Aiden
En cuanto salió de mi casa, me apoyé en la pared y me dejé caer hasta que me quedé sentado en el suelo. Me tapé la cara con las manos y cerré los ojos justo después de que un par de lágrimas cayeran. Me faltaba el aire. Me he acostumbrado a tenerla cerca y ahora ha hecho lo mismo que Tess, me ha roto el corazón a cachitos, la única diferencia es que ahora duele más, muchísimo más.
La quieres. Tú lo sabes, yo lo sé, todos lo sabemos.
En fin. Me levanté del suelo y me fui a la cama. Nada más dejarme caer de boca, me tuve que levantar a cambiar las sábanas porque la cama olía a ella y tenía que asumir que lo nuestro acababa de acabar. Quité las sábanas con rabia mientras las lágrimas caían sin control por mis mejillas, ¿porque había permitido que me volvieran a hacer lo mismo? Lo que me daba vergüenza era llorar como un puñetero bebé. Se acabó. Mañana me liaré con la primera que pille que sea aprovechable, pensé y, en parte, al día siguiente lo cumplí pero cuando me bajó los pantalones y los boxers, no sé qué me pasó, pero la aparté.
Acabé de poner las sábanas y me volví acostar. No sé si era imaginación mía o qué, pero todo seguía oliendo a ella. A pesar de ello, conseguí quedarme dormido aunque me desperté sobresaltado a causa de una pesadilla.
***
Y así fueron pasando los días, las pesadillas volvieron y yo no dormía apenas a causa de estas. Me centré en mi rutina y, aunque me moría por ir a leer a esa biblioteca, no fuí por si me la encontraba. Estoy hecho una mierda por dentro, para que mentir, pero voy tirando. El otro día me llamó mi madre y se dió cuenta que algo pasaba, me hizo un interrogatorio digno de la CIA hasta que consiguió sonsacarme el porqué estaba así, luego me dijo que vendría unos días a Madrid conmigo para que no estuviera tan solo pero, por suerte, logré convencerla de que estaba bien y de que iría a verle más a menudo. Me fue de pelos, menos mal que soy bueno trabajando bajo presión.
Daniel me ha dicho esta mañana en la oficina que quedáramos en la discoteca y yo, como no tenía nada mejor que hacer esta noche, le he dicho que sí. Así que aquí estoy esperándole en la puerta. A lo lejos le veo bajar de un taxi, justo antes de venir hacia donde yo estoy.
—Ey, tío —me saluda cuando llega hasta donde yo estoy.
—Hola...
—Venga princesa, entremos.
—Cabrón —digo sonriendo mientras nos encaminamos hacia la puerta donde está el portero.
—Las damas primero —dice cuando el hombre nos abre la puerta para que pasemos, ganándose un codazo en el estómago por mi parte.
—Joder —se queja mientras que con una mano tapa la zona donde le he dado.
Entramos y como siempre, nos vamos directos a la barra a pedir algo. Cuando conseguimos nuestras respectivas bebidas, nos adentramos en la pista y comenzamos a bailar. Al momento quedamos rodeados de bastantes chicas. Ninguna de las chicas que se restriegan contra mí me llama especialmente la atención pero hay una rubia que pone más interés en mí que las demás, así que me acerco a ella hasta que mi boca queda cerca de su oído para poder hablarle y que me pueda escuchar.
—¿Me acompañas al lavabo? —le pregunto y ella me sonríe.
—Si, vamos —responde y me coge de la mano mientras empieza a tirar de mí hasta que llegamos al lavabo de hombres de la planta de arriba, ya que los de abajo estaban atestados de gente.
Abro la puerta y me asomo, cuando compruebo que no hay ningún otro hombre fuera de los cubículos, tiro de su mano hasta que entramos en un lavabo. Cierro la puerta con pestillo y cuando me giro, la chica intenta darme un beso pero yo me aparto un poco.
—Nada de besos —le aclaro de buenas a primeras.
Ella asiente y sonríe pícara. Sin dejar de mirarme a los ojos, me desabrocha la hebilla del pantalón y me los baja junto a los boxers. Entonces se arrodilla frente a mí y yo le agarro del pelo, cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás mientras se me escapa un jadeo de placer. Pienso en que ella es Irune pero, justo en ese momento, reacciono dándome cuenta que no estoy con ella y automáticamente aparto a la rubia de mí. Ella me mira molesta por mi cambio repentino pero yo no le presto atención porque estoy ocupado vistiéndome. Cuando salgo del cubículo la oigo llamarme capullo pero la ignoro y me voy de aquel sitio. Bajo por las escaleras y me dirijo donde está Daniel para decirle que me voy.
—¡Daniel! —le grito para que me oiga pero como no lo hace sigo gritándole:—.¡Daniel!
Como no da resultado, me giro y me largo de allí. Nada más salir, le envio un mensaje.
Yo: Tío, que me largo.
Tarda unos minutos en responder, pero lo hace.
Daniel: ¿Y eso?
Yo: Nada, me he aburrido.
Daniel: Ok. Pues hasta el lunes.
Yo: Chao.
Empiezo a caminar mientras voy pensando en lo que ha pasado antes, menuda mierda de situación. Me ha pasado lo mismo que la última vez; siempre la veo a ella pero luego me doy cuenta de la realidad, me aparto y acabo jodiendo lo que sería una situación de morbo y placer en una en la que la chica me acaba insultando o gritando. Vergonzoso. Me paso el camino compadeciéndome de mí mismo hasta que llego a mi piso.
Entro, cierro la puerta con llave y me voy directo a la habitación. Cuando entro, pongo mi móvil a cargar, dejo los audífonos en la mesilla de noche, me quito la camiseta y los pantalones hasta quedarme solo en bóxer y me dejo caer de boca en la cama hasta que, de esa manera, me quedo dormido.
***
¡Joder! —digo despertándome de sopetón a causa de la pesadilla.
Solo son las seis de la mañana así que me visto, me pongo mis bambas de deporte y salgo a correr. Cuando llego de hacer mis diez kilómetros, me doy una ducha rápida y me tumbo en el sofá, con la toalla aún anudada a mi cintura, mientras reflexiono que hacer a continuación. ¿Y si voy a la biblioteca? Me la encontraré... Bueno, da igual, voy a ir. Me levanto, me pongo unos tejanos, una camiseta de manga corta de color negra y mis bambas normales de vestir, me paso la mano por el pelo para dejarlo un poco decente mientras cojo mis cosas y salgo de casa.
En menos de diez minutos llego. Estoy un poco nervioso por si me la encuentro pero aún así entro. La busco con la mirada y no la veo. Al momento siento alivio pero a la vez desilusión porque, a pesar del daño que me ha hecho, quiero hablar con ella o simplemente volver a verla sonreír.
Me adentro en la biblioteca y me meto entre las estanterías, buscando algún libro que devorar cuando una chica, que estaba en el mismo pasillo que yo, se me acerca.
—Hola —me saluda cuando llega hasta donde yo estoy.
—Hola.
—¿Me puedes ayudar a coger un libro, por favor? Es que está en el último estante y no llego...
—Eh... sí. —Acepto siguiéndola.
—Es aquel de allí —dice señalándomelo.
—¿El de criaturas eternas?
—Mmm... si. Gracias —dice cuando se lo entrego.
—De nada. —Respondo dándome la vuelta y yéndome donde estaba para escoger mi nueva lectura.
Cuando escojo un libro, me giro y salgo de ese pasillo. Nada más salir de este, me topo con las amigas de Irune consiguiendo que me empiece a poner nervioso. Yo la busco pero, al no verla, siento lo mismo que antes, alivio pero desilusión. Ellas me miran serias, alguna con cara de mala leche, y yo no sé cómo reaccionar. Aunque es verdad que yo no tengo la culpa esta vez. No fui yo el que pretendía irse sin despedirse y sin dar explicaciones. No fui yo el que decidí romper. Pero aún así intimidan. ¿Qué hago?¿Las saludo como si no hubiera pasado nada?
No. Corre, que de aquí no sales vivo.
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Ratoncita de Biblioteca
RomanceIrune Ortiz es una chica fuerte, responsable y decidida. Aiden Moore es engreído, muy inteligente, aprovechado, cabezota y mujeriego. *** Ella nunca se ha enamorado. Él no quiere volver a enamorarse. Ella pasa de él. Pero él no de ella. Una noche, e...