6. Pelapatatas.

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Aiden

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Aiden

¿¿Pelapatatas?? Joder, me han llamado muchas cosas pero, ¿Pelapatatas? nunca. Hay que admitir que es creativa.

—¿Pelapatatas? —pregunto.

—Ajá, ¿te molesta que te llame así?

—Pues no, pero ¿Y porqué ese nombre?

—Pues porque, he leído, que en el siglo XVII más de un tercio de la población, se alimentaba básicamente de patatas y eso seguís haciendo, no tanta cantidad como antes pero oye...

Tiene razón, no se lo voy a discutir.

—¿Por qué ratoncita de biblioteca?

—Pues porque apuesto a que estas siempre leyendo o casi siempre, ¿me equivoco?

Niego con la cabeza, recibiendo una sonrisa por su parte a modo de respuesta.

—Ahora, si tienes pensado hacer más preguntas, no hagas las habituales, en plan, ¿Tienes hermanos? o ¿Te gustan los perros? Son aburridas, yo me decantaría más por preguntas más... originales o creativas, tal vez.

—Por ejemplo...

—Por ejemplo... ¿Tienes fobia a algo? —pregunta.

—Umm... no ¿y tú?

—Sí, aracnofobia y tanatofobia.

—¿Miedo a las arañas y a la muerte?

—Ajá. Te toca preguntar.

—¿Género musical?

—Me gusta más el Pop Inglés, ¿a ti?

—No escucho mucha música. 

—Em... tu y yo no podemos ser amigos. ¡¿Cómo puede ser que no escuches música?!

—Me gusta el silencio.

—Eso no tiene nada que ver. Ahora mismo vamos a remediar esto. 

Veo que empieza a trastear en su móvil y, al momento, se empieza a escuchar la melodía de una canción. Se acerca a mí y entre los dos deja su móvil. 

—Se llama "Memories" y es de Maroon 5. 

Irune empieza a canturrear y moverse al ritmo de la música a mi lado. Decidido como nunca, me levanto y le tiendo mi mano para invitarla a bailar en el rincón más escondido de esta biblioteca. Cuando se queda mirando mi mano, me empiezo a arrepentir de haberme levantado pero se me pasa al ver que ella acepta la invitación y se pone a bailar conmigo lo que viene siendo un intento de vals.  

Estamos muy juntos y, al ver lo mal que se nos da, nos echamos a reír a carcajadas hasta que acaba. Después de esta canción, le siguen un puñado de canciones más, esta vez más movidas,  que nos disponemos a bailar.  

Y así nos tiramos hablamos el resto de la tarde y para cuando nos damos cuenta, el bibliotecario nos está echando porque tiene que cerrar.

***

—Entonces, la próxima vez que nos veamos, ¿me hablarás? —le pregunto yo mientras ella hace como que se lo piensa, hasta que al final responde:

—Puede; ¿Me quitarás a la tía del ordenador?

—Puede; ¿Hablaremos por correo?

—Si. Aunque, de vez en cuando, hay que trabajar, ¿no crees?

—Claaaro...

—Bueno, al final me lo he pasado bien. Gracias. —Dice justo antes de sonreírme, darse la vuelta y cruzar la calle para, luego, meterse en el edificio de enfrente.

Yo me giro y voy a casa pensando en lo que hemos estado hablando esta tarde mientras noto, que ha sido con la chica que más tiempo he hablado o bailado, exceptuando a la mujer de Ian y a las mujeres de mi familia.

Llego a casa, abro la puerta y están las luces encendidas y oigo que gritan:

—¿Cómo ha ido la cita, Miss Irlanda? —dice Daniel.

—Eso eso, cuenta —se une Sergio. ¿Cómo no?

—¿Es que no tenéis casa o que? Os juro que voy a cambiar la cerradura —me quejo yo, yendo hasta el salón y cogiendo una cerveza de las que tienen ellos allí mientras me apoyo en la pared.

—La tuya es más grande y no, por favor. 

—A lo que íbamos, —interrumpe Ian—. ¿Algo memorable que tengamos que saber?

Han pasado cosas, pero a ellos les voy a omitir unas cuantas porque, conociéndolos, sé que Daniel y Sergio se van a cachondear de mí hasta que sea viejo. Aunque puede que a Ian se las cuente más tarde. 

—¿Sabéis que me mote ha puesto? —los otros me hacen un gesto con la cabeza para que prosiga—. Pelapatatas. 

—Me encanta esta chica. ¿Cómo dices que se llama? —pregunta Daniel cuando se calman las risas.

—Irune —responde Sergio por mi.

—Joder, pues hay que darle un premio de los gordos, ¡ya! y ¿Cómo puede ser que no se me haya ocurrido a mi ese mote? Quiero que me la presentes. 

Ratoncita de BibliotecaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora