3. Este es MI sofá.

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Irune

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Irune

¡¡Ay joder, que me va a dar un ataque cardíaco si sigue mirándome así!! Tengo que reaccionar. ¿Por qué me he girado? ¡Ah, sí!

—Joder, ahora estoy pegajosa —me palpo la mancha y parece que me haya meado encima o algo parecido, qué asco—. Lo que me faltaba —digo, resoplando, con la rabia y el calentón por los aires mientras él solo me observa.

—Bueno, como veo que no vas a disculparte y ya he tenido suficiente por esta noche, me voy —prosigo superenfadada pasando por su lado, tirando el resto de su copa encima de él y dirigiéndome a la puerta. Antes de salir, me giro y mi vista se dirige a su culo.

 Uff... su culo en esos pantalones se merece un minuto de silencio, gozo y gloria.

 Cuando salgo y el aire fresco me golpea en la cara, lo agradezco. No soportaba estar allí dentro. Parecíamos sardinas en una lata de lo pegados que estábamos todos. Cómo aún es temprano y mis amigas quieren quedarse, me voy a casa caminando mientras pienso en lo que ha pasado. ¿Por qué se me ha quedado mirando sin decirme nada? ¿Tendré algo en la cara? A lo mejor iba tan borracho que ni se ha fijado. En fin, con la cabeza embotada de preguntas, me dirijo hacia mi casa.

***


A los 10 min llegué a casa, me di una ducha y me puse a leer y así llevo hasta ahora. Han pasado un par de horas y me ha entrado sueño, así que creo que me voy a ir a dormir aunque mis amigas no hayan venido aún. 

Ya estoy metida en la cama, pero no puedo cerrar los ojos porque cada vez que lo hago me vienen sus ojos azules a la cabeza y un montón de preguntas se agolpan en mi mente. ¿Quién sería ese?¿Edad? La morena que había a su lado no era su novia, ¿no? Pero y si lo era...      Menuda nochecita voy a pasar. Menos mal que no lo voy a ver más.

Ja, pero si lo estás deseando.

Cállate voz de mi conciencia que no ayudas.

***


Son las 11: 00 h y la alarma de los fines de semana pita sin descanso. ¡Que molesta! Soy de dormir hasta tarde si nadie me levanta, así que pongo la alarma para no perder el día. Me visto, desayuno algo y voy a la biblioteca de enfrente, que llevo casi dos semanas o más sin ir, para seguir leyendo el libro que dejé sin acabar por culpa del trabajo y mi falta de tiempo.

Salgo de casa, tratando de no hacer ruido para no despertar a Leah que ayer llegó muy tarde y juraría que no llegó sola, pero no estoy segura porque me quedé dormida en cuanto conseguí dejar de pensar en esos ojos. 

Cruzo la calle, entro y como siempre saludo al bibliotecario y me voy directa a mi sofá favorito al fondo de la sala, el que más aislado está, por supuesto. Cuando llego, me acomodo y me pongo a leer; este sofá está tan apartado que la gente ni siquiera lo ve, se puede decir que pasa desapercibido, por eso es mi favorito.

No sé cuánto tiempo pasa, si horas, minutos o yo qué sé, pero solo salgo de mi ensoñación cuando oigo que alguien se aclara la garganta y me dice:

—Este es mi sofá.

Yo, que aún no había levantado la vista para ver quien era, cuando oigo eso me quedo de piedra y miro haber quien dice semejante gilipollez. ¡No puede ser!¡Me cago en el karma y en mi mala suerte! Bueno... tampoco me puedo quejar de mi mala suerte porque el hombre alegra la vista.

—Ni en tus mejores sueños. Esto no es propiedad tuya. Puedes irte olvidando, ahora estoy yo, cógete otro y la próxima vez, llega antes que yo si quieres este. —Respondo llena de rabia al hombre de los ojos azules y culo prieto que me derramó su copa ayer, ¡¿Pero quién se cree que es?!

—Ni de coña —responde él mientras se sienta en el otro lado del sofá.

—Ayer, el empujón, la mancha pegajosa en el vestido y hoy, esto —digo señalando el sofá.

Yo enfadada como una mona, me siento correctamente y me voy hasta el brazo del sofá intentando ponerme lo más apartada de él que puedo.

—¿La del vestido de ayer eras tú?

—No, pst... era mi hermana gemela la que no llegó a nacer nunca —digo con sorna—. ¿Quién sino?

—Pues estuve buscándote para pedirte perdón y ofrecerte pagar la tintorería, pero por lo que veo te largaste y no volviste.

Sí que me fui, pero no antes de hacerte un buen escáner.

—Sí, bueno, después de como me dejaste el vestido no me apetecía ir con ese manchurrón en el culo y en cuanto a lo de la tintorería no hace falta. Ahora déjame seguir con mi lectura —digo haciendo caso omiso a mis pensamientos mientras me doy la vuelta y prosigo con mi libro.

Pasan los minutos, no muchos, y estoy intentando seguir con mi lectura, pero noto unos ojos azules que no dejan de mirarme. No entiendo como este hombre puede alterarme tanto. Mi corazón va a mil por hora y sencillamente no puedo seguir aquí, así que cierro el libro, lo cojo y me dirijo al mostrador donde está mi amigo, el viejecito bibliotecario, para decirle que me llevo el libro a casa y me voy a mi apartamento pensando en seguir con algunos bocetos que me han encargado mientras sigo sin quitarme de la cabeza aquellos ojazos azules. 

Odio la manera con la que me comporto con él, en algunas situaciones parezco hasta una pija engreída, pero es que me sale involuntariamente. Lo que no entiendo es que solo me ponga a la defensiva con este chico. Mis sentimientos y mi sentido común se desmoronan y mi dignidad desaparece cuando estoy cerca de él. No puede ser para nada normal, ni mucho menos.

Todo mal. Muy mal.

Ratoncita de BibliotecaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora