir Tara dejó de hablar. Jaiden se quedó paralizada, cosa normal tras ver a su madre morir frente a ella. La dama abrió la boca, esta vez sacando colmillos en toda la boca, y dio el primer bocado a la cara de su hermana, haciendo que el aura de Tara pasara a ella, haciéndole más fuerte. Jaiden no pudo ver más, y salió de allí, pero al momento de salir chocó, y no con algo, sino con alguien.






Little Nightmares - HungerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora